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POLíTICA | 15-05-2013 15:31

La nueva vida del fiscal Marijuán

Él y sus hijas tienen custodia policial y debieron cambiar su rutina. Cómo el Gobierno quitó a Báez de la investigación.

La vida del fiscal Guillermo Marijuán (47) cambió por completo. Luego de las tres amenazas contra él y su familia debió volver a diagramar toda su rutina, modificar sus costumbres, proteger a sus hijas con custodia policial y buscar las alternativas más extrañas para poder comunicarse con sus amigos. Sabe que lo están espiando y por eso dejó de utilizar su celular. Tampoco usa el correo electrónico ni el teléfono fijo de su domicilio. Tiene que triangular las llamadas, pedir prestado un celular para comunicarse con un tercero y así despistar a quienes investigan todos sus movimientos.

Desde que las advertencias mafiosas salieron a la luz, el fiscal cambia a diario el lugar donde estaciona el auto en el edificio de Tribunales. Y un custodio de la Policía Federal lo acompaña cada vez que entra o sale del establecimiento. Sus hijas, una de 20 y otra de 17, también son escoltadas por custodios de esa fuerza de seguridad. Ambas van a clases con un policía que las lleva hasta la puerta y las espera a que terminen de cursar. Marijuán en persona se encargó de armar un nuevo esquema de seguridad en el edificio donde vive para compatibilizar la rutina con la consigna policial que se apostó en su domicilio y también en el departamento de sus hijas.

Contraataque. El domingo 5, el titular de la Fiscalía Federal 9 estaba sentado a la mesita de un bar sobre la vereda. Un hombre se le acercó, lo tomó del hombro y le dijo “Marijuán”, estirando la segunda “a” como si se tratara del saludo de un viejo conocido. Jamás frenó su marcha, pero a su paso dejó un sobre que contenía una nota: “Pará de joder. Te vamos a limpiar a vos y tu familia”. Ese fue el primero de al menos tres mensajes intimidatorios. Marijuán acababa de incluir a Lázaro Báez y a su hijo Martín Báez como imputados en la causa por lavado de dinero que surgió luego de una investigación de Jorge Lanata.

En el dictamen donde pidió que se investigara al empresario K sindicado como el testaferro de Néstor Kirchner, el fiscal fue inesperadamente duro con sus colegas Ramiro González –quien lo estaba reemplazado– y Carlos Gonella, un secretario que la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, nombró al frente del Procelac, un organismo que debe encargarse de investigar el lavado de dinero. Gonella tiene una estrecha relación con el secretario legal y técnico, Carlos Zannini. Ni González ni Gonella habían incluido a Báez entre los imputados por pedido expreso del Gobierno. O mejor dicho, lo habían quitado del foco de la investigación. Eso hizo estallar de furia a Marijuán que expresó sus dudas sobre el accionar de sus compañeros. Aseguró que no tenía claro si no sabían hacer su trabajo o directamente responden a los intereses del oficialismo. Una crudeza inédita en Tribunales, un ámbito que se caracteriza por una cerrada actitud corporativa.

Para leer la nota completa, adquiera online la edición 1898 de la revista NOTICIAS.

por Diego Leuco

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