Friday 19 de April, 2024

COSTUMBRES | 13-04-2015 00:20

Ropa para todas

Aunque está sancionada en varias provincias, la “ley de talles” no se cumple. Denuncias, multas y la lucha por una legislación nacional. Por qué el “extra large” no es negocio.

Dentro de un probador de ropa un vestido se puede convertir en una prenda soñada o en la peor pesadilla. No se termina de comprender si las caderas se ensanchan o los talles se achican. La odisea de encontrar el atuendo que refleje en el espejo la mejor versión de uno mismo podría simplificarse de la mano de la aplicación de una ley que hace años pretende acercar la moda a las minorías y ampliar medidas y tamaños, sin lograrlo.

La ley de talles es un hecho en varias provincias y ciudades como la Ciudad de Buenos Aires y de Córdoba y las provincias de Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, Santa Cruz. Lo cierto es que esta formalidad se choca con la realidad a la hora de pretender conseguir ropa a la medida de cualquier cuerpo. Una encuesta realizada en 2013 por la delegación local de la ONG internacional Cuerpos en Riesgo de Extinción, conocida como “AnyBody”, señala que el 67,63% de los consultados tiene problemas para conseguir prendas de su talle.

Los empresarios explican que no recuperan la inversión que esa ampliación en el rango de talles implica. Por otro lado, profesionales de la psicología advierten que la presión social de querer entrar en talles más pequeños y accesibles, puede llevar a que una persona desarrolle trastornos en la conducta alimentaria. ¿Quién gana y quién pierde en esta lucha por vestirse cómodo y a la moda?

El talle de la ley. La provincia de Buenos Aires fue pionera en la sanción de esta ley que busca democratizar la moda e incluir diversidad de talles en el perchero. La Ley 12.665 se aprobó en 2001 y se reglamentó en 2005. El debate en el país ya lleva más de diez años pero todavía no se logra su cumplimiento.

El presidente de la Unión de Consumidores de Argentina (UCA), Fernando Blanco Muiño, dice que “Lo primero que no se cumple de la ley es la confección de talles grandes, lo que genera que sean de difícil acceso para los consumidores”. “También tenemos quejas de falta de identificación, hay problemas de señalización de talles grandes”, agrega Blanco Muiño, quien a su vez denuncia “una ausencia de control absoluto por parte de la autoridad de aplicación en todas las provincias, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, donde la ley es más clara”.

La Ley 3.330 se aprobó en la Legislatura porteña en 2009 y se reglamentó en 2012. La misma obliga a las empresas de indumentaria a ofrecer en sus locales hasta ocho medidas distintas de cada prenda. En Capital, la autoridad de aplicación es la Dirección General de Defensa al Consumidor, pero Blanco Muiño señala que no cuenta con un cuerpo de inspectores que se encarguen de que se cumpla la ley de talles, sino que actúan solo frente a un reclamo.

De acuerdo con la ley de la Ciudad, “el titular de un establecimiento de venta de indumentaria que no cuente en su local o depósito con prendas que correspondan a todas las medidas antropométricas del género y la franja etaria que se dedique, será sancionado con multa de trescientas a diez mil unidades fijas. En caso de reincidencia se clausurará el establecimiento por un plazo de hasta treinta días”.

Organizaciones como la Fundación Mujeres en Igualdad o AnyBody Argentina, piden que se retome el debate para que se sancione una ley de talles a nivel nacional. Este proyecto unificaría las legislaciones del resto del país, lo que facilitaría tanto el control como el cumplimiento. A través de la plataforma “Change.org”, AnyBody Argentina pide la creación de “una Ley de talles coherente, inclusiva y nacional”. En 2013, la Cámara de Senadores de la Nación dio media sanción a un proyecto de ley en esa línea, pero nunca fue tratado por sus pares de Diputados.

Costo “extra large”. “Desde lo filosófico estoy de acuerdo con la ley porque es una manera de democratizar la moda”, sostiene el diseñador y empresario Martín Churba, pero también agrega que “lo delicado de invertir para las minorías, es que se requiere una apertura de talles que implica una descapitalización, se agrega una complejidad industrial que lo vuelve menos rentable”. Churba sugiere que lo correcto sería que “la ley viniese con un plan de subsidios o créditos para que esas extensiones productivas pudiesen ser solventadas”.

Benito Fernández concuerda con su colega y afirma que “para las marcas es muy difícil hacer muchas progresiones en talles, comercialmente es muy costoso”, pero asegura que todos están trabajando para agrandar las medidas y agrega: “de a poco se va incorporando esto de hacer ropa para todos”.

Desde el punto de vista del Marketing, María Ximena Díaz Alarcón y Mariela Mociuslky, directoras socias de Trendsity, aseguran que mientras que algunos fabricantes sostienen que no fabrican talles más grandes por viabilidad económica, otros actores argumentan que lo económico no tiene un peso tan clave y que la falta de talles más grandes se debe a dificultades de adaptación de la moldería y falta de estudios antropométricos locales que permitan ajustar el diseño.

Los estudios antropométricos son aquellos que se hacen para dar cuenta de las medidas de la población. En Argentina se está tratando de realizar dicho estudio para terminar con la excusa de que por falta de esa medida no se pueden ajustar los diseños.

Por otro lado, Díaz Alarcón y Mociuslky agregan que “Lo que resulta indudable desde el punto de vista del consumo es que cuando los y las consumidoras van a comprar a una marca y sistemáticamente no encuentran su talle, se sienten de alguna manera ‘expulsados’ de esa marca. Esto genera que busquen nuevas alternativas para vestirse, resignando la marca que habían elegido en primer lugar, lo que tiene un costo simbólico y comercial para la etiqueta, que termina alejando a un consumidor que se siente ‘rechazado’”.

Presión peligrosa. Desde el lado de los profesionales de la psicología, existe una visión muy crítica respecto de esta deliberada forma de rechazo hacia los consumidores que buscan talles grandes. Para la licenciada en psicología, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Adriana Guraieb, “la gran protagonista es la manipulación social mediante la propaganda, el marketing de los emblemas de belleza, convertidos hoy en verdaderos mandatos, que exigen ser flaca, joven y bella, de lo contrario, la discriminación inexorablemente se hará presente”.

Guraieb reflexiona sobre la ley y agrega: “sin duda y desde el punto de vista psicosocial la imagen, hoy en día, tiene cada vez a mayor cantidad de personas, especialmente adolescentes, pendientes del espejo, de las marcas, y de lo que 'hay que ponerse para estar a la moda' y si bien ello no es la causa total que desencadena trastornos en la alimentación, ciertamente aporta nutrientes tóxicos que operan de estimulantes en el incremento de estas patologías, como también en alteraciones en la percepción de la imagen corporal”.

En ese sentido, la Dra. María Teresa Calabrese, psiquiatra y endocrinóloga, especialista en niños y adolescentes y enfermedades psicosomáticas, señala que si bien el factor social es sólo uno de los tantos factores que pueden ayudar a desencadenar un trastorno alimenticio como la bulimia y la anorexia, si la cultura ofreciera otros modelos más saludables, disminuiría la cantidad de trastornos de la conducta alimentaria.

Tanto Benito Fernández como Martín Churba coinciden en que los diseños pueden lucirse en cualquier tipo de mujer y creen que se debería avanzar en una ley más inclusiva. Lo cierto es que los desfiles de moda conservan una pretensión aspiracional en donde las mujeres que lucen la moda representan un ideal de belleza prácticamente inalcanzable para el común de las consumidoras.

Si bien en diferentes puntos del país la ley de talles busca ayudar a promover una imagen corporal más saludable, todavía no se logra dar con una reglamentación adecuada que les facilite a los empresarios su cumplimiento. Sería importante que el Estado y las marcas trabajen en conjunto para que los consumidores no sean los que pierdan la batalla contra un espejo que devuelve una imagen injusta y un atuendo que pretende decirles cuánto deberían pesar. Que los locales de ropa se conviertan en un espacio de elección y no de resignación y que vestirse sea un placer además de un derecho.

por Mariana Haramburu

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios