Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 08-03-2012 12:11

El legislador burlado

La Real Academia Española se opone a las reglamentaciones antisexistas en la lengua. Las feministas reclaman. ¿Quién tiene razón?

La Real Academia Española se ha puesto nerviosa. Tal vez por eso el día 4 de marzo pasado el diario El País publica una nota firmada por uno de los académicos –el doctor Ignacio Bosque– aunque dice contar con el beneplácito del resto de los integrantes y de las Academias de otros países, la de Argentina incluida. El motivo: están muy enojados porque organismos gubernamentales españoles, de diferente nivel, han dictado sus propias normas lingüísticas con el objetivo de evitar el “sexismo” en la lengua.

No se trata de algo nuevo sino de algo que podemos comprobar a diario: escuchamos y leemos “todos y todas”, “los beneficiarios/as”, “los alumnos y las alumnas” y hasta grafías alternativas supuestamente no sexistas como “l@s docentes”.

Bosque repudia todas estas recomendaciones porque no han consultado a especialistas en lingüística para redactar estas propuestas o directivas, porque la forma (masculina) “todos” en una frase como “todos deben escribir bien el español” engloba de modo evidente a hombres y mujeres y porque la Real Academia Española es el único órgano que debe y puede decidir qué está bien o mal y cómo se escribe. En efecto, le parece terrible que una guía de normas de redacción de un ministerio de la Generalitat Valenciana explique que “un periodista no debe escribir ‘Los españoles irán a las urnas el próximo domingo’ porque las mujeres pueden sentirse discriminadas sino ‘La población española irá a las urnas el próximo domingo’”. Para Bosque y la RAE, con decir “los españoles” es suficiente; en caso de no sentirse incluidas las mujeres, parece ser su problema, o, tal vez, que no han estudiado gramática en la escuela.

No es este el lugar ni contamos con el espacio suficiente para discutir semántica con Bosque, pero sí podemos decir que piensa que el lenguaje es un simple instrumento de comunicación, que los hablantes pueden elegir de modo indistinto una forma u otra, como entre “perro” y “pichicho”, según la situación y el contexto. Sin embargo, el uso del lenguaje es altamente ideológico, se puede descalificar o valorar, por ejemplo si elijo decir “ese pibe me quiere sacar el puesto” en lugar de expresar “el arquitecto nuevo aspira a tener mi puesto”. En el primer caso es obvio que deslegitimo la actividad de mi adversario.

Hace ya mucho tiempo que distintas organizaciones vienen trabajando contra todo lo que consideran sexista, discriminatorio u ocultador de la mujer en la sociedad. También en el uso del lenguaje, en ejemplos como los que prohíbe la central sindical UGT y que el mismo Bosque reconoce como sexista: “Los directivos acudirán a la cena con sus mujeres”. Efectivamente, una frase como esta le otorgaría al género masculino la dirección y al femenino el de acompañamiento o, dicho de otro modo, todos los directivos son hombres.

Si aceptamos que este movimiento existe, es obvio que va a reflejarse en el uso del lenguaje. La RAE, preocupada por las directivas no sexistas, no protesta por las novedosas expresiones “hipotecas subprimes” o “activos tóxicos” ¿por qué protesta, entonces? Las lenguas particulares están en permanente movimiento: incorporan palabras y expresiones al tiempo que otras dejan de usarse. Es la RAE la que históricamente cambia gramáticas y diccionarios para adecuarlas al uso, y no al revés. Estudiamos la lengua del lugar en que nacimos y crecemos pero la utilizamos creativamente, en contextos históricos determinados y para contribuir a cambiar lo que no nos gusta. Si los y las cocineros y cocineras quieren que llamemos “omelette de finas hierbas” al que lleva huevos revueltos, perejil y ciboulette (para mí, con verdeo es igual) ¿por qué las feministas no pueden pedir sus propios cambios o pedir cambios de norma?

Si el gran Cortázar no hubiera inventado y escrito la palabra “cronopio”, ¿cómo hubieran llamado al mamífero que tuvo a los dinosaurios como vecinos hace 95 millones de años, descubierto en Río Negro?

En lo personal, no me gustan más normativas que las ortográficas, porque de lo contrario sería difícil que nos entendiéramos. Me molestan las normativas feministas, pero también las de la RAE, que me robó la ché, la elle y la erre. Pretender tener el monopolio de afirmar qué es lo correcto, demuestra pedantería e impotencia.

*Doctor en Lingüística y Profesor Titular de Sociolingüística en la UBA.

por Alejandro Raiter

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