Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 18-10-2013 19:00

Tiempos de guerra campal durante la ausencia de CFK

Zannini y La Cámpora contra los “delfines” y los funcionarios de raíz “peronista”.

Nadie sabe si Carlos Zannini filtra información porque consulta (al menos desde el domingo 13) con Cristina Fernández, aún convaleciente, o si recibe directamente de Máximo Kirchner la última palabra de Olivos. Algunos funcionarios de la Casa de Gobierno, maliciosamente, se limitan a sospechar que, en realidad, el secretario juega el juego de Héctor Icazuriaga, el dueño político de la Secretaría de Inteligencia: sembrar intrigas, deducir conspiraciones y acaparar el poder que les cedió CFK con cuentagotas.

Como sea que haya sido, Zannini ya dio por despedido a Guillermo Moreno –incluso con el consentimiento del secretario de Comercio–, reemplazó al jefe de gabinete Juan Manuel Abal Medina por el gobernador entrerriano Sergio Uribarri, derrocó al vicepresidente en ejercicio de la Presidencia Amado Boudou y sustituyó al ministro de Economía Hernán Lorenzino por el jefe de la ANSES Diego Bossio.

Por supuesto, nada de eso ocurrió en la realidad. El guardián presidencial es el que hace trascender esas versiones que prenuncian todo tipo de cambios para cuando pasen las elecciones del 27 de octubre y haya vuelto Cristina a gobernar después del “estricto reposo”.

La verdad que cuentan algunos ministros es muy diferente. Denuncian que Zannini, aliado a La Cámpora, estaría convencido de que un eventual candidato presidencial –“delfín” de Cristina– como Daniel Scioli, o funcionarios potencialmente “traidores” –capaces incluso de pasarse al massismo– como Abal Medina, Florencio Randazzo o Julio de Vido– intentarán que el “cristinismo” termine bien su mandato, como ya pidió Scioli, pero fatalmente herido de muerte.

¿Liga sciolista? El secretario legal, para empezar, estaría presionando en estos días contra la idea de Daniel Scioli de volver a formar una “Liga de Gobernadores”, manipulada esta vez por el gobernador de la provincia de Buenos Aires para condicionar a la Presidenta a que entregue una economía “ordenada” y “corregida” en el 2015. Zannini ha dicho con sus propias palabras que parte de esa conspiración interna se refleja en el “viraje” económico que impulsó las últimas negociaciones del ministro Hernán Lorenzino con el FMI y el Banco Mundial (ver Economía).

“El cristinismo será revolucionario o no será”, es el eslogan al que echa mano el viejo maoísta. “Esta gente juega con fuego, prefieren que el país se incendie a retirarse ordenadamente del poder –confiesa un ministro de prosapia peronista más que cristinista y, por lo tanto, candidato a pasarse de bando–. Fomentan el internismo entre los funcionarios y tratan de caotizar la gestión o de suprimirla”. Habla de un plan innombrable y peligroso: el “autogolpe”.

La actual ausencia de Cristina –y su eventual retorno disminuida en su capacidad de gestión– es la principal especulación que angustia a los hombres del Gobierno. “Si es verdad que los que nos sucedan harán políticas de derecha, ¿por qué tenemos que derechizarnos nosotros ahora y facilitarles la tarea en el 2015?”, contestan quienes frecuentan el despacho de Zannini.

En un punto, el alejamiento de la Presidenta de la escena pública, los favorece: fue Cristina la que escuchó a voces tan discordantes como las de Amado Boudou y Mercedes Marcó del Pont –enfrentados entre sí pero coincidentes en las futuras “correcciones” económicas–: ellos le aconsejaron a fines de septiembre buscar los dólares en donde están, en el mercado internacional de capitales.

La “normalización” de las relaciones con los organismos que conceden o aprueban créditos internacionales sería clave para superar, sin graves sobresaltos, la fuga de dólares, la caída de reservas y la falta de inversiones hasta el 2015. Y fue la Presidenta quien convalidó esa estrategia antes de que tuvieran que extirparle el coágulo intercraneano y entrar en reposo. Pero ella no puede organizar hoy por hoy cadenas nacionales ni relatos justificatorios.

Apunten contra Boudou. Y como la Presidenta no está, Zannini pudo prohibirle a Boudou anunciar desde la Casa de Gobierno los nuevos créditos del Banco Mundial. El vicepresidente, acotado en sus desplazamientos y acosado por un presunto, inminente, procesamiento, acusa a Zannini de “secuestrar” los mensajes de Olivos o de “adaptarlos” a sus propios fines.

Por obra y gracia de la ausencia de Cristina o producto del debilitamiento político del Gobierno después de las PASO, el Gobierno se convirtió por estos días en un campo de batalla. A las diferencias entre los K de matriz santacruceña –De Vido vs. Zannini o Sergio Peralta, el gobernador provincial, vs. Icazuriaga– se suman las hostilidades de Ricardo Echegaray contra Moreno, de Axel Kicillof contra Marcó del Pont, de Randazzo contra Sergio Berni y de La Cámpora contra De Vido, Lorenzino y Boudou. “Sé que es grave lo que le voy a decir –advierte un hombre cercano a la jefatura de Gabinete–, pero, así como estamos, el Gobierno no puede gobernar.

Ahora está demostrado que la Presidenta es la única dueña del poder y de la conducción. Sin ella en funciones, es muy difícil el proceso de toma de decisiones”. La increíble escalada del “caso Cabandié”, sin que el oficialismo lograra frenarlo o disimularlo a lo largo de una semana, pareció confirmar la verosimilitud de aquel diagnóstico del alto funcionario.

La única fuente de compensación para el oficialismo, arrinconado por las malas noticias, surgió de algunas de las encuestas amigables que lee Zannini casi a diario: la compasión por el difícil momento que debió atravesar la salud de Cristina le habría permitido recuperar entre 3 y 5 puntos en el resultado nacional proyectado al 27 de octubre. Demasiado estrecho el impacto como para no pronosticar una “crisis de gobernabilidad” para fines de este año. Es lo que prevén las llamadas “palomas” cristinistas –así bautizadas por los “halcones” de Zannini– que se ilusionan con una sucesión presidencial en la que se respetarían ciertos logros de la “década ganada”. Scioli encarnaría ese último recurso. Aunque ninguno de esos voceros se atreve todavía a poner las manos en el fuego por la decisión que vaya a asumir finalmente Cristina.

Agendita de gobierno. Los temas de gestión, mientras tanto, están limitados: el secretario presidencial apenas si está atento a las cifras de aumento de la recaudación, al conflicto con Uruguay por la ex pastera Botnia, a la emisión de los Baades que adquirirán los empresarios con sus dólares frescos, al proyecto de recuperación de vías férreas y producción de vagones ferroviarios (50 por mes) encargado a Fabricaciones Militares y a los anuncios electorales de campaña en las provincias gobernadas por el Frente para la Victoria. Zannini no pretende abarcar mucho más, excepto que surja un escándalo autoinfligido como el de Cabandié. No es una agenda de Gobierno; es una agendita.

“Cristina va a volver entera y con una voluntad política renovada”, instruyó Zannini a un grupo de intendentes del Frente para la Victoria del conurbano. En sus futuros escenarios, no figuran un eventual agravamiento de las distorsiones económicas ni un aceleramiento del clima político de fin de ciclo. Su juicio no es compartido por la mayoría de los integrantes del gabinete: lo menos que sienten es incertidumbre y, como máximo, temores por su reubicación en un futuro gobierno de otro signo peronista. El renovado secretismo por la evolución posquirúrgica de la Presidenta realimenta en todo caso las dudas.

¿Cómo volverá CFK? ¿Reflotará la sintonía fina para llegar al 2015? ¿Nombrará un delfín ganador que la suceda? ¿O nominará un candidato adicto capaz de retener, aunque sea, un 20% de los votos del 2011? ¿Querrá compartir, en minoría, la sucesión peronista? ¿O apostará finalmente a una próxima “derecha” ganadora en el 2015 y a su propio regreso en el 2019?

Uno de los ministros de Cristina aseguró estar perdido y no saber con qué escenario quedarse. Pero citó un proverbio senegalés: “Cuando no sepas adónde vas, párate y mira de dónde vienes”.

por José Antonio Díaz

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