Thursday 28 de March, 2024

SOCIEDAD | 01-07-2013 16:25

El descargo judicial de la ex de Rial

Silvia D'Auro declaró ante la justicia por extorsión, ahora se desdice de "la moto".

"Yo no quiero hacer bolonqui y quiero que esto se arregle de la mejor manera. Pero, si no vas a arreglar... y... qué sé yo...”. La frase es de Silvia D'Auro (47), la ex esposa en conflicto de Jorge Rial (51). Se la dijo a dos periodistas de NOTICIAS, a fines de enero, en Punta del Este, durante una serie de entrevistas que llevaron a la nota de tapa publicada el día 26 de ese mes. No hay una grabación de la voz de la señora diciendo esto. Hay dos. Una, del grabador de quien suscribe. La otra, del de Diego Leuco, coautor de la nota. A pedido de la Justicia, ambas están en manos del Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción Número 31, a cargo de la jueza Susana Mabel Castañera de Emiliozzi.

La frase, dicha por D'Auro a grabador prendido, suena insólita. De una transparencia brutal. Sincera que a falta de un acuerdo económico, la ira desatará revelaciones peligrosas para Rial. En estos mismos términos lo dijimos en la nota correspondiente y lo repetimos: suena insólita. Pero lo que NOTICIAS ve como “insólito”, para Jorge Rial es extorsión; con lo cual –revista en mano– le inició a su ex una querella. Los periodistas son testigos privilegiados del combate, desde el ringside judicial: el banquillo de los testigos.

Lo que dice que no dijo. “Me sacaron de contexto” es una de las excusas favoritas de las estrellas, el preámbulo de la desmentida. Este martes 25, Silvia D'Auro tenía que declarar ante el juzgado. Hizo su descargo en un escrito donde se aferra al proceso de edición de la nota para declarar su “ajenidad a toda conducta ilícita” y decir que su ex fundamenta su acusación en “una versión editada de mis expresiones”. A mucha menos velocidad que los testigos de “la ruta del dinero K”, Silvia D'Auro también se “elaskariza”.

En enero, al preguntarle sobre la vinculación de Rial con el poder político, responde que “parece que llegó la moto”, acompañando el discurso con un gesto: la mímica de la aparición de un mensajero entregando un sobre con plata. Nunca nombra a los funcionarios en cuestión, pero la información llega a la revista de boca de fuentes incuestionablemente ligadas al entorno de la señora, que prefieren mantenerse anónimas.

Pero, ante la Justicia, D'Auro retrocede veloz: “[...] no he formulado las aseveraciones que se me atribuyen, referidas a supuestos pagos que políticos le habrían hecho a Jorge Rial [...]”.

El de D'Auro no es el único testimonio de la nota. Además de ella, habla el mismísimo Rial y las ya mencionadas fuentes “off the record”. A eso, se suma la explicación y reflexión que hace la publicación, para ayudar al lector a entender los hechos en toda su magnitud, algo que –más allá de la misión de informar– está en el ADN mismo de esta revista. “Entender cambia la vida”, el que nos lee lo sabe.

La verdad está allá afuera. El lugar común dice que cada uno tiene el título de propiedad sobre su propio silencio, pero que será para siempre sometido por lo que no sepa, no pueda o no quiera callarse (y, de un tiempo a esta parte, cada uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus tuits, una mala experiencia 2.0 que Silvia D'Auro vivió en carne propia).

Esa esclavitud de la palabra es más contundente cuando se trata de una figura pública, hablando con un periodista, “a grabador abierto”. Será, en todo caso, misión de la justicia, interpretar si las declaraciones de D'Auro constituyen alguna clase de delito. Pero mientras tanto, desde el ringside, solo se observan los síntomas de una enfermedad que amenaza con convertirse en epidemia: la desmentiditis. Crónica. Y aguda.

por Diego Gualda

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