El viernes 30 de mayo, horas después de la citación a indagatoria al vicepresidente, Ariel Lijo lloró. Solo en su despacho del tercer piso de los tribunales de Comodoro Py, el juez del caso Ciccone se emocionó hasta las lágrimas. Leyó una y otra vez las escuetas líneas de la improvisada carta que un veterano juez federal le hizo llegar esa mañana, firmada por él y por todos los empleados de su juzgado.
Lijo se secó las lágrimas y guardó la carta, que destacaba su accionar. Desde ese día y hasta entrada la semana siguiente, los mensajes de apoyo se multiplicaron. Él mismo vio cómo una mujer se acercó hasta su oficina y le dejó a su secretaria una extensa nota. Ensalzaba la “valentía” y el “coraje” del magistrado por la explosiva citación de Amado Boudou, el dirigente con peor imagen de la Argentina.
Cuando Lijo estampó su firma en la resolución de seis carillas, entrada la noche del jueves 29 de mayo, sabía que estaba frente a la decisión más trascendental desde que el kirchnerismo lo designó juez federal, en el 2004. “Esto pasa una sola vez en la vida”, se desahogó frente a sus íntimos horas después. Legó el lunes 11 y a las once y media de la mañana el vicepresidente Boudou se presentó a declarar en indagatoria. Estuvo casi ocho horas en el Juzgado-
Lijo recién cayó de lo que había hecho en la puerta del colegio de su hija: el padre de una compañera lo estrujó con un largo abrazo frente a la vista de todos. Hasta a la madre del magistrado la aplauden en el barrio cuando sale a hacer los mandados. Su chofer y custodio corrió la misma suerte.
Su Señoría. “No hay nada para festejar, esto es muy triste, y de una gravedad institucional tremenda”, volvió a desahogarse el juez ante sus secretarios. Desde que asumió en el 2004, con 37 años, hasta hoy había tramitado causas sensibles como el caso AMIA o las coimas de Siemens. Pero ahora por primera vez le toca cargarse al hombro el expediente que más compromete al kirchnerismo –el Gobierno que lo ungió juez–, y ponerse al frente de la Justicia del fin de ciclo.
Padre de tres hijos, hijo de dos maestros y campeón de truco junto a su hermano “Freddy” –un muy influyente penalista–, Lijo combate el estrés judicial por medio de la canaricultura, que se ocupa de la cría y la crianza del canario doméstico. En la actualidad es director del Colegio de Jueces de la Federación Argentina de Canaricultura, que por estas horas trabaja en la organización del 64º campeonato nacional de la disciplina, y que se llevará a cabo en Córdoba, entre el 4 y el 13 de julio.
Heredó el hobby de su padre, en la casa familiar en el conurbano sur bonaerense, donde se crió. Por sus orígenes barriales todavía atesora en su despacho un gorro gastado del club Arsenal, de Sarandí, aunque es un furioso hincha de Boca.
El 14 de octubre del 2004, tras ganar el concurso, Lijo juró como juez federal junto a Guillermo Montenegro, Julián Ercolini y Daniel Rafecas, el magistrado que lo antecedió en el expediente Ciccone y que fue apartado de la causa en abril del 2012. Los cuatro llegaron a Comodoro Py impulsados por el kirchnerismo, para –en los papeles– oxigenar al siempre sospechado fuero penal federal. La “década ganada” demostró lo contrario: la estrategia del Gobierno era en realidad domesticar a la Justicia. Los servicios prestados por el juez Norberto Oyarbide –que tiene su despacho justo enfrente del de Lijo, pero que jamás cruza palabra con él– dan fe de ello.
Horas decisivas. Una semana antes de citar por primera vez al vicepresidente, Lijo se encerró en el despacho con todos sus secretarios durante varias horas y analizaron los pasos a seguir en el expediente de la ex Ciccone. Unas semanas antes había viajado a Roma para entrevistarse en privado con el Papa: voló junto a su madre y su hermano.
El juez ya tenía decidida la indagatoria de Boudou. Es más: la había escrito por esos días, después de escuchar a Ariel Rebello, ex presidente de Casa de la Moneda, que reveló la decisión de Boudou, como ministro de Economía, de frenar un equipamiento al organismo, en el mismo momento en que Alejandro Vandenbroele ya había avanzado sobre Ciccone como la cara visible de The Old Fund. Según fuentes judiciales, esa trama fue determinante para la citación a indagatoria del vice, de su socio y de la familia Ciccone.
Por eso la resolución de seis carillas con la citación del vice incluyó en el último párrafo tres líneas que pasaron casi desapercibidas: el juez pidió a las telefónicas que informen si César Guido Forcieri fue abonado de alguna de las compañías para rastrear los entrecruzamientos de llamadas. Forcieri, hoy con un cargo en el Banco Mundial, era uno de los funcionarios de máxima confianza de Boudou en el Ministerio de Economía cuando se frenó aquella licitación narrada por Rebello.
Lijo sabe que entre sus manos se dirime parte del fin de ciclo K en la Justicia. Y que le van a tirar con lo que sea. Ante uno de sus secretarios más confiables, conmovido, confesó el peso sobre su espalda: “A veces me quiero meter debajo de la alfombra”.
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por Federico Mayol
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