Tuesday 19 de March, 2024

SALUD | 10-11-2014 08:00

Brasil y el boom de la revolucionaria droga que adelgaza

Desde su lanzamiento en el 2011, el Victoza no pasó desapercibido en el país vecino. Llegó pisando fuerte, y desde entonces genera amores y odios.

Todo empezó en septiembre de ese año cuando la revista Veja, equivalente a NOTICIAS en este país, le dedicó su tapa. De la noche a la mañana, la “canetinha” – término que podría traducirse como lapicerita o biromita– se empezó a vender como pan caliente. “Esta provocando una verdadera carrera a los consultorios,” decían los médicos. “La están comprando para adelgazar y los diabéticos no la conseguimos” se quejaban sus principales destinatarios.

“Al comienzo lo tomamos con cautela pero, como siempre, algunos colegas eran más… osados –dice después de pensar bastante la palabra el endocrinólogo Amelio Godoy Matos, (63) profesor de posgrado en Endocrinología de la PUC Rio y ex presidente de la Sociedad Brasileña de Endocrinología y Metabolismo SBEM–. Con el tiempo, los médicos lo fueron aceptando cada vez más. “El raciocinio al principio era el siguiente”, recuerda Godoy. “Es eficaz en la pérdida de peso de los diabéticos, más que cualquier otro tratamiento, y es seguro para diabéticos por lo que no hay razón para imaginar que no lo sea para todos. Pero fue con el tiempo que le fuimos ganando confianza, a medida que se iban publicando más estudios sobre la seguridad y eficacia”. Aun hoy, dos años más tarde, las fuentes consultadas coincidieron al afirmar que no es el médico el que lo ofrece sino el paciente que lo pide.

Saltar de las páginas de salud a las de economía fue rápido. El Victoza pasó de la posición 385 a ser el octavo remedio más vendido de Brasil, anunciaron en la revista Istoe Dinheiro. Tuvo un impulso extra inesperado cuando el gobierno vetó la venta de derivados de anfetaminas que se usaban en los tratamientos para adelgazar. Dos meses después de esa prohibición –hasta hoy muy criticada por la comunidad médica– el Victoza tuvo un pico de ventas que generaron a los cofres de la empresa el equivalente a 9,3 millones de dólares aproximadamente. El éxito del producto ya era mundial, pero Brasil fue considerado un destaque para la firma a nivel global.

El boom de un medicamento tiene, sin embargo, siempre su lado oscuro. Algunos problemas se ven en seguida, otros aparecen con los años. El grupo Victoza Brasil de Facebook surgió el mismo día que salió la nota de Veja y desde entonces, además de comentarios y preguntas de usuarios, es un mercado paralelo en el que se venden cajitas sobrantes (“Interesados comunicarse por inbox”), se denuncia algún que otro fraude (“Cuidado: pagué y nunca me llegó”), se ofrecen productos más baratos provenientes de Paraguay. Las farmacias de Brasil lo venden sin receta o a veces hasta la piden pero apenas para la primera compra, lo que no ayuda a un control médico adecuado. Lo más probable es que la mayoría de las personas use el medicamento sin control ni necesidad medical real. La cultura pastillera no fomenta la prevención y la adopción de estilos de vida más saludables que, además, son más baratos.

La Victoza dividió a los brasileños mucho antes que Dilma y Aecio Neves. Los consumidores la aman, las autoridades sanitarias la odian. Cuando hace dos años la ANVISA, –equivalente al Anmat argentino–, analizó el artículo de Veja, envió una nota de aclaración de que había sido aprobada la comercialización “para el uso específico de la diabetes tipo 2, como adjuvante de dieta y actividad física para alcanzar el control glicémico, en adultos”. Ese sigue siendo el mensaje ahora, aunque vender, recomendar, o usar remedios “off label” (para otra indicación que la aprobada) es totalmente legal y habitual. Únicamente impide al laboratorio realizar tareas de difusión.

En el momento más álgido de la pelea hubo un instante en el que dos de las periodistas científicas de más prestigio parecían haberse subido al ring. “La Victoza puede ser considerada la bala de plata contra el exceso de peso” se entusiasmó’ Adriana Díaz López de la revista VEJA. Cristiane Segatto, de la revista Epoca, retrucó: “Quien compra un remedio que no fue aprobado para el fin deseado es cobayo. En el caso de Victoza, cobayo de lujo. El sujeto confiesa que usa el remedio con una punta de orgullo. Al final, son pocos los que pueden pagar 500 reales por unas inyecciones modernas que son la nueva promesa del adelgazamiento”. Las dos, por supuesto, están bien informadas.

La Victoza entusiasma a médicos y pacientes porque realmente sirve para lo que la gente quiere: adelgazar. Pero no es secreto que de cierta manera todos somos cobayos, porque es nueva y los estudios clínicos continúan muchos años después de que una droga es comercializada. Se espera que aunque las investigaciones hayan indicado eficacia y seguridad aceptables, mismo si es utilizado como indicado, ocurrirán eventos adversos imprevisibles o desconocidos. Como reconoce la propia empresa Novo Nordisk en su presentación ante la FDA, los estudios post marketing “darán la confianza, ayudarán a elegir los pacientes, educar al médico, identificar riesgos potenciales y guiar investigaciones futuras”. Eso es así para todos los remedios nuevos, y en el caso concreto de Victoza ya hubo un caso de hepatitis autoinmune que podría estar relacionado y eso es simplemente “post marketing data”. Por tratarse de un medicamento biológico nuevo, hay reglas específicas para el acompañamiento durante los primeros cinco años.

Hubo otro alerta en febrero de este año, de la Secretaria de Salud del Estado de San Pablo y distribuido a nivel nacional, que remarcaba el riesgo de pancreatitis y neoplasia pancreática por terapias basadas en incretinas, entre las que Victoza es la primera de una lista de diez productos. Normalmente este tipo de comunicados queda restricto a médicos, pero el texto del 2014 todavía hace referencia a la nota periodística que “despertó la curiosidad de profesionales de salud y consumidores, generando gran búsqueda del producto” y destaca que “la mitad de los que sufrieron reacciones pancreáticas lo había tomado para algo distinto de la indicación original”. El comunicado recomienda a los médicos monitorear la función pancreática (amilasa y lipasa), a los farmacéuticos a vender únicamente con receta y orientar al consumidor, y a los pacientes, estar atentos a cualquier disconfort abdominal.

DECIME QUÉ SE SIENTE. La inyección diaria no duele, aseguran los usuarios, pero suele traer otros problemas poco elegantes que aumentan con la dosis, dato no menor ya que los estudios que usan la liraglitida para tratamiento de obesidad usan cantidades mayores. En la dosis de 3mg., de cada diez pacientes cuatro sentirán náuseas y otros cuatro diarreas o constipación. Un 15,7% podrían tener vómitos (“me sentía una embarazada”, posteó una usuaria en su blog). Un tercio de los que abandonan la medicación es por este tipo de problemas, según informes de la compañía.

“La liraglitida se vende actualmente para diabetes, en la dosis de 1,2 y 1,8 mg. con el nombre de Victoza. Cuando aprueben la de 3 mg., para su nueva indicación terapéutica, tratamiento de la obesidad, se comercializará como Saxeda. –informa por comunicado Novo Nordisk Brasil que es dirigida por el argentino Gustavo Mizraje–. “Los estudios ya fueron concluidos y el dossier está en análisis por las autoridades”.

En los pasillos se dice que si con cantidades menores se tienen buenos resultados, no es muy probable que los médicos acepten recetar la dosis mayor. Por eso el Victoza nunca va a dejar de generar polémica.

*PERIODISTA científica residente en Brasil.

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por Roxana Tabakman

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