★★★★Estrenada en 1909, “Elektra” fue la primera obra de una de las duplas creativas más célebres de la historia de la ópera: la que conformaron Richard Strauss y el libretista Hugo von Hofmannsthal. Los autores recrearon la trama de Sófocles realzando la profundidad psicológica de los personajes y subrayando los contrastes entre la protagonista, su madre Clitemnestra y su hermana Crisótemis, logrando una de las obras más intensas y poderosas del teatro musical del siglo XX.
El gran hallazgo de esta producción fue reunir a tres cantantes magníficas, capaces de afrontar las tremendas exigencias musicales y dramáticas que los autores plantearon para sus personajes. Linda Watson fue una “Elektra” impactante, de voz poderosa y dúctil. Iris Vermillion, como Clitemnestra, logró que el relato de las pesadillas que atormentan a su personaje fuera tan inquietante como siniestro. Y Manuela Uhl, dueña de una voz suntuosa, compuso una Crisótemis soñada, con enorme entrega y sensibilidad.
Pero, aunque el trío femenino se haya llevado todas las ovaciones, los personajes masculinos tuvieron intérpretes estupendos en Hernán Iturralde (Orestes) y Enrique Folger (Egisto). Roberto Paternostro logró que la orquesta, de dimensiones descomunales, sonara portentosa y equilibrada, sin dejar de resaltar la riqueza y la variedad de los matices tímbricos.
La régie de Pedro Pablo García Caffi fue el único elemento deslucido de la función. La escenografía, con tenues cambios aportados por la iluminación, enfatizó una tendencia general al estatismo. Pero la mayor falencia residió en las esquemáticas marcaciones actorales, que menoscabaron el crudo dramatismo de una obra en la cual lo musical y lo teatral constituyen una unidad estrecha e indivisible.
por Margarita Zelarayán
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