Thursday 28 de March, 2024

LIBROS | 27-03-2013 19:24

Los sacudones

“Después del terremoto”, de Haruki Murakami. Tusquets, 190 págs. $ 118.

En 1995 un terremoto arrasó la ciudad de Kobe, en Japón. Cinco años después, en el 2000, Haruki Murakami reunió esta media docena de relatos, recién traducidos. Todos en algún momento tocan el tema del terremoto, de refilón. En el primero, por ejemplo, una mujer se pasa cinco días mirando sin parar las noticias en el televisor. Después se va, para siempre, y empieza el cuento propiamente dicho. El protagonista trabaja en una empresa de equipos de sonido. Cuando la mujer desaparece (escena repetida en las novelas de Murakami) queda flotando con su vida emocionalmente escueta, pobre, conoce a dos mujeres, y le cuentan una anécdota relacionada a la vez con los osos y el sexo.

El terremoto aparece siempre así, tangencial: en una pantalla, en una conversación, en el recuerdo reciente. El tono de Murakami mezcla sabores occidentales y orientales, típicamente japoneses, como en varias de sus novelas. Bordea el relato policial, la ciencia ficción, también el modo de tratar el terror o la fantasía en la cultura japonesa. Un protagonista lleva y entrega una caja, para después enterarse de que adentro de ella podría haber estado algo importante para él. El dato se lo da sin embargo una mujer, en broma.

En “Rana salva a Tokio” aparece un animal parlante, con una misión: salvar a Tokio de un terremoto como el de Kobe. El más extenso, “La torta de miel”, logra compactar un triángulo de dos hombres y una mujer a través de los años, con la extensión psicológica de una novela.

Aparecen las citas de temas de rock o de jazz. Y la manera en que Murakami aprovecha las lecciones aprendidas en la literatura de Estados Unidos. No solo a través de lecturas, sino también de traducciones propias, desde Scott Fitzgerald a Raymond Carver. Cuando logra un equilibro, como el de estos relatos (en el extenso “Sauce ciego, mujer dormida”, la mezcla de buenos y malos cuentos era irritante), su forma de contar se pega a la percepción del que lee. Cuesta recomponer el hilo argumental de memoria, pero permanece en cambio la atmósfera, un existencialismo y una poesía urbanos que maneja como pocos, los hombres prolijos y un poco desdibujados, las mujeres misteriosas, siniestras, o con buen sentido del humor. 

por Elvio E. Gandolfo

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