A veces, los periodistas son cronistas de una historia urgente (Kapuscinski sobre Angola, Tomás Eloy Martínez sobre Perón o Jorge Masetti sobre el Che). Otras, sus investigaciones de fondo aspiran a conseguir pruebas que resistan el paso del tiempo (Bob Woodward sobre la CIA, Verbitsky sobre la justicia menemista o Kirschbaum-Van Der Kooy-Cardoso sobre Malvinas). En cualquier caso, la pretensión es escribir el primer borrador de la historia, sobre el que luego vuelvan otros periodistas o historiadores para estudiar si lo que se dijo tiene algo que ver con lo que efectivamente sucedió.
A los periodistas de newsmagazines como NOTICIAS, Time o Der Spiegel, les suele tocar el doble rol de ser cronistas de temas calientes y, a la vez, investigadores de largo aliento. Cuando no, ser protagonistas ellos mismos de la actualidad. De hecho, la mayor parte de las investigaciones históricas sobre el último cuarto de siglo de la Argentina, cuentan en su bibliografía con pasajes, personajes o datos extraídos de NOTICIAS. Con ella y sus periodistas se debate, se los refuta o se los cita, en libros tan variados como “El Flaco”, de José Pablo Feinmann; “Él y Ella”, de Luis Majul; “El atroz encanto de ser argentino 2”, de Marcos Aguinis; “La Presidenta”, de Sandra Russo; “18.885 días de política”, de Carlos Corach; “Wikimedialeaks”, de Martín Becerra y Sebastián Lacunza; “Historia de la clase media argentina”, de Ezequiel Adamovsky; o “Trece meses cruciales en la historia argentina”, de Roberto Lavagna; para mencionar solo una muestra de trabajos recientes de diferentes géneros y autores.
Parece normal que esto sea así: si el periodismo es la primera fuente de la historia, una revista como NOTICIAS es una fuente privilegiada para aquellos que, como los llamaba Graham Greene, son especialistas en estudiar el futuro cuando este ya pasó.
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