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COSTUMBRES | 24-02-2012 14:07

Nazis, justicia y propaganda

El juez que lleva el expediente más voluminoso por violaciones de derechos humanos en la dictadura explica su nuevo libro sobre el Holocausto. La justicia cómplice que justificó la locura hitleriana.

Juez federal de la Nación desde 2004, con una larga trayectoria académica que incluye un doctorado en Ciencias Penales por la UBA y una carrera como profesor de Derecho Penal en esa Universidad y en la de Rosario, Daniel Rafecas pide que la entrevista no sea en su despacho de Comodoro Py, sino en la editorial Siglo XXI que publicó su último libro, que saldrá en marzo. No se trata de un texto académico vinculado al Derecho, sino de un lúcido y pormenorizado análisis que sintetiza la mejor bibliografía sobre uno de los temas que más lo obsesiona: cómo pudo haber sido posible el Holocausto. En “Historia de la solución final. Una indagación de las etapas que llevaron al exterminio de los judíos europeos”, Rafecas investiga las etapas y factores previos que desembocaron en el mayor genocidio de la historia moderna. En un riguroso trabajo de investigación histórica realizado con la modalidad de una indagatoria judicial, Rafecas rastrea las motivaciones ideológicas detrás del odio a los judíos y de la limpieza étnica concretada en los campos de exterminio y las cámaras de gas.

No es la primera vez que Rafecas aborda la Shoá y sus implicancias sociales y jurídicas. Ya en el 2005 había escrito “El aporte de los discursos penales a la conformación de Auschwitz”. Además, es consejero académico en el Museo del Holocausto de Buenos Aires y dicta un seminario sobre Ciencias Penales y Shoá en el posgrado de la Facultad de Derecho de la UBA. Acaba de regresar de París, donde estuvo invitado por la UNESCO para disertar sobre las vinculaciones entre el Holocausto y el terrorismo de Estado en la Argentina. Rafecas tiene a cargo la causa del Primer Cuerpo del Ejército, la más vasta en cuanto a las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la última dictadura militar.

De origen católico, no tiene raíces familiares que lo vinculen con el Holocausto. “Quizás por eso tenga una distancia que me permita marcar los hechos con algún nivel mayor de objetividad”, señala.

Noticias: ¿Por qué este libro?

Daniel Rafecas: El punto de partida es responder cómo pudo haber sido posible que entre mediados de 1942 y principios de 1944, casi tres millones de personas hayan sido exterminados en los campos de concentración; otro millón y medio, fusilado detrás del frente oriental de la Unión Soviética, y otro millón de judíos, asesinado en los guetos y campos de concentración de todo el Tercer Reich. ¿Cómo semejante empresa criminal de proporciones inauditas pudo haber sido materialmente factible? La Shoá revela aspectos dolorosos y sumamente decepcionantes para la humanidad, pero hay que enfrentarlos y analizar cómo se llegó a ella.

Noticias: ¿Cuál fue su primera aproximación al tema?

Rafecas: A partir de advertir que el Derecho tuvo un papel muy triste en las primeras etapas del régimen nazi, allanándole el camino al régimen totalitario. A través de leyes y decretos, convalidado por los tribunales civiles, se les rebajó la condición de ciudadanos a los judíos alemanes y luego se los desposeyó de todos sus bienes. En un segundo momento, me atrapó la dimensión humana y las implicancias filosóficas y sociológicas que tiene Auschwitz.

Noticias: ¿Por qué define a este campo de concentración como “ese gran agujero negro de la modernidad”?

Rafecas: Porque hasta los años '30, había discursos que aseguraban que la humanidad evolucionaba hacia un progreso económico, social y cultural. La aparición de este campo de exterminio en 1942 significó un quiebre definitivo con esta idea. Pero esto no quiere decir que Auschwitz no sea un producto de nuestra sociedad, así como el agujero negro es un componente más del cosmos. Y por eso es tan importante estudiarlo.

Noticias: Como integrantes de sociedades “civilizadas” ¿no hay una resistencia a aceptar que Auschwitz sea un producto de nuestra modernidad?

Rafecas: Sí. Si pasó en la Alemania culta y refinada de mediados del siglo XX, podría pasar en cualquier otro lado. Otro régimen puede volver a combinar estos u otros elementos para otra catástrofe en cualquier momento. Por eso es tan importante detectar tempranamente los indicios que pueden desembocar nuevamente en un genocidio.

Noticias: Usted advierte en el libro que la Shoá no atentó solamente contra el pueblo judío sino contra la humanidad en su conjunto...

Rafecas: Sí, es creciente la conciencia acerca de esta certeza. Es muy fuerte en Europa, tanto en la clase política como en los medios de comunicación y la propia comunidad. La Shoá tomó un interés universal y no hay lugar en el mundo donde no haya estudios o cátedras que se dediquen al tema.

Noticias: ¿Qué objetivo se proponía la Solución Final?

Rafecas: Un objetivo inabarcable para la comprensión humana. Se pretendió hacer desaparecer el presente, el pasado y el futuro de todo un pueblo, como si nunca hubiera existido. Era tan inaudito que engendró un nuevo concepto, el de genocidio, que nació en 1944 a partir de los objetivos que se habían planteado los nazis respecto del pueblo judío.

Noticias: ¿En amplios sectores de la opinión pública persiste la impresión –casi tranquilizadora– de que la Shoá fue posible por un puñado de dirigentes psicópatas encabezados por Hitler?

Rafecas: Sí. Es la versión light. Pero semejante empresa criminal involucró a miles de autores y cómplices que colaboraron, a sabiendas de que estaba participando del extermino físico de hombres, mujeres y niños absolutamente inocentes. Prácticamente no hubo resquicio de las sociedades de los países bajo la égida del Tercer Reich que no hayan participado del exterminio físico: desde miles de funcionarios, burócratas y miembros de las fuerzas armadas hasta personas cultas, industriales y empresarios. Hubo fabricantes que proveían el cianuro de hidrógeno para las cámaras de gas y, en Auschwitz, se instalaron multinacionales alemanas para explotar la mano de obra esclava de los campos de concentración, a dos kilómetros de donde estaban las cámaras de gas.

Noticias: ¿Qué rol jugó la propaganda como discurso legitimador de la persecución de los judíos?

Rafecas: Fue clave, esencial. Está claro que toda la cúpula nazi era furiosamente antisemita y estaban embarcados en la destrucción del pueblo judío europeo. Pero ¿cómo hacían para comprometer en esa enorme matanza de millones de personas a toda la burocracia estatal? Ahí es donde los discursos legitimantes fueron absolutamente necesarios.

Noticias: ¿Qué argumentos se utilizaban?

Rafecas: Desde la identificación del pueblo judío con el bolchevismo, como el enemigo interno al que había que aniquilar igual que al combatiente en el frente bélico, hasta la idea del judío como parásito, la peste o la raza enemiga. Esta enorme cantidad de vertientes discursivas tenían como objetivo primordial racionalizar la complicidad en el proceso genocida y calmar las conciencias. Yo firmo estos papeles que significan miles de deportados a los campos de exterminio, pero lo hago porque Alemania, de otro modo, no va a sobrevivir. Lo hago porque los judíos se lo merecen por ser los culpables de la traición y la derrota en la Primera Guerra Mundial, y son los portadores del comunismo.

Noticias: Un antisemitismo latente que existía en Alemania y buena parte de la Europa ¿no sirvió como un caldo de cultivo al odio antijudío fomentado por los nazis?

Rafecas: Los nazis apoyaron su política antisemita sobre la base de algunos prejuicios latentes seculares, de muchos años, de la Europa central. Algunos de antisemitismo religioso y otros de antisemitismo moderno. Sobre eso, aportaron su propio discurso, sobre todo el del antisemitismo racial. Y así, allanaron el camino para las matanzas.

Noticias: Pero ¿cómo explica la actitud del pueblo alemán frente a su exterminio sistemático?

Rafecas: Creo que los nazis fueron avanzando y radicalizando su política contra los judíos, verificando la reacción de la opinión pública alemana. A ellos les gustaba que hubiera cohesión y acompañamiento entre el pueblo y el Führer. Entonces advirtieron que en las primeras etapas –cuando los judíos fueron rebajados de su categoría de ciudadanos, sometidos a la expropiación económica y a la emigración forzada–, la opinión pública acompañó. Pero cuando en noviembre de 1938 se produjo la Noche de los Cristales Rotos (N. de R. un linchamiento multitudinario a judíos en Alemania y Austria en las noches del 9 y 10 de noviembre de 1938), el pueblo no apoyó ese camino de violencia. A partir de ese momento, la política de Estado antijudía pasó a ser en buena medida secreta.

Noticias: ¿El pueblo alemán no sabía lo que estaba pasando?

Rafecas: No sabía la dimensión de la matanza. En el contexto de plena guerra, los alemanes de a pie tenían otras preocupaciones: bombardeos, escasez de alimentos y sus hijos en el frente de combate. Además, los campos de exterminio y los fusilamientos en el Este fueron secretos. Si se sabía de su existencia, era por rumores.

Noticias: ¿Y la actitud asumida frente a la cuestión judía por los restantes países de Occidente antes y durante la Segunda Guerra Mundial?

Rafecas: Esta es otra de las conclusiones dolorosas. Hubo un período entre 1933 y 1939 en el que las naciones de Occidente podrían haber reducido muchísimo la cantidad de víctimas de lo que después fue el Holocausto. Pero sus fronteras fueron cerradas a la inmigración de refugiados judíos europeos, que luego terminaron como víctimas. Como ciudadano de Latinoamérica, donde había especiales posibilidades de recibirlos, lo siento como un cargo de conciencia.

Noticias: Usted observa que en la historiografía dedicada a la Shoá se aborda el pensamiento y el accionar de Hitler y las SS, pero se subestima la influencia de la contienda bélica sobre el proceso que llevó a los campos de exterminio...

Rafecas: Los nazis tuvieron que ir adaptando la cuestión judía a las distintas alternativas muchas veces dramáticas que iba presentando la guerra, especialmente, contra la Unión Soviética. La cúpula nazi, por el desprecio que tenía por los eslavos y por el comunismo, estaba segura que iba a derrotar a la Unión Soviética, y de hecho estuvo muy cerca de hacerlo. La batalla de Moscú, en noviembre de 1941, fue el momento bisagra de la Segunda Guerra porque los soviéticos resistieron la ofensiva para tomar la capital y con el invierno, llegó la primera derrota de los nazis. De haber derrotado a los soviéticos, la Solución Final de la cuestión judía no hubieran sido los campos de exterminio, sino su deportación a las estepas siberianas para que murieran de frío, de hambre o fusilados.

Noticias: ¿Qué enseñanzas se pueden extraer del estudio del Holocausto?

Rafecas: En primer lugar, advertir que los peores peligros provienen siempre desde el Estado. Su poder bélico y punitivo es siempre muchísimo mayor que el de otros grupos sociales. La violencia del Estado debe ser la principal preocupación de los que defendemos el estado de derecho en la democracia. Es prácticamente imposible que si hay un Estado democrático, al mismo tiempo ese Estado genere un campo de concentración. Y por otro lado, después de Auschwitz, el Derecho nunca más les puede proveer discursos jurídicos a las maquinarias estatales autoritarias.

Noticias: ¿Qué semejanzas encuentra entre los métodos del nazismo y los utilizados por la última dictadura militar en el país?

Rafecas: En ambos casos se trató de terrorismo de Estado, fueron suprimidos por completo derechos y garantías de los ciudadanos, se definió a un sector de la población como enemigo irreconciliable y se impuso una política de Solución Final. En un caso, de de la cuestión judía y en el otro, de la cuestión subversiva. El 24 de marzo de 1976 se pone en marcha la Solución Final: el exterminio físico de todos los integrantes de esas organizaciones. Otro aspecto es el antisemitismo de la maquinaria represiva argentina. Un cautivo de condición judía era objeto de un particular ensañamiento, era doblemente torturado y tenía mayores chances de ser asesinado. Los oficiales de inteligencia o jefes de los centros clandestinos tenían una marcada adhesión por los ideales del nacionalsocialismo. Por último, en los centros de detención de la dictadura argentina, todo cautivo era de forma sistemática sometido a un proceso de deshumanización y despersonalización. Dejaba de tener nombre, no podía hablar, estaba tabicado y se lo ponía en una cucha. Una suerte de estado entre la vida y la muerte. Este proceso tuvo un notable paralelismo con el proceso de deshumanización de los campos de concentración del régimen nazi. En ambos casos, esta situación facilitaba el exterminio físico de los prisioneros porque, para los perpetradores, ya dejaban de ser personas.

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