Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 27-01-2012 12:45

De vacaciones hasta junio

Está solo y deprimido en Uruguay y no quiere volver “hasta mitad de año”.

Sí, mi amor. Después te llamo. Ahora estoy haciendo unas compras”. El que habla es Eduardo Duhalde. Acaba de cortar una comunicación con su hija en el lobby del hotel Conrad, en Punta del Este, donde decidió pasar unas vacaciones para intentar recuperarse del bajón que sufrió luego de la durísima derrota en las elecciones de octubre. En su entorno aseguran que aun está golpeado y que por estas horas evalúa dejar, otra vez, la política. “No quiero hablar ni dar entrevistas. Estoy desconectado y ni siquiera leo los diarios. Hasta mitad de año me voy a guardar. Ahora solo estoy descansando”, se excusó ante NOTICIAS mientras se escabullía en el casino del hotel.

Pum para abajo. Llegó a Punta a principios de enero. Primero se alojó en la casa de su hija en Punta Ballena junto a su esposa Hilda “Chiche” Duhalde, quien volvió a Buenos Aires a mediados de mes y lo dejó en soledad (ver recuadro). Cuando su esposa partió, él se mudó al hotel Conrad, donde disfrutó de largas jornadas de póker en el casino. Se alojó en la habitación 1703, una suite que cuesta 700 dólares la noche. Pero el ex presidente no pagó un peso. Un amigo suyo y jugador habitual que cuenta con una habitación de cortesía le hizo la reserva.

Para paliar el golpe que casi acabó con su carrera política, Duhalde se sometió a tres tratamientos relajantes en el spa. Los nombres son poéticos: “Luz del Mediterráneo”, “Apacible paraíso” y “Gemas preciosas”.

También hizo varios pedidos a la habitación. El 20 de enero encargó un salmón ahumado con hojas verdes y vinagreta y al día siguiente pidió jamón crudo con queso philadelphia, melón verde y agua sin gas. La comida fue su aliada para calmar el bajón. Glotón, también saboreó un salmón mediterráneo con ensalada caprese, perfumado con aceite de aceitunas negras.

Probó suerte con la pesca para despejarse de la depresión, pero no tuvo suerte. No pescó ni una corvina.

por Nicolás Diana

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