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SOCIEDAD | 29-10-2013 17:28

La mujer del maquinista del Sarmiento, en su casa

Susana Vargas desconocía el trauma psicológico del marido. “No contaba sus pesadillas”.

A minutos de los countries de Tortuguitas, en una humilde casilla de madera y chapa ubicada en la localidad bonaerense de Garín, Brenda está cumpliendo 11 años. Son cerca de las 17 del martes 22, y la niña llora desconsolada en su habitación. Para calmarla, su tía llega con una torta y la llaman para que sople las velitas. Brenda sale de su habitación con el entrecejo fruncido y las mejillas empapadas por las lágrimas y a los gritos dice: “Yo quiero la torta que me hace mi papá. Quiero que vuelva acá, conmigo”. Y se va. Durante varios minutos, todos se miraron sin emitir ni una palabra.

Brenda es la hija menor de Julio Benítez (45), el motorman del tren “chapa 5” detenido por la Justicia, el sábado 19, luego de chocar la formación que manejaba contra el andén 2 de la estación Once, accidente que dejó un centenar de heridos. Según la médica legista María Teresa Paz Köhler, que asesora al gremio La Fraternidad, Benítez “presentaba un cuadro psicológico grave que no fue atendido como corresponde”.

Fue de un momento para el otro que el hombre que jugaba y hacía tortas en la intimidad familiar pasó a ganarse la crítica de la opinión pública e incluso la del ministro de Interior, Florencio Randazzo. Sus hijos (cinco en total) y su mujer, Susana Vargas (35), no logran entender qué pasó. Aunque la Justicia lo investiga para saber si él cometió un error fatal en su trabajo y si además se robó el disco duro de la cámara de seguridad que lo monitoreaba en la cabina del tren siniestrado.

Vargas aceptó, por primera vez, abrir las puertas de su humilde hogar para defender a su marido y porque está pasando uno de los peores momentos de su vida. “Gracias a la ayuda de mi madre puedo, al menos, darles de comer a mis hijos. Quisiera saber dónde están los 50.000 pesos que dice el ministro que gana un motorman –se pregunta indignada la pareja de los últimos 15 años de Benítez–, alcanza con ver cómo vivimos para darse cuenta de que eso es una gran mentira”.

Pobreza y descuido. Tras recorrer una cuadra de tierra y unos 20 metros por un pasillo angosto, que hace las veces de desagüe de los desechos de las casillas, NOTICIAS llegó a la casa de la familia Benítez. Susana y sus cinco hijos (tres en común con el motorman y dos mujeres del primer matrimonio del hombre) esperan con el mate en mano. “Acá vivimos”, dice Susana mientras señala la precaria casilla. Empuja la puerta de madera, cuya única traba es un pasador, e ingresa. Adentro, la luz entra por todos los agujeros del techo e incluso de las paredes de madera. Tres habitaciones (dos de material), un comedor, una pequeña cocina y un baño, es todo lo que tienen. Los pisos de cemento acumulan el polvillo que se vuelve imposible de sacar. La humedad se extiende por las paredes hasta cubrir parte de las maderas del techo.

Noticias: ¿Qué clase de persona es Benítez?

Susana Vargas: Es una excelente persona y un gran padre. Es inocente. Cuando llega de trabajar, se convierte en un hijo más, al que tengo que retar para que pare de hacer lío. Lo conocí hace 15 años, cuando yo cartoneaba y él era guarda. Al tiempo empezamos a noviar y luego me dijo de ir a vivir juntos. Legalmente él sigue casado con su ex mujer, Karina, que es quien hoy tiene acceso a su cuenta bancaria, por lo que tengo que pedirle plata a ella para darles de comer a los chicos.

El trabajo de motorman es perturbador. Día a día, los conductores deben enfrentarse con suicidios o accidentes en los que pierden la vida unas 500 personas al año, solo en el Ferrocarril Sarmiento. Nadie puede salir indemne de esto. Benítez, en ocho años de estar al frente de una formación, sufrió 18 arrollamientos.

Noticias: ¿Alguna vez lo notó perturbado luego de alguno de estos accidentes?

Vargas: Nunca. Él no hablaba de eso en casa. Como mucho, decía que había tenido un accidente y nada más. Yo no quería preguntarle. Él llegaba y se ponía a cocinarles a los chicos o a jugar con ellos, como si nada.

Noticias: ¿Su esposo recibía atención psicológica?

Vargas: Solo iba al psicólogo una vez cada seis meses, a la revisión obligatoria que le exige la empresa.

Lo curioso es que, al parecer, nunca le encontraron ninguna afección psicológica. Sin embargo, Benítez describió en su propio blog pesadillas terribles y recurrentes sobre la posibilidad de “chocar contra estaciones cabeceras” (ver aparte). Un increíble presagio de su último viaje.

“Es la primera vez que veo un pacientes que descarga su problemática a través de un blog”, aseguró la médica legista Paz Köhler, quien hubiera aconsejado un tratamiento más profundo.

La falta de atención vendría de parte de la empresa, ya que según le aseguró a NOTICIAS el delegado de La Fraternidad, Horacio Caminos, “la psicóloga de la ART en vez de diagnosticar la gravedad de Benítez, solo le dio un par de días de descanso”. La empresa tiene como finalidad que el trabajador vuelva a manejar lo más rápido posible, lo que no es cuestionado por los trabajadores por “miedo a perder su trabajo”, agregó Caminos.

El fiscal Patricio Trevers pidió que se lo procese por “estrago culposo”, una carátula que puede tener hasta cinco años de prisión, ya que el motorman ya declaró que “la formación funcionaba con normalidad”, lo que deja abierta la posibilidad al error humano. Además, la Justicia también investiga si él se llevó el disco rígido de la formación. Entre las pruebas que lo incriminan está el hecho de que se encontró sangre suya en este material secuestrado en su mochila, tras el accidente.

Noticias: ¿Cómo viven sus hijos este momento?Vargas: Mal. Están indignados con las cosas que dicen de su papá en la televisión. Hablan sin saber. Julio jamás hubiera chocado el tren a propósito como llegaron a decir. Ama demasiado a sus hijos como para cometer una locura así. Y eso de que llevaba las herramientas para sacar el disco es otra mentira. Él siempre cargaba esas herramientas porque todo el barrio, cuando lo ve llegar, le pide que le haga algún arreglo. Estamos todos muy tristes y mal. El mes que viene, Paula cumple los 15 y estábamos armándole la fiesta que tanto deseaba. Ella ruega que Julio pronto esté acá para poder festejar. Si no, no quiere nada.

Los pocos sueños que tenía la familia de Benítez se desmoronaron tras el accidente. “Hablan sin saber lo duro que es el trabajo de motorman”, repite Vargas, una y otra vez.

Estigmatizados. “Los trabajadores son parte del problema y no de la solución”, aseguró el ministro del Interior Florencio Randazzo mientras anunciaba que el Estado se hará cargo de la administración y control del Sarmiento porque la empresa a la que le había otorgado esa tarea “no cumplió”, dijo el funcionario.

“¿De qué sirve que pongan cámaras que no van a controlar? Las cámaras deberían trabajar en línea con un centro de monitoreo, porque eso sí sería prevención y no anuncios para los medios”, disparó Caminos contra las palabras de Randazzo. Para el gremialista, los trabajadores también son víctimas, “porque nadie está preparado para matar y siempre se sienten culpables por la decisión de alguien de arrojarse debajo de un tren”, explicó. “Esta culpa, como lo demuestra Benítez en su blog, si no es tratada como corresponde, puede causar un estrés postraumático que termine incluso con la vida del afectado”, agregó Paz Köhler.

Ser motorman del Sarmiento tiene una particularidad: es la línea férrea con más accidentes. Cada año, unas 420 personas pierden la vida en las vías del tren que une Moreno y Once. Esto se da porque es el ramal con más pasos a nivel. En todo el recorrido hay registrados 170 pasos a nivel, 80 pasos peatonales autorizados y otros tantos clandestinos. Además, no existe explicación del por qué la mayoría de los suicidas eligen el Sarmiento para quitarse la vida. Para evitar los accidentes, en el 2006 se anunció el soterramiento de este conflictivo ramal y recién en el 2012 –seis meses después del accidente de Once, en el que perdieron la vida 52 personas– se anunció que comenzaba la obra entre las estaciones Haedo y Caballito que estaría terminada en el 2015. Un año después, el 13 de junio, chocaron dos trenes en la estación Castelar, causando 3 muertos y 79 heridos.

Pasaron 20 meses de la tragedia de Once sin que el Estado controle que el nuevo concesionario cumpliera con lo pactado. Se necesitó un nuevo accidente para que se dieran cuenta de la falencia.

¿Qué le puede haber sucedido a Benítez? Aparentemente, él no lo sabe y los profesionales no se animan a arriesgar una teoría. Quedará en manos del juez Ariel Lijo determinar la responsabilidad del motorman en el accidente. Lo cierto es que en la Argentina parecería que se necesita un accidente para que haya cambios en las políticas de transporte. Mientras tanto, Benítez espera una resolución que le permita volver a su hogar, donde lo espera su familia. Quizá el maquinista pueda superar el choque, los 18 arrollamientos que sufrió en el pasado e incluso sus días privado de la libertad. Pero lo que jamás se perdonará es no haber estado con su hija Brenda el día que cumplió los 11 años.

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