Pepe Reina, el histriónico arquero suplente, acapara el micrófono, como en cada festejo, y lidera la fiesta española. A su lado, Andrés Iniesta, el “Cerebro” del equipo, saluda a las más de 35.000 almas que se agolpan en la plaza de las Cibeles, en Madrid, para recibir a sus héroes, tras conseguir la histórica triple corona.
La imagen ya es tan habitual en las retinas de los hinchas que muchos prefieren no asistir. Otros, en cambio, optan por aislarse un poco de un contexto económico colapsado y presencian la celebración roja. Al menos por un rato, por unos días, los fanáticos olvidan los pesares cotidianos.
La euforia esconde una realidad que abruma. Números que, por sí solos, asustan: 25% de desempleo, 500 puntos de riesgo país y la utópica meta del 5,3% de déficit trazada para el 2012 quedan en un segundo plano.
Parece una paradoja, pero España asiste a su Edad de Oro de fútbol, al tiempo que su economía se desmorona a un ritmo vertiginoso. Es la Biblia y el calefón. El pan y circo romano del nuevo siglo. Mientras cientos de miles de personas son lanzadas al abismo, el fútbol español vive su época dorada: dos títulos europeos consecutivos (2008 y 2012), con el intermedio del título mundial obtenido en Sudáfrica 2010. Galardones que, a esta altura, no logran huir de la ruinosa situación económica.
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por Damián Cáceres
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