Con muy poco equipaje y dinero, pero aferrado tres valiosas cartas de presentación, el novato sacerdote tucumano Uladislao Gutiérrez (22 años) arribó a Buenos Aires a comienzos de 1846. Lo primero que hizo fue entregar la correspondencia. Los destinatarios eran hombres muy poderosos en la ciudad: el Brigadier General y gobernador Juan Manuel de Rosas, al deán de la Catedral don Felipe de Elortondo y el potentado Juan Benito Sosa, comprovinciano de Uladislao. ¿Por qué el sacerdote tenía tan buenas recomendaciones? Porque era sobrino de Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán, federal y rosista.
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por Daniel Balmaceda
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