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SOCIEDAD | 04-10-2013 11:59

La vida oculta del facho cool

Es el anti-ídolo de los jóvenes en las redes sociales. Se puso de moda sobreactuando temas duros que horrorizan a la demagogia progre. Lujos, placeres y trauma.

Alguna vez Eduardo Feinmann (54) intentó conducir un Centro de Estudiantes. Fue en 1983, cuando ocupó uno de los primeros lugares de la boleta de la Unión para la Apertura

Universitaria (UPAU), en la que militaba de forma activa mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires.

La UPAU era el brazo estudiantil de la Unión del Centro Democrático (Ucedé). Feinmann, que por entonces no renegaba de la actividad política estudiantil, había sido uno de los fundadores de la agrupación, participaba en reuniones, se apasionaba en las discusiones. Aquel 1983, en plena transición hacia la democracia, el por entonces estudiante, no llegó a obtener ningún cargo.

Poco a poco fue dejando de lado su militancia pero cuando la UPAU ganó las elecciones, en 1987, sintió el triunfo como propio. Ya se había recibido de abogado y empezaba a dar sus primeros pasos en el periodismo. Casi 30 años después, se convertiría en el enemigo dialéctico más deseado por los estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires.

El crítico más acérrimo de sus tomas pero quien, paradójicamente, más minutos de aire les dio en los últimos tiempos. “Que Dios me perdone, pero uno menos”, lanzó, ante la muerte de un delincuente, a dos décadas de aquella aventura estudiantil desde los micrófonos de Radio 10, dejando al borde del infarto ideológico a buena parte del periodismo y del sector progre de la sociedad. Feinmann se ganaba así el mote de “facho”, pidiendo orden y seguridad en las calles.

El tiempo pasó. Feinmann siguió diciendo lo mismo pero hubo un día en que, en vez indignarse con sus dichos, alguien se rió. Redobló la apuesta. Con sonrisa pícara, dijo las frases más políticamente incorrectas que encontró en su cabeza, se enfrentó a defensores del consumo de marihuana y del aborto, dirigentes sociales, piqueteros y, quizá su mayor hit, empezó un desafío clásico con estudiantes tomadores de colegios secundarios.

En un año de televisión sin escándalos y personajes bizarros convertidos en celebrities, las redes sociales se rindieron ante la figura que asomaba desde la pantalla de C5N. Feinmann se había reconvertido, dando paso a un showman, en una exitosa caricatura de sí mismo, un personaje de culto, un facho “cool”, con el modelo de Lanata como faro: el periodismo como espectáculo. Por eso en el canal lo apodan, con malicia, “el mini Lanata bizarro”.

Ésta es una versión adaptada de una nota publicada en Revista Noticias edición 1919. Para adquirir la versión completa hacé click aquí, o encontrala en los principales quioscos del país. 

por Gabriela Pepe

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