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MUNDO | 02-06-2014 14:31

Ucrania redefine el mundo

Con nuevo presidente que juega a dos puntas, el país eslavo busca superar la crisis que está produciendo la nueva alianza entre Rusia y China.

Es, básicamente, un gran equilibrista. El nuevo líder ucraniano sabe cómo mezclar el agua y el aceite. Puede abrazar a Dios sin enojar al diablo y pactar con el diablo sin traicionar a Dios.

Con esas habilidades fue que Petro Poroshenko amasó una fortuna gigantesca tras la disolución soviética, logrando al mismo tiempo que los ucranianos no lo vean como un típico “oligarca” de métodos corruptos de enriquecimiento, sino como un creador de puestos de trabajo. Siempre supo tener un pie en cada vereda. Y si hubiera más de dos veredas, el magnate chocolatero tendría más de dos pies.

Mientras construía su exitosa fábrica de dulces y chocolates, Poroshenko cultivaba relaciones en los liderazgos pro ruso y antirruso. Fue funcionario del presidente europeísta Víktor Yushenko, pero también tuvo altos cargos en el gobierno del pro ruso Viktor Yanukovich. Pero antes de eso, participó tanto en las jornadas heroicas de la “revolución naranja” como en la fundación del Partido de las Regiones, la fuerza política aliada de Moscú que representa a la población ruso-parlante mayoritaria en la mitad oriental del país.

En la antesala de su espectacular salto a la presidencia, el dueño del emporio chocolatero Roshen mostró su maestría para el ajedrez político: a diferencia del protagonismo visible que había tenido en la “revolución naranja”, no se dejó ver en el levantamiento popular que tumbó a Yanukovich desde la Plaza Maidán. Pero fue el principal financiador de la inmensa rebelión, y lo hizo saber.

Por eso su triunfo en las elecciones implicó, al mismo tiempo, una victoria de la Ucrania anti Rusia y una apuesta al entendimiento con Moscú; paradoja que se explica en la necesidad ucraniana de seguir avanzando hacia Europa, pero sin perder la mitad de su territorio por un zarpazo de Vladimir Putin.

Si los ucranianos le hubieran dado el triunfo a Yulia Timoshenko, habrían optado por la confrontación total con Rusia. Pero votaron al gran equilibrista, el único político que sabe cómo avanzar y retroceder al mismo tiempo.

El mensaje de las urnas, pro Europa y al mismo tiempo conciliador con Moscú, llegó cuando el conflicto comienza a modificar el tablero geoestratégico mundial con el acercamiento entre Rusia y China. El sismo internacional que produjo la anexión de Crimea a Rusia desató una cadena de tensiones que desembocó en el histórico viaje de Vladimir Putin a Shanghái, para poner en marcha una alianza cuya magnitud puede medirse a través de los resquemores entre Beijing y Moscú. Habían sido aliados en la Segunda Guerra Mundial, porque el gobierno del partido nacionalista Kuomintang luchaba para expulsar de Manchuria a los japoneses, que eran aliados de Hitler, quien intentaba invadir la Unión Soviética con la “operación Barbarroja”. La alianza se fortaleció en 1949, cuando los comunistas vencieron a Chiang Kai-shek. Pero pocos años después comenzó el distanciamiento, cuando Krushev inició el proceso de “desestalinización”. Mao Tse-tung tenía aprecio e identificación personal con Stalin y nunca aceptó que, tras su muerte, el Partido Comunista soviético ventilara ante el mundo los aberrantes crímenes cometidos por el sucesor de Lenin.

Aquel distanciamiento entre China y Rusia le abrió las puertas a la “diplomacia del ping-pong” que desarrollaron Chou En-lai y Kissinger, desembocando en el histórico abrazo de Nixon y Mao, poniendo fin al “terror amarillo” que padecían las potencias de occidente.La discordia entre los dos más grandes comunismos del siglo XX llegó incluso a un limitado choque militar en 1969, ocurrido en la disputada frontera sobre el río Ussuri.

Y se agravó por las alianzas cruzadas que ambos mantuvieron en Camboya y Vietnam.Si no pudieron llevarse bien en la era comunista, en estos tiempos poscomunistas no había razones para que la desconfianza mutua se atenuara. La anexión de Crimea incomodó a China, porque lleva medio siglo negándoles a los tibetanos un referéndum soberanista. Además, no puede apoyar las rebeliones secesionistas que Ucrania padece en Jarkov, Donestk, Lugansk y Odesa, sin entrar en contradicción con la represión que practica contra los separatistas uigures de Xinjiang.

Lo que acercó a Rusia y China son las tensiones que ambas potencias están atravesando con sus vecinos y con las potencias de Occidente. China disputa con Japón por las islas Senkaku y con Corea del Sur por cuestiones limítrofes en el Mar Amarillo, mientras crece su enfrentamiento con Vietnam por la plataforma petrolífera que instaló en la isla Paracelso.

Con Hanoi, la enemistad viene de lejos. Se enfrentaron indirectamente cuando Vietnam invadió Camboya y derribó al régimen genocida pro chino del Khemer Rouge. A la vez, la relación china con Estados Unidos entra en crisis debido al espionaje que denuncia la Casa Blanca.

En tanto, Rusia enfrenta sanciones y medidas de aislamiento que le aplican Bruselas y Washington. Y la razón es Ucrania.Mientras Putin intenta reformular el tablero geoestratégico mundial creando un eje Moscú-Beijing, precisamente como consecuencia de la cuestión ucraniana, Petro Poroshenko intenta resolver la cuadratura del círculo que implica la propuesta electoral con la que ganó la presidencia.

El flamante presidente pretende defender el carácter unitario del estado ucraniano, contrariando la propuesta del canciller ruso Serguei Labrov a favor de convertirlo en una federación con gran autonomía de las regiones rusófonas. También propuso integrar el país en la Unión Europea y estrechar la relación con Estados Unidos. Pero al mismo tiempo busca entenderse con Vladimir Putin y mejorar la relación con Rusia.

Quizá sea tarde para salvar la integridad del mapa y recuperar Crimea, conformando al Kremlin con una neutralidad como la finlandesa. A esta altura, retomar el control territorial y casarse con Europa, manteniendo buenas relaciones con Rusia, parece una misión imposible. Pero esa es, precisamente, la especialidad del gran equilibrista.

Si a la elección presidencial la hubiera ganado Serguei Tiguipko, el mensaje de las urnas habría sido la capitulación ante Rusia, porque ese poderoso banquero es partidario de la alianza con Moscú y el distanciamiento de Europa. En cambio si la hubiera ganado Yulia Timoshenko o Anatoli Gritsenko, el mensaje de las urnas habría sido la declaración de guerra a Rusia por ser fervientes partidarios de la incorporación inmediata a la Unión Europea y a la OTAN.

¿Qué mensaje fue el que dejaron los ucranianos en las urnas al elegir tan abrumadoramente a Petro Porochenko? Sin duda no es una capitulación, aunque tampoco una declaración de guerra. En todo caso, quizás sea una victoria pro europea, pero no en un campo de batalla, sino en un tablero de ajedrez.

por Claudio Fantini

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