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SOCIEDAD | 19-07-2014 02:04

Las críticas al Gobierno de la esposa de Verbitsky

Es médica homeópata. Apoya la gestión kirchnerista pero critica su política de salud y las presiones de los laboratorios. “Cristina no debería abrir la boca en temas de medicina”, dice.

A mí eso me hace acordar a la dictadura. En esa época había unos comerciales en los que le decían a la gente que buscara buenos precios y le ponían un sello en la frente que decía 'Usted es responsable'. Como si el problema no fueran los comerciantes, el gobierno o la inflación sino la pobre señora que iba a comprar naranjas. Siempre se le baja la responsabilidad al último, que en realidad es la víctima”. La que habla es Mónica Müller. Tiene 67 años, fue publicista y hoy es médica homeópata. Está casada con el periodista Horacio Verbitsky y quizás eso influya en la metáfora que elige para explicar el problema que plantea en su último libro, “Sana sana, la industria de la enfermedad”, de Editorial Sudamericana. Porque Müller no está hablando del programa Precios Cuidados sino de la automedicación, un mal que afecta a millones de pacientes y en el que ella identifica a un responsable final: el Estado.

“Es cierto que la gente abusa de los medicamentos, pero no es culpa de ellos. Para empezar, son productos de venta libre y los médicos son los primeros en recetar de más”, señala Müller.

NOTICIAS: ¿Por qué recetarían de más?

Mónica Müller: Antes, el médico era un señor de guardapolvo que dedicaba media hora a revisarte, te daba una receta y a nadie se le ocurría cuestionarlo. Ahora hay médicos –que en proporción son pocos, pero sí son demasiados– que son empleados de los laboratorios. La gente lo sabe, se da cuenta porque los vas a ver y te quieren poner en un protocolo para probar alguna droga nueva. Está bien, hay que hacerlo, pero en otros países el médico informa que le pagan por hacerlo. En la Argentina hay una serie de cosas que son absolutamente no éticas y el Estado las permite y las acepta haciendo la vista gorda. Te doy un ejemplo: hace dos meses hubo unas jornadas organizadas por la Sociedad Argentina de Nutrición. Y dijeron que había que tomar más leche y yogur para tener un esqueleto fuerte. A mí me pareció raro así que me metí en internet a leer los curriculums de todos. Había un médico que trabajaba en Danone, otro en Mastellone y hasta un uruguayo de Conaprole.

NOTICIAS: ¿Se perdió la ética médica?

Müller: Este ejemplo que te doy es brutal. ¿Cómo le vas a creer a ese médico? Y claro, después se dice: “Son todos comerciantes”. Y el 99 % de los médicos se mata trabajando, tiene tres trabajos y apenas llega a fin de mes.

NOTICIAS: Antes la medicina era una profesión bien paga.

Müller: Por eso, qué les podés decir a los médicos que estudian mucho, se reciben y entran a una prepaga en la que tienen 15 minutos para atender a cada paciente. Y encima los terminan de formar los laboratorios.

NOTICIAS: ¿Cómo es eso? ¿Los cursos de formación los pagan los laboratorios?

Müller: Los disfrazan de congresos, lanzamiento de productos, presentaciones en seminarios, oncotours...

NOTICIAS: ¿Oncotours?

Müller: Son tours que hacen los oncólogos. Yo estuve del otro lado del mostrador durante treinta años: hice el lanzamiento de drogas conocidas como diclofenac. Era directora creativa y hacía los guiones de las películas con las que se les presentaba a los médicos y al público estos productos. Es una realidad que conozco.

Pasado suéltame. Dice que durante mucho tiempo estuvo avergonzada. “Me daba vergüenza haber pasado horas discutiendo en detalle el tono de rosa de los cachetes del angelito que salía en un logo, por ejemplo. Me parece una idiotez, una superficialidad”, dice ahora.

NOTICIAS: ¿No se arrepiente?

Müller: El problema es que yo era muy ingenua. Yo creía, no pensaba que la droga era una porquería y que íbamos a mentirles a los médicos. Quizás hacía un aviso de un shampoo e iba a la fábrica y veía cómo lo hacían, que era detergente y colorante. Pero cuando se lanzaba el producto, yo me lo compraba igual y hasta creía que me dejaba lindo el pelo. Reconozco que era un poco idiota. No éramos tan cínicos los publicistas en esa época, éramos todos escritores y pintores.

Llegó a la publicidad a los 16 años gracias a un amigovio que le pidió ayuda para escribir un aviso para los cosméticos Coty. Su idea gustó y la agencia la contrató por un sueldo cuatro veces mayor a lo que ganaba su papá, un inmigrante alemán que trabajaba como técnico mecánico. Ahí se “distrajo”, según sus propias palabras. Dejó el secundario, vivió una juventud estilo Mad Men, se casó, se separó, tuvo dos hijos, se separó de nuevo. Recién se anotó en Medicina cuando estaba por cumplir treinta años. “Era lo que siempre había querido. Iba a la mañana al hospital y a la tarde a la agencia, me quedaba dormida caminando”, recuerda. No fue el ritmo de trabajo lo que la decidió sino la contradicción insoportable entre esas dos realidades. “Me acuerdo que atendí a un paciente que tenía tuberculosis y no podía pagar la medicación. Se iba a morir y tenía seis hijos. Cuando llegué a la agencia, estaban todos con corbatas carísimas decidiendo gastar treinta veces más de lo que necesitaba ese hombre en volver a grabar una publicidad por el color de una imagen que duraba cinco segundos. Me pareció demasiado”, recuerda. Para cuando conoció a Verbitsky, Müller había tenido una hija más y se dedicaba full time a la homeopatía. Él había recorrido el camino inverso: había llegado al periodismo después de querer estudiar Medicina.

Diferencias. Apenas un pasillo separa su consultorio del departamento en el que viven juntos en Palermo, casi Recoleta. En el balcón hay un chulengo para hacer asado y en el living, una iguana que se llama Alonso y pasa el invierno buscando el calor de las estufas en un ambiente repleto de libros de los temas más diversos. Hay de arte, literatura, de medicina, una sección de biografías, material sobre el holocausto y la dictadura. “Este Gobierno se ha ocupado de cosas que toda mi vida me ha parecido que había que ocuparse y por eso es el mejor Gobierno que yo he conocido”, asegura Müller. Destaca la Asignación Universal por Hijo y su incidencia en la baja de la mortalidad infantil pero critica la política de salud pública.

NOTICIAS: Usted dice que falta intervención del Estado. ¿Es negligente o cómplice?

Müller: Habría que averiguarlo. Cuando veo la actitud que tienen en algunas cosas, llego a pensar que son cómplices. Lo que pasa con las vacunas, por ejemplo.

NOTICIAS: En su libro anterior, “Pandemia”, usted habla de vacunación. El Gobierno agregó vacunas al calendario y lo presenta como una buena noticia, ¿no lo ve así?

Müller: Se dice que tenemos los planes de vacunación del primer mundo. Y sí, pero en orden alfabético: son los de África. En Europa no se vacuna tanto como acá. Por ejemplo, la BCG, que ya se sabe que no inmuniza contra la tuberculosis, se la dan a todos los bebés porque es obligatoria, como la de la Hepatitis B. Cuando nació mi nieto pedí que me dieran argumentos médicos, no burocráticos. Y el médico me dice “y si el nene está en la plaza y hay un drogadicto que tiró una jeringa con hepatitis B para contaminar... ”… ¡Esa leyenda urbana! Una locura.

NOTICIAS: ¿Por qué insisten entonces?

Müller: Alguien compra containers de vacunas que no son necesarias. Pasó con la vacuna del HPV. Hicieron una cosa perversa diciendo que era la vacuna contra el cáncer de cuello de útero y no es así. Es la vacuna contra algunas cepas del HPV que, si hacen una lesión en el cuello y bajo ciertas condiciones, sí pueden producir un cáncer de cuello. El Estado, en vez de comprar vacunas, tiene que hacer que estas mujeres tengan acceso a la medicina, que vean al ginecólogo una vez por año. Lo que tiene que hacer el Gobierno es educar y no educan. Para mí es terrible que se hayan perdido estos años sin haber hecho cloacas en el Norte, por ejemplo. El 80 % de la gente no tiene cloacas y hay muertes por diarrea infantil. Entonces, ¿qué hace el Gobierno? Ahora traen la vacuna del rotavirus.

NOTICIAS: Pero diez años de crecimiento…

Müller: Cuando había plata, no se hizo. Ahora no se puede. Argentina ha mejorado, pero no puede haber provincias donde se vive como en Tanzania y hay cifras de Tuberculosis de Tanzania.

NOTICIAS: Se supone que su marido es una de las personas a las que Cristina Fernández más escucha…

Müller: Eso es un mito que corre no sé por qué. Lo ha creado la prensa y nosotros nos reímos mucho.

NOTICIAS: ¿Pero no ha tenido nunca oportunidad de plantearle esto a la Presidenta?

Müller: Cristina no lo escucha. Yo tengo la sospecha de que, en estos temas, Cristina no escucha a nadie. O quizás escucha a gente que no es la más adecuada.

NOTICIAS: En los agradecimientos de su libro menciona que hay ciertas afirmaciones con las que Verbitsky no está de acuerdo. ¿Cuáles son?

Müller: Estamos de acuerdo, pero él dice que no hubo tiempo, que si es que no hay cloacas por lo menos hay que vacunar. Y bueno, yo estoy de acuerdo: si no vas a darles cloacas y agua corriente, hay que vacunar. Como ha ganado. Si no, se van a morir de diarrea. Pero claro, la gestión que los vacuna es la de Cristina. ¿Si después no se los vacuna más? ¿Si el tipo que importa las vacunas deja de hacerlo? Los nenes se van a volver a morir. Si hubiesen puesto agua corriente, eso es para siempre.

NOTICIAS: ¿Y por qué cree que no lo hizo?

Müller: No sé. Creo que por una razón de falta de conocimiento. Cristina ha dicho que la diabetes es una enfermedad de los ricos. Eso es analfabetismo. No debería abrir la boca en temas de medicina. Y así como dice eso, debe pensar que no es tan importante que haya cloacas. La salud pública es una especialidad a la que no se le da bola. Tiene más prestigio la vacuna, la droga nueva, que la higiene.

por Marina Abiuso

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