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SOCIEDAD | 26-05-2014 15:37

El perfil psicológico de Jesús Olivera, un oscuro pastor

En 2012, NOTICIAS entrevistó cara a cara al falso predicador condenado a 18 años de prisión. Misticismo, sushi e ira.

Esta mañana, el Tribunal Oral Criminal 1 de Bahía Blanca condenó a 13 años de prisión a la periodista Estefanía Heit y a 18 años para el falso pastor Jesús Olivera por el secuestro de Sonia Molina en Coronel Suárez. Ambos fueron encontrados culpable de reducción a la servidumbre en concurso real con lesiones graves y estafas reiteradas, y a Olivera se le aumentó la pena por también ser  autor penalmente responsable de delito de abuso sexual con acceso carnal agravado.

"Se hizo justicia, yo siempre dije la verdad. Esperaba más años pero está bien. Lo importante es que estas personas no estén sueltas porque salen y hacen lo mismo. Mi vida sigue en la lucha, tengo una hija que criar", dijo Sonia Molina, la víctima, apenas conoció el veredicto.

En diciembre de 2012, NOTICIAS fue el único medio gráfico en entrar a la cárcel y entrevistar a Jesús Olivera. La nota, a continuación:

El supuesto lobo, inexplicablemente, se mueve como un conejo espantado. En el aula carcelaria donde recibe a NOTICIAS, entre una sonrisa rígida y ojos acuosos, llenos de nerviosismo, Jesús María Olivera controla cada uno de sus gestos. Ni siquiera accede a sentarse en un pupitre a modo de mesa.

Alguien en el Servicio Penitenciario le dijo que no podía. Olivera se mantiene en su silla, en su perímetro, y nada más. “Está asustado”, dice un guardiacárcel. Y agrega: “Este no se retoba, está mansito”. Casi un mes en una celda de 3 x 6 metros, tras una puerta ciega, en la Unidad Nº19 de Saavedra, a casi cien kilómetros de Bahía Blanca, con apenas una hora de patio a diario, hacen su efecto. Para la ocasión, pidió una camisa a su abogado defensor. Repite una y otra vez conceptos como “prueba” y “verdad”.

“Me siento cautivo”, dice, en un esfuerzo por ocultar disgusto, incomodidad. Es verborrágico, casi teatral a la hora de graficar con sus manos, enfático y definido en sus respuestas. Pero solo en las respuestas que piensa ofrecer, las que cree que pueden exculparlo de la acusación más monstruosa de su vida: el supuesto tormento que infligió a Sonia Molina, junto a su esposa, la periodista Estefanía Heit, en su casa de Coronel Suárez. Un secuestro de tres meses que, según el testimonio de la víctima, incluyó violaciones, torturas y estafas monetarias.

La sentencia, si esto se comprueba, puede ascender hasta 50 años en prisión. En caso de una condena, Olivera los cumplirá en la Unidad Nº19. El Servicio Penitenciario Bonaerense ya decidió su suerte: lo espera un pabellón evangélico en Saavedra. Olivera puede morir en la cárcel, entre hermanos y creyentes. Él no opina lo mismo: “Yo no creo que muera en un penal, porque no existió tal hecho.

Tiene que haber una prueba. Si me tratan de psicópata y manipulador, todo eso tiene que saltar en una pericia psiquiátrica. Y la prisión preventiva va a llegar si hay una prueba”. Pero la prisión preventiva es casi un hecho consumado: al cierre de esta edición, la fiscal María Marta Corrado formalizó el pedido ante el juez de la causa, Guillermo Mércuri. Olivera sabe de esto. Sus abogados se lo advirtieron. Ante la sola mención de seguir en la cárcel, sus ojos se congelan y su verborragia casi inmoderable se convierte en monosílabos, en titubeos y evasivas. Morir preso, de repente, es una posibilidad.

NUNCA, NADIE, NADA. La fiscal Corrado apunta: “La investigación está en fase pericial”. Y son decenas de pericias que determinarán, en su resolución, el curso de la causa. No incluyen solo exámenes sobre el cuerpo de Molina para determinar un posible abuso sexual, sino los resultados de análisis psiquiátricos y psicológicos no solo a la víctima sino también a Heit y Olivera, que evidenciarán tanto su imputabilidad como su perfil de conducta, así como el análisis del material en video hallado dentro de la computadora de la pareja. Olivera confía que en estos resultados está su exoneración, la demostración de su presunta inocencia.

NOTICIAS: Si usted es inocente, ¿por qué se habla de sometimientos, de tortura?

Olivera: La verdad que no lo sé. Nunca los hubo. Y si los hubo, estoy pidiendo las pruebas. Sonia solo vivió 15 días en nuestra casa, hasta que se fue a trabajar a lo de Santiago Herr, un hombre mayor en Suárez al cual cuidó. Sobre los golpes que presentó en el cuerpo, no lo sé. Nunca hubo relaciones sexuales. Fue todo un invento.

NOTICIAS: Entonces, ¿qué sentido tiene que Molina haya inventado todo esto, si fuese así?

Olivera: Sonia siempre tuvo una obsesión conmigo. Ella decía que Dios le había dicho que ella iba a ser mi esposa. La mamá sabía lo que ella sentía por mí. Hasta dijo que había sentido deseos de matarme. Ella era dama de compañía para enfermos. Cuando la llevamos al hospital para colocar panfletos, dijo en el auto a la vuelta que quería clavarme una tijera en la espalda. Supuestamente decía que una vocecita le hablaba. Ahí veíamos que algo no estaba bien, no sabíamos si era un invento o una realidad. En Río Colorado denunció también que el ex marido la tuvo cautiva en un ranchito de chapa.

NOTICIAS: Molina habla de que fue forzada a comer comida para perros, hasta excremento. Pero en su declaración usted dijo que comían sushi.

Olivera: Sí, con Sonia comimos sushi, probamos un par de veces, ella quería algo comer diferente. También le gustaban los huevos de pascua de Los Simpson.

Para él, Molina era su caso máximo de caridad cristiana “porque toda persona merece una oportunidad –explica–. Fue quien empezó a hablar con nosotros, planteaba problemas con el ex marido, con su familia”. Olivera la conoció en el 2010, en un viaje como predicador a Río Colorado: insatisfecha con la iglesia evangélica donde congregaba, La familia de la víctima habla de obsesión, de una nueva fe ciega hacia el pastor, de presiones para que Molina venda su casa. Lo hizo, finalmente, a dos personas distintas, lo que le valió una acusación por estafa. Olivera admite haber recibido el dinero: “Ella formaba parte de la comisión directiva de Visión XXI, la ONG que teníamos con Estefanía, y colocó una parte de la venta para cumplir sueños solidarios. Pero en ningún momento le dije de vender su casa”. Olivera dice no sentir odio por Molina. Pero la intensidad de su discurso, amargo, teñido de ira, lo traiciona. “¿Por qué no la investigan?”, pide una y otra vez. Es claro: su supuesta víctima es su enemigo.

NOTICIAS: Molina dice que lo perdonaría, a usted y a Heit.

Olivera: ¿Qué es lo que tiene perdonar? ¿Acaso no tendríamos nosotros que perdonarla a ella?

FANTASMA ANTE DIOS. Al comienzo del caso, el nombre “Jesús María Olivera” era un misterio en sí mismo. La fiscal Corrado dudaba de la identidad del falso pastor, que proveyó los nombres de sus padres, María Juana Cardozo y José Olivera, fallecidos. La ironía parecía demasiado: Jesús, hijo de María y José. Un fax del Registro Nacional de las Personas lo ratificó y estableció su lugar de nacimiento como Granadero Baigorria, Santa Fe. En su declaración judicial, Olivera afirmó que José y María eran en realidad los tíos de su madre biológica: había sido adoptado a los 21 días de nacer. Tiene cuatro hermanos, según cuenta, con los cuales no se habla. Aunque dice haber vivido la mayor parte de su vida en Rosario, NOTICIAS consultó a todos los Olivera y Cardozo disponibles en la guía telefónica de Granadero Baigorria: ninguno dice conocerlo a él, a su madre o a su padre. El tema molesta. La cuestión de su biografía incierta lo saca de quicio casi tanto como la sola mención de Molina.

Olivera: Mirá, yo soy Jesús Olivera, me casé con ese nombre. Tengo familiares, Estefanía los conoce. Nací en Granadero Baigorria, pero jamás viví ahí.

NOTICIAS: ¿Por qué no se habla con sus hermanos?

Olivera: ¿Por qué voy a involucrarclarlos? Quiero dejarlos aparte.

NOTICIAS: Sin embargo, aquí en la cárcel, ningún familiar se acercó a visitarlo. Apenas un hermano de Estefanía, que no pudo ingresar por falta de documentos.

Olivera: Estoy muy lejos.

NOTICIAS: ¿Cómo murieron sus padres?

Olivera: No te interesa.

NOTICIAS: ¿Le molesta que lo traten de “falso pastor”?

Olivera: No me molesta.

No debería, en todo caso. En su declaración testimonial declaró: “A mí no me han dado ningún título de pastor, porque cada uno hace su propio carnet. Yo me hice dos. A uno lo que le dan es ser ungido como evangelista”. Ante NOTICIAS, no quiso admitir dónde fue entrenado como pastor, pero lo hizo ante la Justicia: el Centro Cristiano Dios es Amor en Mar del Plata, comandado por el pastor Omar Olier, una de las mayores congregaciones en el interior de la Provincia. El Centro Cristiano Dios es Amor y el Ministerio Zoé, impulsados fuertemente por Estefanía, apenas precarios armados en páginas web o folletos jamás impresos, fueron las organizaciones que Olivera montó para lanzarse. Él mismo se contradice al respecto: ante esta revista, primero se reconoce como “pastor y predicador”, luego como “predicador”. “Son solo nombres”, dice, otra vez nervioso sobre sus organizaciones.

NOTICIAS: En sus oraciones, usted lo llama “papá” a Dios. ¿Cómo es su relación con él?

Olivera: Linda, Dios te da paz. La Biblia dice que él es tu padre. Si el Padre Nuestro, que incluso es católico, te dice que lo llames así, ¿cómo no lo vas a llamar papá? Es accesible, palpable. me protege, en estos momentos me protege. Me dio a mi esposa.

NOTICIAS: ¿Alguna vez hizo terapia?

Olivera: No, nunca hice terapia.

NOTICIAS: ¿Cree en la terapia?

Olivera: ¡Obvio que creo! Si no, no estaría esperando que me hagan una pericia psicológica. Si tuviese que hacerlo, lo haría con Bernardo Stamateas.

NOTICIAS: Stamateas proviene del evangelismo.

Olivera: Sí, por eso. Lo haría con él.

NOTICIAS: Alicia, la madre de Estefanía dice que hace dos años que no se hablan por su culpa.

Olivera: Dos años y medio, porque el padrastro intentó besarla a Estefanía y quiso golpearme. De ahí, Estefanía puso una denuncia.

NOTICIAS: ¿Usted es controlador? En el entorno de su mujer se dice que usted ejercía un dominio sobre ella, que hasta lo mantenía.

Olivera: Nunca fui un mantenido de ella. Yo trabajaba colocando durlock. ¡El control lo tiene ella sobre mí! Es el amor de mi vida. Los pantalones los llevo yo, pero los llevo sueltos. Es todo de a dos. Y los que dicen que yo la controlo, si hace dos años y medio que no nos ven, ¿adónde está el control?

A pesar de esta crisis, el vínculo entre Heit y Olivera no se destruye: “¿Vos romperías un vínculo con tu esposa, con la persona que amás, que elegiste para envejecer?”, pregunta. Sonríe al hablar de su mujer. Es casi el único momento en que se relaja, en que respira. Y mientras espera en el penal la pericia psicológica que definirá su perfil, el predicador reza en voz alta: “La verdad sale a la luz. La verdad sale a la luz. Yo digo que la verdad sale a la luz”.

por Federico Fahsbender

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