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PERSONAJES | 03-06-2013 15:23

“No me gusta el discurso tribunero”

Es Salieri en la obra teatral “Amadeus”. La mediocridad, la infancia y la vocación. Democracia en deuda, autocensura y el clima político.

Oscar Martínez se pela el lomo y las entrañas en “Amadeus” interpretando a Antonio Salieri, el poderoso compositor de la corte imperial de Viena que, sin embargo, envidia y no supera la frustración íntima por no tener el don musical de Mozart (rol que cubre Rodrigo de la Serna) y se autodenomina el “santo patrón de los mediocres”. Martínez habla pausado, con tono grave y atildado, mientras va descorriendo los velos de su historia. Se reconoce exigente y autocrítico y asume que él tampoco se lleva bien con la mediocridad: bendecido por una vocación clara desde que tiene memoria, si la vida no responde a ese desafío o siente que no está a la altura, le aparece el registro inmediato del malestar.

Noticias: ¿Qué hace con ese malestar, aprendió a domesticarlo?

Oscar Martínez: Sí, por supuesto, el paso de los años no es portador de males únicamente, uno aprende a vivir. Nadie cambia totalmente su naturaleza, pero se aprende a convivir con los colores intermedios porque en definitiva la vida es eso. Yo soy muy autocrítico, pero así como hay una exigencia que te lleva a lograr varias cosas, hay un límite que es cuando eso ya se vuelve paralizante. El ejercicio del trabajo te obliga a verlo y reflexionar. No es que soy menos exigente de lo que era, pero recuerdo a los veintipico irme desde un teatro en San Telmo hasta Almagro, donde vivía, pateando tachos después de una función que yo consideraba que no había salido como debía salir. Eso ya no me ocurre.

Noticias: ¿En qué consiste para usted ese genio, ese don que envidia Salieri?

Martínez: No importa cuál es la idea o el sentimiento que uno tenga referido al concepto de Dios, pero es el misterio de la existencia, lo inefable, lo inexplicable. Creo que eso es de nacimiento, que no se compra en la farmacia ni se aprende (se ríe).

Noticias: Y eso usted lo reconoció en su propia encarnadura desde muy chico.

Martínez: Bueno, yo no soy Mozart…

Noticias: No comparándolo con Mozart, sino hablando de la misión en la vida.

Martínez: Sí, no te voy a mentir, yo lo sentí… hacía teatro en el patio de la casa de  mi abuela a los 7 u 8 años, sin nunca haber ido al teatro. No vengo de una familia de artistas. Empecé a estudiar a los 14 años, muy joven. O sea que yo tuve un llamado desde muy chico.

Noticias: ¿Recuerda ese patio, lo que le pasaba, qué sentía, qué hacía, los olores y colores de esas escenas infantiles?

Martínez: Sí, perfectamente, no soy muy memorioso pero esas son sensaciones. Yo estaba toda la semana trabajando para ese domingo a la tarde, en el que hacía pequeñas cosas para el público compuesto por mis primos y primas. También tenía el don de la imitación y me acuerdo del modo intenso en el que me involucraba en los juegos, y que recriminaba cuando alguien interfería o no se lo tomaba tan en serio… y recuerdo también la mirada que yo tenía sobre el mundo de los adultos.

Noticias: ¿Cómo los veía?

Martínez: Yo tenía 7 u 8 años y el tema eran las elecciones y Frondizi, mis padres y mis tíos no pensaban todos igual. Yo me daba cuenta de que había, como lo puedo explicar… como distintas realidades, que ese decía tal cosa y veía desde un lugar  diferente del que tenía enfrente, y trataba de meterme imaginariamente en su funcionamiento mental. No sabía que eso prefiguraba un actor. Después me di cuenta de que yo no dejaba de ver eso como una representación, la carga subjetiva que había en cada uno, más allá de que hablaran de cosas reales; por lo tanto, lo mismo podía ser visto de distintas maneras.

Con un padre productor de gráfica y una madre ama de casa, su hermano mayor egresó del Colegio Nacional Buenos Aries. Sin embargo, Oscar se las ingenió para dejar el secundario a los 14. Antes, para conformar a sus padres, hizo el curso preparatorio durante un año e intentó ingresar al Carlos Pellegrini. Se quedó afuera por medio punto.

Noticias: ¡Menos mal! Quizás hubiera sido otro su destino.

Martínez: (se ríe) No, no creo.

Noticias: ¿Nada le hubiera torcido el brazo?

Martínez: No, creo que no. No me lo hubiera bancado, mucho menos un Comercial. Ya intuía que lo que el secundario tenía para ofrecerme no era lo que yo necesitaba o quería. Ingresé a otra escuela, soporté un año y me fui, y empecé teatro.

Noticias: Además, entró al mundo laboral.

Martínez: Eso se lo tengo que agradecer a mi papá, que me dijo que él no mantenía vagos. Trabajaba durante el día y a la noche iba a la Escuela Municipal de Arte Dramático. Egresé siendo muy joven y después estudié con Juan Carlos Gené que fue el que me abrió la cabeza. Ahí comprendí de qué se trataba el fenómeno escénico.

Fotos: Andrés Settepani.

Producción: Esteban Vedia. Agradecemos a Agodón Mansión

(www.algodonmansion.com). Ropa: Phil Green.

Para leer la nota completa, adquiera online la edición 1901 de la revista NOTICIAS.

por Valeria García Testa

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