Thursday 28 de March, 2024

COSTUMBRES | 22-12-2011 22:00

Entretelones de las visitas ilustres

En el 2011 los escritores de más renombre se dieron cita en Buenos Aires. Caprichos, secretos y financiación de sus viajes estelares.

Como en los dorados '90, tal vez gracias a un dólar artificialmente bajo y al entusiasta impulso de editoriales y eventos culturales como la Feria del Libro y el Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba), el año 2011 se despidió con una cifra récord de prestigiosos escritores que visitaron el país. Nada menos que tres Premios Nobel, J. M. Coetzee, Mario Vargas Llosa y Orhan Pamuk, pisaron suelo argentino para presentar su obra y debatir con intelectuales y la prensa local. A la lista se suman novelistas como Cees Nooteboom, Kjell Askildsen –firme candidato al Nobel 2012–, David Leavitt, John Verdon, Siri Hustvedt, Wilbur Smith, Marcela Serrano, Antonio Skármeta, Rosa Montero y la ensayista y psicoanalista Julia Kristeva. Reunir semejantes figuras en un país lejano y caro como el nuestro requiere, por supuesto, de un monumental esfuerzo económico por parte de editoriales, sponsors y fundaciones que se asocian para financiar viajes y estadías.

“Asociarse en este tipo de eventos es fundamental, sobre todo porque para estos escritores, que en general viven en Europa, viajar a la Argentina es toda una aventura”, recuerda Florencia Ure, jefa de prensa en Random House Mondadori. Para editoriales más pequeñas, pero no por eso menos exitosas, como la cada vez más “trendy” Eterna Cadencia, “es importante traer a autores extranjeros, difundir su obra a través de notas y encuentros para que la crítica y los lectores los conozcan”, sostiene su encargada de prensa, Ana Mazzoni.

Condiciones

Además de un presupuesto que soporte vuelos en business y hoteles premium, para traer a estas figuras hay que hacer concesiones que a veces atentan contra la idea de promoción. Para venir a nuestro país, Coetzee puso como condición no dar entrevistas ni participar en mesas redondas. Así, en septiembre pasado, los fans del sudafricano tuvieron que conformarse con que este leyera un texto en inglés y sin traducción simultánea. Pese a que hizo los saludos de rigor en un correcto castellano, el novelista tal vez esperaba que los asistentes que se agolparon en el auditorio del MALBA comprendieran el idioma (inglés) en que escribe su obra. Luego de los 40 minutos que duró su lectura, no hubo lugar para preguntas y Coetzee se limitó a firmar ejemplares.

Tímido y huraño, Coetzee está convencido de que debe hablar exclusivamente a través de su obra y que todo contacto con la prensa es superfluo. Fanático del rugby australiano, país donde reside desde hace varios años, durante su estadía porteña siguió atentamente los partidos del Mundial de Nueva Zelanda. En comidas con agentes literarios y figuras de la cultura porteña evadió cualquier pregunta relacionada con su obra o la literatura argentina y solo se mostró interesado por Los Pumas y la historia local. Con figuras de esta talla, entra en juego el arte de los organizadores, que deben sortear exigencias de todo tipo para lograr encuentros multitudinarios que se preparan con hasta cuatro años de antelación. “Nuestro trabajo es reconocer la importancia de lo que en otra figura sería un capricho o extravagancia”, sostiene Patricio Zunini, coordinador general de Filba, festival que en su tercera edición batió récords en cifras de luminarias: Coetzee, Nooteboom, Askildsen y la japonesa Minae Mizumura.

Por más premios que esgrima un escritor consagrado, este no suele exhibir caprichos de estrellas de rock. “Saben que no tenemos el presupuesto de una compañía discográfica y en general son personas sencillas: nunca te van a pedir agua Evian y uvas, por dar un ejemplo”, señala Ure. “Solo exigen que los periodistas que los entrevisten estén preparados y hayan leído su obra. Son personas cultas y prestigiosas, a las que no da googlearlas una hora antes”, sostiene. Salvo excepciones –Pamuk durmió en el Alvear– se alojan en cadenas de cuatro estrellas, no ostentosas. La nota frugal la dio el holandés Nooteboom, que para su estadía alquiló un monoambiente. Otro literato que visitó decenas de departamentos, pero con la idea de comprar es el estadounidense David Leavitt, que finalmente adquirió un semipiso en Barrio Norte. “Este año cumplí 50 y sentí que debía tomar alguna acción audaz. Siempre adoré Buenos Aires y quería tener un segundo hogar fuera de los Estados Unidos”, contó a NOTICIAS el autor de “El contable hindú” (Anagrama).

Viajes

En general, y sobre todo los que recorren largas distancias, los autores premium viajan en primera clase –para ir a la Feria del Libro de Mar del Plata, Marcela Serrano pidió un remise porque jamás vuela en turista–. A muchos les gusta seguir los pasos de Borges en la ciudad, comer en Las Cuartetas y El Obrero y hacer shopping por Florida. Les atrae la generosa oferta cultural de Buenos Aires, la literatura latinoamericana y, por supuesto, la carne. En abril pasado, Vargas Llosa pidió que le dejaran una hora libre en su apretada agenda para visitar a gusto la sucursal de Santa Fe de Yenny-El Ateneo.

En su caso, sus declaraciones contra las políticas del gobierno y la controversia desatada con el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, hicieron que la editorial Alfaguara y la Fundación Libertad, organizadores de su visita, tomaran medidas de seguridad en los eventos programados. El autor peruano se alojó con su esposa, su hijo Álvaro y su nuera en el Sheraton y se mostró de buen humor. Agradecido por la ayuda del staff del sello que lo edita en la Argentina, organizó una firma de ejemplares para empleados, a los que saludó uno por uno.

Otra “estrella”, tal vez de menor prestigio literario pero imbatible a la hora de las ventas, es Wilbur Smith, quien suele cazar palomas en Salta y que en el 2011 vino a la Feria del Libro. Se alojó en un hotel boutique y no tomó ninguna decisión sin antes consultarlo con su agente literario y su esposa, tres décadas más joven y que lo acompaña en sus viajes. A pesar de sus 78 años, durante cuatro horas no se movió de su silla para firmar ejemplares al público.

La Argentina sigue lejos de los principales polos de la cultura mundial. Sin embargo, sus lectores e intelectuales siguen atrayendo a decenas de escritores internacionales que año a año se avienen hasta estas tierras para intercambiar opiniones y seguir la ruta borgiana, autor que en muchos casos, ha inspirado sus propias obras.

por Milagros Belgrano Rawson

Galería de imágenes

Comentarios

Noticias anteriores de "Costumbres"