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RESTAURANTES | 22-02-2013 15:05

Cocina naturalista, colectiva y nómade

“Casa Félix”. Barrio Chacarita. Puertas cerradas/Cocina de autor. Jueves, viernes y sábados a las 21.30. Reservas en [email protected] o 15-4147-8100. Efectivo. Menú de 5 pasos (sin vino): $ 230.

Los restaurantes a puertas cerradas fueron la gran tendencia de la gastronomía porteña el último año. Amedrentados por los altos alquileres y los vericuetos del negocio, muchos chefs jóvenes encontraron un atajo en esta modalidad de servicio. Como en los paladares cubanos, muchos incluso abren la puerta de su propia casa a los comensales; otros alquilan un local para la ocasión, pero en ambos casos limitan la concurrencia a través de las reservas telefónicas y simplifican el trabajo de cocina y el servicio implementando un menú fijo en pasos, con maridaje de vinos optativo.

El fenómeno de este tipo de restaurantes no es nuevo en el mundo: en Francia se le llama “cuisine secrète”, en Inglaterra “underground restaurants” y en los Estados Unidos “supper clubs”. Sanra Ritten, oriunda de San Diego, California y su marido, el chef argentino Diego Félix, prefieren llamar “chef-house” o “club de cenas” a su proyecto “Casa Félix”. Sanra y Diego son precursores de esta modalidad de restaurante, ya que abren las puertas de su casa de Chacarita desde el 2008. La cocina de Diego Félix es “pescateriana y naturalista” pero, para evacuar los prejuicios carnívoros, vale aclarar que es sumamente sabrosa y creativa. Diego viajó por toda Latinoamérica, tomando secretos e ingredientes de la cocina de cada país; se instaló unos años en México y luego, siguiendo a Sanra, se estableció en San Francisco. Criado en una familia macrobiótica en Ciudad Evita, Diego siempre encuentra el atajo para que sus platos sean sanos y para ello pone un gran encomio, junto a su mano derecha Álvaro Zapata, en el cuidado de la huerta/jardín de “Casa Félix”, de donde provienen gran parte de las hierbas y vegetales de los platos. El menú cambia cada semana, así que en esta nota haremos referencia a los del día de nuestra visita. La cosa funciona así: a las 21.30, una vez llegados los 12 comensales de la noche, el tour comienza en el jardín.

Allí todos comparten un aperitivo acompañado con algo para picar (queso fontina envuelto en hojas de chayote con arrope de chañar). Luego se pasa al restaurante en sí, que funciona en el patio o en el interior de la casa, según el clima. Allí se sirve una botana (camarones enchilados sobre causa limeña, salsa de burrito y yogur orgánico; pepinos, jalea de ají amarillo y flores de jazmín); luego una ensalada (verdes con hierbas y flores del jardín, cremosísima burrata con mermelada de higos y rocoto y almendras tostadas); y, luego de un intermezzo para limpiar el paladar con una granita de melón y cedrón, se pasa al plato principal: un salmón blanco asado sobre remolachas y tomatican, con papas púrpuras. De postre, panna cotta de lavanda, mamón, mango y ciruela.

La cocina, como la naturaleza, no tiene fronteras. Para probarlo, en los meses de invierno argentino Diego y Sanra mudan su colectivo gastronómico al hemisferio norte, abriendo “células anarquistas” de su restaurante en los Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico o donde haya estómagos curiosos que los llamen.

por Fernando Vidal Buzzi

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