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SOCIEDAD | 24-10-2012 13:12

Quién es Paula, la "amiga íntima" de Soria

Los detalles que se conocieron sobre la mujer por la que enloqueció Susana Freydoz. Obsesión, espionaje y persecuciones antes del crimen.

En el último tiempo, antes de gatillar la pistola que la dejó presa, Susana Freydoz (61) estaba obsesionada con una sola mujer: Paula, una kinesióloga de 36 años, que ella sospechaba había conquistado a su marido, Carlos Soria. La voracidad de Freydoz por descubrir quién era la mujer que amenazaba su matrimonio había alcanzado un punto tal que llegó a pedir ayuda a sus amigas para espiarla. Pero como ninguna aceptó, fue ella sola a montar guardia a la casa de la supuesta amante para ver si los descubría. “Si los veo juntos, los reviento”, amenazó Freydoz, según la declaración de su amiga Elena Müller, que se conoció esta semana en el comienzo del juicio por el asesinato del gobernador de Río Negro.

Durante la lectura de la requisitoria también se reveló que Freydoz había ido hasta el lugar donde supuestamente trabajaba Paula, en la sede de General Roca de Adanil (Asociación de Ayuda al Niño Lisiado). La espiaba en cada lugar donde podía. Pero el momento de mayor tensión en esta persecución, según se supo en Tribunales, fue el día en que la esposa de Soria llamó a la presidenta de la Fundación y le dijo: “No entiendo cómo podés tener trabajando a ese ‘gato’ ahí”.

Carlos Soria era un asiduo visitante a esa institución, al aportar fondos o donaciones de equipamiento. Varias profesionales de la asociación también lo habían atendido por una rehabilitación física que tuvo que hacerse.

TELÉFONO. Freydoz tenía una fijación particular con el celular de su marido. Cada vez que podía, se lo sacaba para revisarlo. Miraba los mensajes de texto y anotaba las últimas llamadas entrantes y salientes para luego comunicarse con esos números, uno por uno, desde otra línea. Ella decía que lo hacía “para ver si lo llamaba alguna chirusa”. Todo el empeño que Freydoz dedicaba en descubrir las infidelidades de su marido un día tendrían su fruto.

Soria ya tenía experiencia en romances clandestinos y trataba de no dejar pistas, por lo menos, al alcance de su esposa. Sus amigos de la política lo definían como un “picaflor” y sus enemigos como un “pirata”, en referencia a la canción de los Auténticos Decadentes. Soria procuraba borrar de la bandeja de entrada todos los mensajes de texto que lo podían comprometer, pero la noche del 22 de diciembre del 2011 olvidó eliminar uno que había enviado él. El destinatario era Paula y el mensaje decía: “A pesar de todo te extraño”. A partir de ese momento, la relación Soria-Freydoz se volvió insostenible. Los compañeros peronistas de toda la vida comentaban que él se quería separar, pero que cada vez que sacaba el tema, ella amenazaba con tirarse del sexto piso que tienen en la calle Italia de General Roca.

Soria, al haber sido electo gobernador, tenía planes de mudarse solo a la residencia oficial en Viedma, pero esa idea le cayó pésimo a Freydoz porque días antes de la asunción, ella había estado en la residencia para ver cómo la decoraría. Según confiaron dos funcionarios a esta revista, el ex gobernador pretendía ubicar a Paula en alguna secretaría para que tuviera que mudarse también a la capital provincial y así poder tenerla cerca. La presencia de su esposa en Viedma no dejaría lugar a esa doble vida.

Cuando las amigas de Freydoz notaron el nivel de malestar que provocaba en ella los ataques de celos que tenía, le aconsejaron divorciarse, pero Susana no estaba dispuesta a entregar a su marido. “Yo no se lo voy a regalar a ninguna chirusa”, le respondió a su amiga Elsa Romagnoli y hasta había pensado en contratar a un investigador privado. Los hijos también le dijeron que si seguían las peleas y la situación era insostenible, lo mejor era divorciarse, pero su madre les dejó en claro que la ruptura matrimonial no era una alternativa. “Con 60 años no me voy a separar. Ustedes no se van a hacer cargo de mí y él se va a ir con una pendeja”, afirmó Freydoz según relató Martín, el hijo mayor.

“Tu madre me está volviendo loco”, le confesó Soria en varias oportunidades a Martín durante la campaña por la gobernación. Carlitos, el otro hijo de Soria que también incursionó en política, era el jefe de campaña de su padre y lo acompañaba por casi toda la provincia, pero ni eso alejaba a Freydoz de la sospechas de infidelidad. La mujer del fallecido funcionario llegó a sospechar incluso que sus propios hijos toleraban –y le ocultaban– los deslices amorosos de su padre. “Ella le hinchaba bastante más el último año y medio; lo perseguía, estaba totalmente obsesionada; sospechaba de engaños pero yo no noté nada raro… Se lo pregunté a mi viejo y él me dijo que no, que mi vieja estaba loca”, le afirmó Carlos hijo al juez, según la requisitoria que se leyó el primer día del juicio. “En plena campaña me llamaba para ver si había otra mina”, contó el joven.

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por Rodis Recalt

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