El relato que comenzó como una ficción funcional a la lógica laclauniana de diseñar enemigos imaginarios prestos a vencer, llegó a caricaturas como convertir a Lanata en el enemigo público número uno de la Argentina.
Además:
Su incómodo pacto con Clarín, los cálculos del Grupo y los gritos de: “¡Lanata Presidente!”.
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