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CULTURA | 05-07-2013 16:28

¿Moda o arte?

Los diseñadores de indumentaria invaden los museos del mundo y pelean por un espacio propio en la cultura. El tránsito de la frivolidad a la creación perdurable. Belleza vs. ruptura.

Por una suerte de milagro, ella ha trabajado en el mundo de la moda respetando reglas que solo parecen válidas para los pintores, los músicos y los poetas. Ella impuso lo invisible; la nobleza del silencio por sobre la conmoción social”, así se refería Jean Cocteau, uno de los artistas más desbordantes del siglo XX, a su amiga Gabrielle “Coco” Chanel, con motivo del retorno de la diseñadora a Francia, después de su exilio en Suiza. El manto de sospechas que había rodeado a las actividades de Coco durante la ocupación nazi seguía en el aire, pero ella reabrió su boutique con el mismo espíritu con el que manejó toda su vida desde que su padre la abandonó en un orfanato.

No es casual que esta cita de Cocteau abriera el lujoso catálogo de la muestra “N° 5 Cultura Chanel” que tuvo lugar, hace unas semanas, en el Palacio de Tokyo de París. La exhibición completa, empezando por el lugar elegido (que suele albergar algunas de las muestras de arte contemporáneo más importantes de la capital francesa); fue una verdadera operación de lectura sobre la vida y los diseños de Chanel, en un intento por ubicarla dentro del mundo de la alta cultura.

En la exhibición no se vieron diseños ni fragancias. Solo una larga sucesión de cajas de cristal, que contenían manuscritos, fotos y dibujos de algunos de los más importantes artistas del siglo pasado: Picasso, Apollinaire, Reverdy, Stravinsky, Man Ray, Dalí y el mismísimo Cocteau. Algunos fueron amigos íntimos de Coco; amantes otros y los demás, parte del clima de la época, la entreguerra, en que las vanguardias explotaron y se jugó a romper todos los límites del arte tradicional.

La hipótesis que articuló la muestra sugería que los diseños y perfumes de Chanel eran producto de las influencias artísticas y culturales que rodeaban a la diseñadora. Por lo tanto, que Chanel también era una artista, aunque el interés comercial fuera la razón evidente de la creación de su fragancia.

¿Un ejemplo concreto de esta hipótesis? En una caja de cristal está la tarjeta de presentación de Tristan Tzara, padre el Dadaísmo. “Dada” en gruesas letras negras, dice el rectángulo de cartón en la vitrina. Debajo, “Sociedad anónima para la explotación del vocabulario”. La inclusión de la pieza en la exposición viene a cuento porque la tipografía guarda un parentesco indudable con la del Chanel N° 5.  Otro ejemplo: una foto de Man Ray en la que una modelo sostiene una máscara africana. La imagen se replica (grosso modo) en un aviso de la marca en que el rostro de Catherine Deneuve brilla sobre un fondo negro.

En la última sala de la muestra, se exhiben los cortos publicitarios de Chanel N° 5 a lo largo del tiempo. ¿Los directores que los filmaron? Nada más y nada menos que Richard Avedon, Helmut Newton, Ridley Scott, Baz Luhrmann y Luc Besson. Conclusión: Chanel fue y será por siempre una marca involucrada con el arte. Ergo, Chanel es arte.

Qué es la moda. Cuenta Roland Barthes en “El grano de la voz” (Siglo XXI), a propósito de su libro “El sistema de la moda”, que cuando quiso estudiar el mundo de la indumentaria como un sistema de signos (por esos tiempos, 1967, la semiología era furor) se chocó con una realidad inesperada: era imposible dar cuenta de ese lenguaje cruzado por cuestiones tan diversas como el comercio, la producción, las clases sociales, el showbizz, el marketing y la artesanía.

“Hecho social total”, define a la moda el sociólogo Frédéric Godart en “Sociología de la moda” (Edhasa), siguiendo a Marcel Mauss, por ese carácter multifacético del fenómeno englobado en el acto de vestir, que puede analizarse tanto desde una perspectiva económica, como social y comunicativa, entre otras tantas.

Que la moda es cultura, a nadie le cabe ninguna duda. Los estilos jóvenes ligados al rock son una prueba evidente de que el vestir expresa vínculos de identidad y pertenencia. A través de la ropa podemos distinguir clases sociales, intenciones políticas, contextos históricos y luchas de género. Desde el uniforme maoísta hasta el repudio de las pieles, cualquier prenda puede ponerse al servicio de una ideología.

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por Adriana Lorusso

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