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MUNDO | 05-01-2015 22:51

Crisis europea: dejar que se hundan

Los gobiernos del viejo continente ya no rescatan naufragios de inmigrantes africanos que se arriesgan a cruzar el Mediterráneo.

En los últimos diez meses, más de 3.300 personas murieron intentando atravesar el Mar Mediterráneo para llegar a Europa. El número de víctimas es más que el doble del registrado en el 2013. El lunes 3 de noviembre, un barco se hundió en la costa de Turquía con aproximadamente cuarenta afganos y sirios, incluyendo niños. La embarcación improvisada estaba sobrecargada, tal como las otras que hacen trayectos similares. Es imposible no conmoverse con la desesperanza que lleva a millones de ciudadanos africanos y de Medio Oriente a arriesgarse en travesías precarias. A pesar de ello, los países europeos están reduciendo las operaciones de rescate.

Inglaterra decidió que ya no va apoyar acciones de búsqueda y rescate. El gobierno cree que el principal efecto de esa ayuda es alentar a que más inmigrantes intenten hacer el viaje clandestino. La principal operación italiana, la “Mare Nostrum”, también se suspendió.

El argumento inglés se basa en el ejemplo de Italia. Desde octubre de 2013, cuando dos naufragios mataron 400 inmigrantes, Italia invirtió 11,4 millones de dólares por mes en rescates con más de treinta barcos, submarinos y helicópteros. Como resultado, el número de inmigrantes se duplicó.

Algunos especialistas no comparten la teoría de que las operaciones de rescate incitan las travesías clandestinas. “Los inmigrantes y refugiados están desesperados y decididos en completar el trayecto, a pesar de esas medidas”, dice Ryan Schroeder, de la Organización Internacional para las Migraciones, en Ginebra. Ni siquiera las acciones restrictivas, como la construcción de cercas y muros, han tenido mucho efecto. La explicación para ello es que los motivos que hacen que las personas acepten los riesgos para llegar a Europa son más fuertes que el miedo de morir en el camino. Los inmigrantes de Medio Oriente huyen de los efectos de la guerra civil en Siria y de la falta de perspectiva en los campos de refugiados de los países vecinos. Los africanos intentan escapar de la miseria y de luchas salvajes.

Tráfico ilegal. Hace dos meses, los traficantes de personas hundieron intencionalmente un barco en el que viajaban 500 refugiados en la ruta de Egipto hacia Malta sólo porque algunos pasajeros se rehusaron a cambiar de una embarcación mayor por una menor y más frágil, para recorrer el trecho final del viaje. “Cuanto más difícil es llegar a destino, más caro y peligroso es el viaje para los refugiados”, dice la socióloga inglesa Bridget Anderson, especialista en migración de la Universidad de Oxford. Actualmente, los principales puertos de salida están en Libia, donde el vacío de poder luego de la caída del dictador Muamar Kadafi facilita el trabajo de los traficantes. Al llegar allí, muchos inmigrantes son secuestrados, torturados y golpeados. Los que se escapan de ese destino y consiguen pagar el viaje son amontonados en barcos de pesca que llevan entre 400 y 700 personas o en botes de goma con capacidad para 150 pasajeros. El precio para ser traficado a Europa lo determina la nacionalidad del inmigrante. En Libia, un ciudadano de África Subsahariana paga entre 400 y 600 dólares. Para los sirios, el valor es el doble. La reticencia europea levanta el dilema moral de la responsabilidad sobre los inmigrantes.

No pasarán. Históricamente, los países abrieron o cerraron sus fronteras dependiendo de sus necesidades económicas. Así ocurrió en los Estados Unidos y Brasil. Las barbaries cometidas en las dos guerras mundiales hicieron que valores como la solidaridad entre los pueblos se fortalecieran. “El compromiso de todos los Estados civilizados es el respeto a la humanidad dentro de sus fronteras, y por ello la tradición de conceder asilo a quien proviene de lugares donde eso no ocurre”, dice el filósofo Roberto Romano. Europa construyó, desde entonces, la imagen de oasis de los derechos humanos y se convirtió en el principal destino de quien es perseguido en su propio país.

Las principales rutas de los inmigrantes en el mediterráneo

Sin embargo, la llegada sin control de millones de inmigrantes, el costo elevado para recibirlos y el alto nivel europeo de desempleo cambiaron el peso de esos valores. “La restricción europea a la inmigración era inevitable, ya que el Estado de bienestar social está deteriorado. De esta forma, es difícil mantener la imagen de defensor de los derechos humanos”, concluye el filósofo Luiz Felipe Pondé, de la Fundación Armando Alvares Penteado.

Así, las buenas intenciones se hunden en el mar de problemas que rodean a Europa.

por Nathalia Watkins

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