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CULTURA | 12-07-2013 13:53

Todos los lunares del mundo

¿Locura o marketing? La pregunta por las estrategias de la artista japonesa no impiden al público de Buenos Aires desbordar su muestra.

Más de 5.000 personas concurrieron a la inauguración de “Yayoi Kusama. Obsesión infinita”, en Malba-Fundación Costantini que luce múltiples lunares rojos en la fachada y árboles vecinos. Esa es la marca registrada de la notoria artista japonesa que encantó a los visitantes con sus lúdicas y brillantes salas de espejos “Campo de falos” (1965/2013), “Plena del brillo de la vida” (2011) y “La habitación del borramiento” (2002-2013), cuarto completamente blanco que se transformó con coloridos lunares pegados por el público.

Tres años antes del resurgimiento global de Kusama, con su retrospectiva a partir de 2011 en importantes museos –Reina Sofía, Pompidou, Tate Modern, Whitney–, una de sus obras de la serie “Redes infinitas” fue vendida en Christie’s por 5,1 millones de dólares. Esta es una suma récord para una artista mujer viva; los hombres superan holgadamente esa cifra. ¿Será por esto que Kusama persiste en su estrategia de llamar la atención? Luce en público siempre una peluca roja y, a veces, se viste de maga. ¿Es la misma razón performática que la de la rubia Marta Minujín?

La exposición en Malba es un recorrido a través de más de 100 pinturas, trabajos en papel, esculturas, videos, proyección de diapositivas (exótica con kimono en N.Y.) e instalaciones creadas entre 1950 y 2013, incluyendo vitrinas con documentación de su trayectoria. Organizada en colaboración con el estudio de la artista, fue curada por Philip Larratt-Smith (Malba) y Frances Morris (Tate, Londres).

¿Quién es esa dama? Casi desde el comienzo, Yayoi Kusama (Matsumoto, 1929) buscó acortar la brecha entre vida y arte, mezclando ambos. La retrospectiva europea fue patrocinada por Louis Vuitton, marca que difundió a la artista en vidrieras y productos de sus tiendas del mundo. Puntos colorados, amarillos y negros, repetidos insistentemente en bolsos y zapatos, faldas y anteojos, fueron exhibidos en mesas con lámparas colgantes, rodeados de paredes y pisos invadidos por múltiples puntos resplandecientes de todo tamaño. Gracias a ese trabajo de colaboración con Marc Jacobs muchas personas divisaron sus diseños –nacidos de su arte, que incluye esculturas de zapallos con puntos negros, garabatos con formas de gusanitos o alocadas plantas, que llevó a la escultura– desde la calle, y sin entrar jamás a un museo.

Kusama creció en Japón durante la guerra, en el seno de una importante familia de mercaderes de semillas. Tuvo una conflictiva relación con su madre, que cruelmente la obligaba a espiar al padre en sus repetidas aventuras extramatrimoniales. La artista pronto supo que debía huir del entorno familiar. Insistió y en 1948, durante la posguerra, fue a estudiar a Kyoto, donde terminó una rígida formación que le resultó intragable. Temprano comenzaron sus alucinaciones y depresiones, nacieron su rechazo a la comida y al sexo y su horror al vacío, actitudes que utiliza, muchas veces con humor, en su producción artística, que la tiene a ella en el centro.

Para leer la nota completa, adquiera online la edición 1907 de la revista NOTICIAS.

por Victoria Verlichak

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