Friday 29 de March, 2024

SOCIEDAD | 22-02-2015 07:50

Heridas incurables

A tres años de la tragedia de Once, una de las víctimas cuenta las secuelas físicas y psicológicas que tuvo. El juicio.

Los miedos se van apagando con el tiempo. Es lo que siente Florencia Ilabaca, de 26 años, una sobreviviente de la tragedia de Once donde perdieron la vida 51 personas y más de 700 resultaron heridas. Ya no toma antidepresivos y pastillas para dormir, pero duerme con la luz encendida. Utiliza el colectivo, pero nunca más se tomó el tren. Intentó trabajar pero no pudo seguir por el dolor físico y los recuerdos de aquella mañana. Como ella, los que estuvieron en el vagón del Sarmiento Chapa 16, aquel 22 de febrero del 2012, tuvieron que seguir con su vida.

No todos los que sobrevivieron pueden relatar lo que pasó ese día. Pero, a tres años del accidente y con un juicio en marcha, a ella no le cuesta hablar sobre su calvario: más de 30 intervenciones quirúrgicas; una mudanza a la casa de los padres de su novio Adrián porque ya no podía pagar el alquiler de su departamento de Merlo; la pérdida de su trabajo y la muerte de su amigo Fede, con quien iba ese día al local de ropa donde eran compañeros.

Florencia viajaba en uno de los últimos asientos del primer vagón, el que impactó contra el paragolpes del andén Nº 2 y donde se produjo la mayoría de las muertes y hubo más heridos de gravedad como ella, ya que el furgón que venía detrás terminó incrustado en el primero. “Tenía la pierna izquierda enganchada entre el primer y segundo vagón, y un hierro atravesado”, describe. Es que su asiento se desplazó y se subió a los que estaban detrás, y encima de ella cayeron otros pasajeros.

Mientras estuvo internada en el Hospital Pirovano pasó por 27 toilettes quirúrgicos –el lavado de las heridas que se infectaban en forma constante– y tres injertos. De la rodilla para abajo perdió la sensibilidad, no puede mover los dedos del pie, ni tampoco siente si se toca la pierna con la mano. En abril deberá someterse a una nueva cirugía.

Heridas invisibles. Hizo rehabilitación durante dos años pero, además, estuvo bajo tratamiento psicológico y psiquiátrico para recuperarse de las heridas invisibles. Al principio, las pesadillas fueron frecuentes, le costaba dormirse, y empezó a dejar el velador encendido toda la noche. Desde el accidente no le gusta estar sola, su mente alberga recuerdos y miedos.

Su papá se mudó desde Mar del Plata, donde vive su familia, a un departamento en Haedo para estar más cerca de Florencia. El apoyo de su novio, su familia y amigos, fue fundamental para su recuperación. Ella misma decidió suspender un relajante muscular que estaba tomando: "Ya no me hacía efecto, y además me apagaba, me bajaba el estado de ánimo”.

Intentó volver a trabajar en dos oportunidades pero no soportó el dolor físico que le generaba en sus piernas el estar parada durante mucho tiempo. La primera vez, aguantó quince días, y la segunda, un par de meses. El local quedaba en la zona de Once pero ella nunca volvió a tomar el tren. “Es algo que no puedo superar”, afirma con la voz temblorosa. Prefería hacer un viaje de tres horas y media en colectivo con tal de no subirse al Sarmiento.

Tampoco se anima a utilizar el subte o pasar por la entrada de la estación de Once. La única vez que volvió fue para participar de un acto aniversario de la tragedia pero se descompuso y decidió no repetir la experiencia.

“Son los peores años de mi vida. Fue muy difícil volver a la normalidad, fue difícil el cambio brusco que sufrió mi vida, perdí a mi amigo y mi trabajo, y no es fácil físicamente. Esto nunca se termina. Siempre hay palos en la rueda, no podés llegar a ser lo que eras antes”, afirma Florencia.

por Luciana Betteto

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios