El Chelsea era –hasta el 2003, cuando fue comprado por el magnate ruso Roman Abramovich–, un actor de reparto en la Premier League inglesa. En una trivialidad similar reptaba el Manchester City hasta el 2008, cuando pasó a ser propiedad del jeque Mansour bin Zayer Al Nahyan, de Emiratos Árabes. Eran dos clubes que, más que competir, solo participaban.
Pero el fútbol ya no es solo un deporte en el que juegan once contra once, sino una industria en la que juegan millones contra millones. De dólares, claro. La inyección de petrodólares, desde Rusia y desde el Golfo Pérsico, fueron una bisectriz. El Chelsea, que hasta entonces había ganado una sola vez en la liga inglesa (en 1955), triplicó sus éxitos a nivel local (se quedó con la Premier en 2005, 2006 y 2010) y el sábado 19 terminó de hacer cumbre en el Everest del fútbol europeo: venció en la final al Bayern Münich y salió campeón de la Champions League.
Más información en la edición impresa de la revista
por Andrés Burgo
Comentarios