La Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, una de las más importantes del mundo, regresó a Buenos Aires con su director titular, Mariss Jansons, como parte de una gira que la lleva a recorrer todos los continentes, celebrando sus 125 años de existencia.
Escuchar a esta prestigiosa agrupación en vivo es una experiencia fascinante y estremecedora. Ante semejante nivel de perfección, ante ese sonido tan bello como envolvente, ante esa ductilidad expresiva, es inevitable sentir que se está en presencia de un prodigio único, una circunstancia que marcará un antes y un después entre las vivencias estéticas que pueden experimentarse durante una vida. Las cualidades superlativas de la orquesta pudieron apreciarse en una insuperable lectura de la Sinfonía N°1, de Mahler. Conducida magistralmente por Jansons, la agrupación logra en todo momento una inusual claridad en cada una de las filas que conforman la masa orquestal. Cada voz de la orquesta, desde las cuerdas hasta la percusión, se hace presente y se percibe con absoluta transparencia. Pero esa nitidez no conspira jamás contra la pureza, la homogeneidad y la profunda expresividad del discurso musical.
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por Margarita Zelarayán
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