Es distinto de todos. Es artesanal. El programa lo inventa él. Su estilo respeta dos puntos básicos: 1): Una radio la hacen sus voces. 2): Las radios pertenecen, también, a los que la escuchan (y a los que están detrás del micrófono).
Es probable, por otra parte, que en épocas de confrontación Hanglin pueda convocar conflictos ideológicos. Porque propone lo que está en la esencia del mundo global: vivir con la menor represión posible y con la mayor comprensión deseable. Algo así como consagrarse a una epopeya light y hedonista que se contraponga a las vicisitudes diarias. Ante esa postura, las izquierdas se sienten incómodas y los fanáticos exponen machismos arrabaleros.
En una radio que hace gigantismo, Hanglin escribe con letra chica; mientras otros piden gas a los gritos, Hanglin anda por la playa nudista, haciendo el Saludo al Sol (del Yoga). Pero lo cierto es que el oyente, en su programa, como en ningún otro, tiene un espacio verdadero. Y que encuentra en él un lugar donde contar sus historias, a veces fascinantes. De tal manera, salen al aire los argentinos que andan por el planeta y narran experiencias; o los que tuvieron encuentros con aparecidos y finados o fueron atacados en la oscuridad por seres de ultramundo.
Sin caer en la procacidad, a la hora de la siesta, desfilan por Radio 10 cónyuges infieles, consortes que arrastran pesadas cornamentas, acreedores al podio de la excitación perpetua, parejas que solo comulgan a través de un tercero y seres deseantes dispuestos a reinventar el amor.
El mayor hallazgo sigue siendo “El gato y el zorro” (de martes a viernes a las 17) con Mario Mactas. Entre ambos componen un memorable dúo de muchachos ya otoñales, pero todavía traviesos. Y hablan por ejemplo de la vaca que se enamoró del peón que le hace inseminación artificial y que, entonces, empezó a cuidarse en las comidas.
En el ciclo se presentan nuevos personajes o se renuevan los antiguos: Cabroni el andropáusico o Manso dominado por su mujer y seducido por la mucama. Y todo al aire sale limpio por el buen trabajo de la producción (Ana Maccaroni y Jorge Bonafont). La ausencia de Fátima Slame (vacaciones) sirvió para admitir que María Isabel Sánchez, que la suplió, es una gran locutora.
En cuanto a los columnistas, Silvia Freire oficia de pitonisa (asegura que “si duele la espalda baja es por temor a quedarse sin dinero”) y se acomoda al programa. Mario Mactas agrega su columna de pensamientos arbitrarios y Elio Rossi, con el bisturí entre los dientes, despelleja el mundo del deporte y a las barras bravas. Pero también hay notas muy serias sobre educación escolar, conflictos de pareja y temas cotidianos. Además, Rolando Hanglin es un gran entrevistador. Escucha con sabiduría y logra, con su entrevistado, que la palabra “nosotros” se convierta en la primera persona del singular.
por Luis Frontera
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