Friday 29 de March, 2024

ECONOMíA | 05-02-2015 11:38

El peor superávit

El comercio exterior facturó al cierre del 2014 unos US$ 30.000 millones menos que el año anterior. El resultado fue apenas favorable.

Las cifras oficiales dan cuenta que en el 2014 las exportaciones de bienes de las empresas argentinas cayeron 12% (de unos US$ 81.600 millones en el 2013, a menos de US$ 72.000 millones el año pasado. A la vez, las importaciones descendieron 11% (de US$ 73.600 millones a US$ 65.200 millones). El saldo comercial, por lo tanto, sumó solo US$ 6.680 millones de dólares, lo que lo convierte en el más bajo de la década. La primera reflexión es que el comercio exterior argentino está exhibiendo inquietantes resultados, menguantes año a año. Sufrimos el aislamiento, mientras en el mundo la suma de las exportaciones totales ha crecido 3% (en el 2014). En el 2011, en cambio, el comercio total de bienes argentinos con otros mercados había arrojado un total de US$ 157.886 millones de dólares (fue el año de mayor dimensión del comercio internacional). A partir de ese momento, nuestra vinculación por esta vía con el resto de los países comenzó a descender: en el 2013, el comercio de bienes ya se había reducido a US$ 155.316 millones, y el año pasado a US$ 137.184 millones de dólares. O sea, unos 20.000 millones menor a los registros del 2011 y unos 18.000 millones menor a los del 2013. Si a eso se le agrega el comercio de servicios -que el año pasado sumó 13.000 millones de dólares menos que en el 2013-, nos encontramos con un flujo de entrada y salida comercial total unos 30.000 millones de dólares inferiores al del año anterior. Notoria reducción del vínculo con una economía global en la que el comercio internacional ya explica el 40% del producto total.

La segunda reflexión puede enfocarse en la pérdida de capacidad exportadora. En tres años (2012, 2013 y 2014) con resultados más bajos que los obtenidos en el mejor año registrado hasta ahora (2011) repite un fenómeno que no se veía desde 1981 y sus tres años sucesivos. La Argentina exportó el año pasado 12.000 millones de dólares menos que en el 2011 y casi 10.000 millones menos que en el 2013.

Y la tercera conclusión puede referirse al magro saldo en la balanza comercial de bienes: es el más bajo en un decenio y reduce el acceso a los dólares en nuestra economía, que son escasos y que son esquivos por otras vías como la inversión extranjera directa o el acceso a los mercados financieros. El saldo comercial de la balanza de bienes fue 10.000 millones de dólares más bajo que el mejor de los últimos años, el del 2009.

Ahora bien: las cifras no parecen mostrar un suceso sino un proceso. No estamos ante un mal año, sino ante varios años de pérdida de capacidad vinculativa, productiva y comercial, con el resto del mundo. Alta Inflación de costos, atraso cambiario, gravosa presión tributaria, sobreregulación en la economía, dificultad en el acceso a servicios (desde la logística hasta el financiamiento), conflictividad entre los factores, pérdida de intensidad y efectividad en las acciones públicas internacionales (negociaciones o promoción externas para facilitar el comercio con otros países); han producido baja tasa de inversión, diferimiento de decisiones comerciales, pérdida de productividad y competitividad, y reducción de cualidades para los negocios transfronterizos. Una economía que pierde apertura sufre el empeoramiento de estándares en la oferta de bienes y servicios, una menor creación de puestos de trabajo calificados, la reducción de la cantidad de decisiones productivas de sus empresas, una menor recaudación fiscal, y pérdida de la capacidad de acceso a las cadenas globales de producción y comercialización que hoy mueven el 80% del comercio mundial (las cadenas globales de producción y comercialización generan 15.000 millones de dólares por año y la capacidad de inserción internacional está vinculada a las habilidades para generar valor dentro de esos procesos). Y, como consecuencia, sufre escasez de divisas, como la Argentina.

La solución es cambiar. Cambios fronteras adentro (en las políticas macroeconómicas y en las estrategias y acciones de las empresas) y fronteras afuera (despejando escenarios hoy sometidos a alta conflictividad que afectan la reputación de las empresas argentinas, y generando a la vez arquitecturas vinculares funcionales a través de negociaciones para abrir mercados y asistir a empresas para la inserción transfronteriza). Esos cambios deberían, en breve, producir un nuevo marco de referencia que facilite una virtuosa reinserción internacional de los actores económicos argentinos.

*DIRECTOR de la consultora DNI.

Especialista en negocios internacionales.

por Marcelo Elizondo*

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