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DEPORTES | 03-02-2012 13:36

Pasión a pedal: ocaso y renacer

Tras sobrevivir a una quiebra en 2003, sus dirigentes apuestan a la sangre nueva local.

El ciclismo argentino murió el 22 de mayo de 2003, día en el que el juez Juan Garibotto, tras recibir un pedido de los ex empleados de la institución, de Aguas Argentinas y de la AFIP, decretó la quiebra de la Federación Ciclista Argentina (FCA). Fue el punto final después de dos décadas a puro autoboicot, las del '80 y '90, que aniquilaron el boom precedente de los '50 y los '60, cuando gran parte del país llenaba el Velódromo de Buenos Aires o salía a las rutas para estirar sus manos y chocarlas con las de Juan Carlos Haedo o los hermanos Cosme y Remigio Saavedra, entre otros próceres en blanco y negro.

Pero el caos cubría todo a comienzos del siglo XXI y, con el Velódromo ya inutilizado y al borde del derruimiento, sólo se hablaba de síndicos, inhibiciones, martilleros, deudas impagables y de hasta un pedido de interdicción de salida del país: el magistrado temía una fuga del dirigente Hugo Wernly, presidente del FCA, quien a su vez se defendía asegurando que él había heredado el desastre. La institución acumulaba 17 intervenciones en los últimos años y sólo había 400 deportistas con licencias oficiales para competir. Juan Curuchet acusó aquel día en que las bicicletas tendrían que haber portado un crespón negro: "Fueron los dirigentes, los Alexandre (en referencia a Antonio y a Alfredo, padre y tío de Marcelo, campeón del mundo juvenil en 1981), los Wernly, los que llevaron al ciclismo a la quiebra. Que haya responsables".

El revivir.  A mediados de 2003, con el ingreso en funciones de la flamante Unión de Ciclismo de la República Argentina (UCRA) en reemplazo de la FCA, comenzó la resurrección. Fue un pequeño milagro en dos ruedas. Menos de diez años después, Argentina ganó lo que nunca había ganado: un título mundial (por Juan Curuchet y Walter Pérez en Melbourne 2004) y otro olímpico (la misma pareja, en Pekín 2008). El renacimiento, lejos de encriptarse en un par de triunfos aislados en la alta competencia internacional, también se extendió a los militantes amateurs del ciclismo: aquellos 400 sobrevivientes se multiplicaron hoy en 6.000 licenciados para competir oficialmente, además de los 40.000 aficionados que todos los fines de semana salen a pedalear, en grupo o individualmente, por las pistas y rutas argentinas.

En ese contexto, enero y febrero de 2012 es una fiesta del ciclismo en diferentes geografías de Argentina. El domingo 29 terminó ante una multitud el VI Tour de San Luis, la competencia de América Latina mejor calificada por la Union de Ciclismo Internacional (UCI) y que suele ser interpretada por sus competidores —varios de los mejores del mundo— como una puesta a punto para el Tour de France. Si en 2009 ya había participado el italiano Iván Basso (doble campeón del Giro de Italia 2006-2010), este año los corredores fueron aún más reconocidos: ganó el estadounidense Levi Leipheimer, medallista de bronce en Beijing 2008 (en categoría contrarreloj) y tercero en el Tour de Francia 2007, mientras que segundo terminó el español Alberto Contador, triple campeón en el Tour de Francia 2007, 2009 y 2010, hoy considerado el mejor de todos.

La promesa. El tercero en San Luis fue un salteño de 22 años, Daniel Díaz, cuyo nombre habría que agendarlo como un promesa del deporte argentino. Es de esos atletas que huelen competitividad. "Cuando Daniel tuvo que elegir entre el estudio o el ciclismo, eligió el ciclismo. Es un chico muy responsable", relató su padre, también llamado Daniel. En San Luis, Daniel (h) corrió con una bicicleta de 3 mil euros. Las de Leipheimer y Contador cuestan 10 mil. "Si Daniel hubiese tenido la bici de esos dos monstruos, el resultado habría sido otro", aventuró su hermano y preparador físico, Gabriel.

"Correr el Tour de Francia es un sueño. Sé que es difícil, y por ahora ningún argentino participó, pero voy a intentarlo", contó Daniel (h) al regresar a Salta, donde fue recibido como una celebridad. Díaz se sumó al grupo argentino de élite en competencias de ruta, que sigue encabezado por los hijos del emblemático Juan Carlos Haedo: Juan José (30 años, considerado el mejor sprinter latinoamericano y primer compatriota en ganar una etapa de la Vuelta a España en 2011) y Lucas Sebastián (28), los hermanos que viven la mayor parte del año en Cataluña y compiten en el mismo equipo que Contador, el Saxo Bank (de Dinamarca).

El primer gran título de Díaz fue en 2009, cuando tenía 19 años y ganó la Clásica del Oeste-Doble Bragado, una competencia que, pese a las perpetuas falencias de su organización, es parte de la tradición nacional junto a las Vueltas de Mendoza y San Juan. La edición 2012 comenzó, justamente, el mismo día en que terminó el Tour de San Luis. Es una imagen que define la dinámica del ciclismo argentino: son días de acción. Un triple campeón del Tour de France dejó de correr en Argentina el domingo 29 (Contador) y ese mismo día empezó a hacerlo uno olímpico, Walter Pérez, en la Doble Bragado. El bonaerense que ganó la medalla de oro en Beijing 2008 junto a Juan Curuchet corría, hasta este domingo 5, por las rutas de Bragado, Pergamino, Mercedes, Junín, Chivilcoy y 9 de Julio en búsqueda de mejorar su preparación y conseguir un lugar en Londres 2012: la prueba (Americana) que lo consagró en China dejó de formar parte del calendario de los Juegos y Pérez pasó a pelear un lugar en otra categoría (Omnium).

Si se trata de apuntar más visitas ilustres no se puede soslayar la del español Miguel Indurain, el quíntuple ganador del Tour de Francia que, aunque ya retirado, corrió por primera vez en el país en una jornada que agrupó a corredores profesionales y amateurs en Mendoza y San Juan, en octubre pasado. Y entre los últimos logros resaltan el título panamericano de Leandro Messinero en Colombia 2011 y el subcampeonato mundial de Mauricio Quiroga en Italia 2010. "Volvimos a tener credibilidad", asegura Gabriel Curuchet, presidente de UCRA y hermano de Juan, en referencia a que la selección nacional recibe el apoyo del Enard, la Secretaría de Deportes y un sponsor privado (Vittal).

El barro. Es curioso. Toda esta reivindicación coincide con la versión más fraudulenta del deporte a nivel mundial. Los ciclistas son considerados farmacias en dos ruedas. Los mismos nombres de Basso y Contador están manchados. Sobre el italiano cayó en 2007 una sanción de dos años por doping positivo, mientras que el futuro del español se definirá esta semana, cuando el Tribunal de Arbitraje Deportivo resolverá lo que todos sospechan: que consumió clembuterol en el Tour de Francia 2010 (a nivel local, el argentino Alfredo Lucero, ganador del Tour San Luis 2009, fue sancionado en 2011 por doping). Incluso la UCI, la FIFA de este deporte, es acusada de manejarse sólo por ambiciones económicas.

En medio de ese lodazal, el ciclismo argentino sacó la cabeza, limpió su imagen y volvió a respirar.

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por Andrés Burgo

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