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COSTUMBRES | 26-10-2012 12:11

El horrible año de Juan Carlos

Actividades económicas poco claras, dos hijos naturales y una multitud de romances hacen tambalear al jefe de la monarquía española.

Annus horribilis. Cuando termine el 2012, el rey Juan Carlos de España podría pronunciar la célebre frase latina, porque está atravesando el peor año de su vida. La fractura de cadera que sufrió durante una cacería en Botsuana, las revelaciones sobre una amante que la prensa define como “la segunda reina”, la inesperada aparición de dos supuestos hijos bastardos (naturales), las revelaciones sobre su fortuna, un libro explosivo que le atribuye 1.500 relaciones sentimentales y las dudas que brotaron sobre algunos episodios históricos, provocaron un derrumbe del prestigio de la Corona.

A los 74 años, el monarca tuvo que humillarse y pedir perdón a los españoles por su “comportamiento inapropiado”. “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”, afirmó.

El detonante que desencadenó esa diabólica reacción en cadena fue su viaje secreto a Botsuana, en abril pasado, para participar en un safari que cuesta cerca de 45.000 euros. Ese ritmo de vida tuvo el efecto de un electroshock en un país que padece la peor crisis económica de la historia. La fractura de cadera que sufrió durante la cacería obligó a repatriarlo en avión ambulancia y puso en evidencia la presencia de la empresaria danesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, una atractiva rubia de ojos verdes, que desde el 2006 es, al parecer, la pareja del rey.

Relación. La confirmación fue aportada por el diario monárquico ABC, protector incondicional de la casa real. “En España coexisten dos soberanas: la reina Sofía, de 73 años, casada con Juan Carlos desde 1962, y la provocativa princesa Corinna”, escribió también el diario La Stampa, de Turín.

A partir de ese momento, esa espléndida mujer de 47 años dejó de ser un secreto para convertirse en un problema. Hija del danés Finn Bönning Larsen, que durante más de 30 años fue el representante oficial de la empresa brasileña Varig en Europa, Corinna nació en Fráncfort –y no en Suecia, como se afirma habitualmente– el 19 de enero de 1965. En 1992 se casó con el potentado británico Philip Atkins, con quien tuvo una hija. Después de su divorcio, Corinna tuvo una relación con Gert Rudolf Flick, miembro de la familia que controla Mercedes-Benz.

Ganó título nobiliario gracias a su casamiento en segundas nupcias con el príncipe alemán Casimir de Sayn-Wittgenstein-Sayn. La pareja se divorció en el 2005.

Desde ese momento, trabaja como directora general de la Boss & Co Gunmakers, una prestigiosa armería británica. Una filial de esa empresa, Boss Sporting Agency, se dedica a organizar cacerías y safaris en África. Fue a través de esa empresa que entró en contacto con Juan Carlos.

Desde que conoció al monarca, Corinna se instaló con su hijo en una fastuosa residencia ubicada en la discreta zona del Pardo. Desde allí manejaba su empresa Apollo Associates, una especie de consultora de negocios que fue disuelta en abril último.

El aspecto más inquietante de esa relación son los daños colaterales que ha causado a España y al prestigio del monarca.

Esa mujer ambiciosa, que durante mucho tiempo se definía como “consejera estratégica del gobierno español”, acompañó al rey en varios viajes destinados a promover las exportaciones, incluyendo Arabia Saudita.

Algunas versiones aseguran que la relación de Juan Carlos con Corinna concluyó en mayo pasado. El rey admitió que, por razones de Estado, debía poner punto final a esa aventura. Corinna se radicó nuevamente en Londres. La relación actual con el rey, sin embargo, es un tanto ambigua porque Corinna estaba en Nueva York en septiembre durante la última visita de Juan Carlos a los Estados Unidos.

Los amigos del monarca, sin embargo, aseguran que efectivamente “el rey sacrificó a la dama”. Su lugar, al parecer, es ocupado ahora por Julia Steinbusch. Una joven alemana, de unos 30 años, que conoció a Juan Carlos a mediados del 2008 cuando llegó a España como estudiante.

Deterioro. Esa serie de desaciertos contribuyó, sin duda, a deteriorar la imagen de la Corona ante la opinión pública. La fortaleza de la institución reposa, en parte, en la imagen que tiene el rey ante la opinión pública. Ahora no se trata de salvar a Juan Carlos, sino de evitar hipotecar el futuro de don Felipe y, por lo tanto, de la institución.

Uno de los golpes más severos que sufrió la Casa Real estalló en el 2011 con el juicio por corrupción, malversación de fondos y falsificación de documento iniciado en un tribunal de Mallorca contra Iñaki Urdangarin, marido de la infanta Cristina. La pareja acababa de regresar a España después de vivir tres años en Washington, en una casa comprada en seis millones de dólares, cifra que desencadenó suspicacias sobre el origen de su fortuna.

En medio de ese chubasco de barro, la imagen de Juan Carlos volvió a ser salpicada por las revelaciones de  The New York Times sobre la “opaca fortuna” del rey. El diario menciona la cifra de 1.790 millones de dólares, dato que tiene nueve años de antigüedad y que apareció por primera vez en una lista publicada por la revista Forbes en el 2003.

El artículo 56 de la Constitución protege esa “opacidad”, pues determina que “la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. En la actualidad, la fortuna del monarca probablemente se ha duplicado. Pero las finanzas del rey son el resultado, al parecer, de una serie de operaciones y de amistades con algunos personajes poco recomendables.

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por Christian Riavale

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