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CULTURA | 23-11-2012 12:27

Historias de política y dinero

Pasión popular en el pasado, hoy está al servicio de los homenajes oficiales. Los coleccionistas mantienen vivos los secretos de un arte que mueve fortunas. Fotos.

No fue hace tanto. En los recreos, hubo un tiempo en el que era muy común ver a los chicos pasar horas clasificando estampillas. En álbumes prolijamente organizados, cada uno atesoraba su colección donde “las difíciles” eran las estrellas. Entre amigos, intercambiaban las repetidas en busca del modo de ampliar su compilado, como hoy cualquier niño cambia figuritas en pos de llenar el último álbum de moda.

Hoy las estampillas ya no son pasión de multitudes. Los únicos que mantienen incólume el amor por ellas son los coleccionistas. Ellos también son los guardianes de las historias de paz y de guerra que se esconden detrás de los más valiosos sellos.

Historia. Los primeros esbozos de nuestro sistema de correos se produjeron en 1748, cuando se estableció un envío regular de cartas y mensajes entre Potosí y Buenos Aires. Por aquella época se utilizaban “signos postales”, que indicaban el lugar de origen.

Mientras, el mundo iba comprobando la utilidad de los sellos adhesivos. Gran Bretaña fue el precursor, emitiendo peniques negros y azules con la imagen de una joven reina Victoria, que con el tiempo se convertirían en ítems de colección imprescindibles. En nuestra región, siguieron la línea Brasil y Chile. Y como Argentina aún no estaba unificada, la provincia pionera en poner a la venta sellos fue Corrientes, con un perfil de Ceres, la diosa de la agricultura. Continuó Buenos Aires, imprimiendo los bautizados “gauchitos” por valores de cuatro, seis, ocho y diez reales. Pero jamás vieron la luz, pues unos meses después el gobierno adoptó el peso como nueva moneda. Al año siguiente, se retomó la idea e imprimieron finalmente los sellos porteños, con un sol y un barco de paletas a vapor. Y hacia 1862, con la consiguiente unificación del país, aparecieron unas estampillas llamadas “escuditos”, con el nombre definitivo de Argentina.

Nuestra historia filatélica continuó con una serie de sellos grabados en acero y hechos en planchas de impresión que procedían de Francia e Inglaterra, al igual que la impresora, las tintas y la perforadora. Su viñeta mostraba al primer presidente, Bernardino Rivadavia. Los primeros sellos conmemorativos, en tanto, nacieron para festejar del aniversario del descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1892. Así nacía un gran método para evocar sucesos históricos, culturales o científicos y mostrar al resto del mundo aspectos interesantes del país.

Los elegidos. Como es natural, las estampillas que más llaman la atención son aquellas que presentan personajes conocidos. En la Argentina, figuras políticas como Perón, Illia, Frondizi, Evita (ver recuadro), Alfonsín y, más recientemente, Kirchner, son algunas de las que han logrado ostentar sus propios sellos. También personajes como los automovilistas y tocayos Juan Manuel Fangio y Juan Manuel Bordeu, el capocómico Tato Bores y el periodista Roberto Arlt, entre muchos otros.

Si bien aquí está prohibido realizar estampillas de gente viva –y esta es una medida que se repite en muchos otros países-, ya se sabe, hecha la ley, hecha la trampa. “Desde hace un tiempo se implementa un sistema para esquivar esta normativa”, explica Eliseo Rubén Otero, presidente de la Federación Argentina de Entidades Filatélicas, “y consta en ubicar a los personajes en la hoja block, no en el sello y el franqueo”. Así, en la estampilla propiamente dicha solo puede verse un pie o algún detalle de la imagen, en tanto los rasgos principales quedan alrededor. De este modo, grandes como Manu Ginóbili, Gaby Sabatini, Roberto De Vicenzo y Hugo Porta, por ejemplo, pudieron ser presentados en la partida “Ídolos del Deporte Argentino”.

Más información en la edición impresa de la revista.

por Vicky Guazzone

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