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POLíTICA | 11-07-2012 01:29

"Soy tío de la autora de los muñecos K"

En NOTICIAS, salimos a buscar "la verdadera historia detrás de la muñequita de Cristina" y me encontré con un familiar.

Un periodista es, ante todo, un buscador de historias. Un cazador desnudo en su subjetividad, apenas protegido por el utópico escudo de “lo objetivo”. Las armas clásicas de su oficio, varias de ellas lamentablemente en desuso, son tan sencillas como el olfato, la pregunta y la repregunta.

Antes que obligaciones protocolares serán antídotos amargos y tediosos contra el prejuicio propio. ¿Cuántas veces la más atractiva hipótesis termina sepultada por el cotejo de los hechos? Es rarísimo y a la vez electrizante que, durante la pesquisa de una historia, uno choque de bruces contra la de uno mismo. Cuando algo así acontece es como que la subjetividad se raspa, la piel se eriza y el ego se predispone sin explicación racional a una indefinida clase de batalla.

Antes de contarles qué cuernos tendré que ver yo con los muñequitos de trapo que mostró Cristina Kirchner el lunes 2 (ahí radica el nudo de esta columna), recordaré que la última vez (la única vez) que me pasó algo así fue en noviembre del 2006, cuando la Justicia determinó que Martha Susana Holgado era definitivamente hija sanguínea de Eugenio “Meño” Holgado, mi tío abuelo, y no de Juan Domingo Perón, tal como ella reclamara hasta casi el último de sus días.

Al escribir aquella nota para el diario Perfil creí que resultaría interesante recrear el contexto de mitos, fantasías, nombres ficticios, bohemias, extraños personajes y desbarrancos económicos en que se crió, creció y envejeció quien fuera prima hermana de mi padre. Pues bien: así como soy sobrino segundo de la falsa hija de Perón, soy tío segundo de la auténtica autora de los ajetreados muñequitos que fueron noticia esta semana. Les hablo de la artista plástica y artesana Laura “Laly” Baliner, además auténtica esposa de Andrea y auténtica madre de Gaspar y Miguel. Si alguien se encandilara con unos ojazos celestes de Juan B. Justo para allá, ni lo dude: son los de Laly.

Debería ir confesándoles que al enterarme por casualidad de que era ella la fabricante de dichas miniaturas de tela horas después del acto en que CFK reglamentó la Ley de Identidad de Género y decretó la igualdad de derechos de los hijos de "matrimonios igualitarios", aparte de la letra se me mezcló un poquito la música familiar.

Trataré de explicarme. Resulta que un tío directo de Martha Holgado, es decir, hermano de su padre verdadero y a la vez de mi abuela paterna, Benjamín Holgado Barrio, reportó allá por los ‘40 como primer violín de la orquesta de Ángel D’Agostino. Hay un solo legendario de Benjamín en la versión del tango “Tres esquinas” inmortalizada en la voz de Ángel Vargas.

Tres esquinas - Angel D'Agostino y Angel Vargas by noticiasrevista

De aquellos humos saldría quien fuera el abuelo materno de Laly Baliner. Me refiero a Ismael Spitalnik, quien de pantalones cortos debutara en la orquesta de Horacio Salgán, se consagrara luego como bandoneonista del enorme Osvaldo Pugliese y enamorara perdidamente a Turi, la hermana mayor de mi papá. El tío Ismael fue, acaso, el más brillante orquestador de la era dorada del tango. Sobre todas las bonitas piezas que compuso se destaca “Bien milonga”.

Cuando Pugliese cumplió 80, tocó con él en el Colón. Era un comunista de los de antes. Sensible y cerebral. Vehemente hasta que duela. Sería oportuno resaltar que, vericuetos de la genética y vueltas de la vida mediante, nada emparenta la megalomanía de la tía Martha Holgado con el emprendimiento artesanal de Laly, mi sobrina segunda. Casos opuestos, equiparables por el absurdo.

Una se jugó entera por una identidad ficticia surgida quién sabe de qué locuras, conspiraciones e intereses. La otra definió su propia identidad contra el viento y la marea de una sociedad afecta a los placares y logró que sus mellizos con dos madres tengan iguales derechos que los hijos de un papá y una mamá. Nadie me protege a mí, en todo caso, de la incómoda, divertida, y por qué no lisérgica sensación de haber sido atravesado por un peronismo mágico, metaforizado en la omnipresencia de líderes que, muertos y amputados o vivitos y coleando, se la pasan hurgándonos las venas, las canciones o, ahora muñequizados, tales o cuales espacios del living.

Tantos años sin vernos y vengo a saber por un redactor de NOTICIAS que Laly y yo vivimos en la misma calle con diez cuadras de diferencia. Cualquier familia puede bifurcarse o hasta trifulcarse (no es el caso) sin que ello descarte la natural familiaridad del próximo reencuentro.

Es falso que CFK lanzó al mercado una línea oficial de muñequitos. Tan inexacto como que todos representan íconos K: hay Alfonsinitos, Menemitos, Fernanditos, Lennonitos, VanGoghitos e infinidad de artistas, patriotas o celebridades de casi todo pelaje, todos en diminutivo. No es falso, en cambio, que la Presidenta los conocía desde antes del lunes 2, como tampoco, desde ya, que los políticos suelen usar lo que venga para promocionarse a sí mismos. Ni es mentira que fue gracias al entorno presidencial que las miniaturas llegaron hace unos días al Museo del Bicentenario para ser puestas a la venta (en consignación) al mismo precio que estaban en mercadolibre.com desde hace más de un año y medio: de 65 a 85 pesos por unidad.

El desembarco de las criaturitas de trapo en la Rosada habría formado parte de una especie de “guerrilla toy” entablada por la ONG de madres lesbianas “Lesmadres”, en la cual milita Laly Baliner. La idea: hacerles llegar a la Presidenta y sus ministros, por intermedio de quien fuera y todas las veces posibles, muñequitos con mensajes tendientes al reconocimiento de los derechos que, finalmente, se les acabaron de reconocer el lunes 2. Laly y las suyas son filokirchneristas. Más bien cristinistas, se me figura. Y no podría ser de otra manera, tratándose de una porción muy activa de una minoría que antes contaba con un registro cero de sus necesidades.

Sería temerario afirmar que la mayor parte de la comunidad gay se ha vuelto K en estos años, aunque no tanto suponer que produjo ese giro gran parte de su militancia organizada. La errónea difusión del lanzamiento de una colección de Barbies y Kens pingüinos enojó a quienes habían ido a Balcarce 50 para un evento que abulonó el lugar de la Argentina entre los diez países más progres en materia de derechos civiles.

La mala data más su inexperiencia mediática y la tendencia oficialista a desconfiar de "la corpo", cuando no a despreciarla, convirtió el enojo en furia ni bien estallaron las redes sociales, empezando por Twitter. El hashtag #ElMuñecoDe fue la consigna más repetida durante casi un día entero en base a ocurrencias desopilantes y barbaridades irreproducibles. Yo mismo tuitié: "Si a #ElMuñecoDe Mariotto le ponés una moneda dice Patria", borrándolo apenas advertí que nadie creería en la inocente doble alusión a las veces por minuto que el vice de Daniel Scioli pronuncia esa palabra y a la imagen de los "veinte centavos en la ranura para ver la vida color de rosa" de que hablaba el poeta Raúl González Tuñón.

No debería tomarse como una ofensa el señalar, sin embargo, que la exhibición de CFK significó una extraordinaria promoción para los muñes de Laly Baliner. Horas antes, extrapolando ejemplos, Jorge Lanata había mostrado en su programa la última tapa de NOTICIAS, con Fátima Florez en el papel de Presidenta. No era tal el tema de la emisión ni esta revista le pertenece, pero le agradecí de inmediato el eventual (y desinteresado) efecto publicitario. Si hasta gente muy querida por Laly deseó en Facebook que, como en el final de una película de Martin Scorsese, apareciera un gran inversor para industrializar sus muñecos.

Otra curiosidad. En octubre pasado, cuando sacamos en tapa a una CFK tipo dibujo animado bajo el título “Cristilandia”, en NOTICIAS evaluamos desarrollar ese código humorístico fabricando muñecos de trapo con las imágenes de los principales referentes del Gobierno. Desechamos la idea por cara y editorialmente riesgosa: no queríamos que se nos viera ensalzando a las autoridades ni faltándoles el respeto. Con similar dualidad percibí a los de Laly, sin saber que eran de ella. Medio una genialidad. Medio una apuesta redoblada a la ficción K. Para discernir la contradicción fue que encargué esta nota. Y de puro tanguero acabé redactándola yo mismo.

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