Friday 29 de March, 2024

SHOWBIZ | 24-04-2015 09:35

En busca del sonido original

Cómo funciona el “HD” musical. La industria vuelve a las bases y apuesta a más calidad.

La música sufrió cambios con la digitalización. Y no sólo por la piratería, que destruyó a las grabadoras y reinventó el mercado fonográfico. Las innovaciones representaron una extraordinaria mejora en la distribución de discos, que ahora se pueden descargar en apenas minutos con iTunes y escuchar en cualquier lugar a través de iPods. Sin embargo, hubo una importante pérdida de calidad sonora cuando se pasó del vinilo al CD y, luego, al actualmente omnipresente MP3.

La pérdida se puede medir: en los vinilos, las canciones alcanzan extremos de frecuencias sonoras cuatro veces más grande que en el MP3. En los discos, se escucha la respiración del cantante mientras espera el solo de guitarra. En cambio, en el MP3, los potentes golpes de un baterista pierden importancia, como si toda la grabación estuviera sujeta a una misma meseta, sin sobresaltos. Obviamente, el buen oído se sintió perjudicado. La glorificación de una tecnología de 1894, el vinilo, en comparación con una de 1995, el MP3, siempre sonó como algo nostálgico sin sentido. Pero en la música, el pasado gana. Esa discusión cobra amplitud actualmente con un nuevo formato de grabación, conocido por dos nomenclaturas, HRA (audio en alta resolución, por sus siglas en inglés) o HDA (audio en alta definición), capaz de superar la calidad de un vinilo.

Hipercomprimidos. Los archivos MP3 surgieron en los años 90 –y se convirtieron en el principal soporte para la música en el 2000, con iTunes– como la solución para permitir la descarga rápida de música por Internet y también almacenar decenas de pistas en reproductores que llegan a tener el tamaño de una caja de fósforos. Un disco entero en MP3 ocupa solo 44 megabytes y se descarga en menos de seis minutos con una conexión de un megabyte por segundo. Sin embargo, la búsqueda de liviandad del archivo supone daños.

Programas que convierten CD, o incluso directamente el disco master (el primero que salió en estudio) en MP3 identifican y eliminan frecuencias sonoras extremas de la música. En el proceso de compresión, el MP3 retira la intensidad de los sonidos fuertes y remueve matices. Además, impide que se transmitan diferentes sonidos al mismo tiempo, separándolos por espacios de 200 milisegundos. En la práctica, en el sonido de un contrabajo se descartan los golpes contra las cuerdas (o, en el caso de la guitarra, los toques que el guitarrista le pueda dar a la caja)

El productor Zeca Lema, del estudio BTG, afirma: “Con la digitalización comenzamos a escuchar música de pésima calidad. Las personas escuchan música en el tránsito, con alguien tocando la bocina al lado, o como distracción en el trabajo, y no le prestan atención, pero con el equipo correcto, si se detienen a escuchar detenidamente, cualquier persona notará una diferencia entre un MP3, un vinilo y un archivo de alta calidad”.

Técnicamente, hace más de veinte años que se puede captar el sonido en alta definición, incluso con tecnologías comerciales. El proceso de grabación consiste en registrar completamente el master de estudio, sin preocuparse por el tamaño final del archivo, que puede ser de hasta dos gygabytes.

Justamente, el tamaño era el impedimento para que el formato digital fuera popular: en la era de internet por línea telefónica, demoraría casi cuarenta horas para descargar un disco, o casi cuatro horas para bajar una canción. Incluso con la baja velocidad de la red de fines de los 90, pasar un CD a MP3 demoraba menos de dos horas. ¿Qué cambió? Siguiendo la infalible ley de Moore, que dice que la capacidad de procesamiento debe duplicar, sin aumento del costo, cada dieciocho meses, la tecnología avanzó a pasos agigantados.

Formatos y descargas. Actualmente, descargar un disco de alta calidad lleva dos horas, mientras que la versión en MP3 consume cerca de seis minutos. Al grabar el archivo en alta calidad, se elige el formato del audio y existe más de una decena de opciones que actúan como evoluciones de MP3. El más popular es el Flac, creado en 2001 por una fundación sin fines de lucro y cuya última versión, la más estable, salió en 2013. Esta última sirvió, por los excelentes resultados, de ignición para lo que puede ser una nueva revolución en la industria fonográfica.

Un Flac mediano consigue preservar 70% del sonido original, lo que se graba en estudio, lo que equivale a un vinilo de la mejor categoría. Ahora, un HRA alcanza un 99%. ¿Qué sería el 1% restante? “Todavía falta captar los efectos de la reverberación de la música en un ambiente de tres dimensiones, haciendo que el sonido de cada instrumento llegue de forma distinta a nuestros oídos”, dice el productor y compositor estadounidense David Chesky, pionero en la tecnología de grabación en alta calidad con su local on-line HDTracks y la grabadora Chesky Records, a través de la cual produjo discos de artistas del calibre del guitarrista John Pizzarelli. Ahora trabaja en otra innovación, capaz de captar, de forma inédita, el modo en que el sonido se esparce en un teatro o un estudio. Para ello, salió del tradicional ambiente de estudio, y comenzó a grabar en amplios teatros. Así creó, junto con la Universidad de Princeton, un muñeco mecanizado, el B&K 4100, dotado de micrófonos especiales ubicados donde serían los oídos. Con esta peculiar herramienta consigue simular con precisión la forma en la cual el oído humano capta las variantes sonoras de un show. Chesky promete: “Todavía está en estudio, pero creo que conseguiré lanzar un nuevo modelo de música en cinco años. Aquel que cierre los ojos y escuche en esa calidad futurista no conseguirá distinguir las reproducciones de una presentación en vivo”.

El único factor que aún se puede ver como un obstáculo para que un archivo Flac y similares reemplacen completamente al MP3 es el precio. Para escuchar el sonido de primera calidad, no es suficiente con comprar el disco digital en ese formato. Se necesita una serie de dispositivos capaces de reproducir las canciones con la calidad de la grabación. Para escuchar en casa se necesita una computadora con Internet de velocidad adecuada, conversor digital-analógico, preamplificador (que refina el audio antes de ser reproducido, evitando distorsiones), amplificador y parlantes de última generación.

Algunos se entusiasman y no es raro ver a alguien que invierte más de 100.000 dólares para escuchar música con la mejor calidad posible. “Gasté en todos los equipos el valor de un buen auto deportivo”, afirma el audiófilo brasileño André Borten, ingeniero electrónico, cuya colección de discos incluye casi 900 gygabyte de música en alta definición. Los parlantes que están en el living de Borten, por ejemplo, son marca Raidho, que tiene modelos que cuestan hasta 50.000 dólares. Sin embargo, para escuchar en la calle se gasta mucho menos. “Con 700 dólares, se puede comprar un buen auricular y un reproductor adecuado”, calcula Chesky.

El dispositivo portátil para escuchar esta música de ultra alta definición no puede ser el iPod tradicional. Hay dispositivos específicos con múltiples procesadores para no interferir a la hora de reproducir los archivos pesados. El Pono, por ejemplo, es una especie de iPod para música de alta calidad, creado por el músico canadiense Neil Young, lanzado el año pasado, y que en el exterior cuesta alrededor de 400 dólares. La empresa taiwanesa HTC fabricó los primeros smartphones capaces de reproducir adecuadamente archivos Flac, y la competencia enseguida reaccionó. Se especula que el próximo iPhone también será diseñado así. “Con eso podemos preservar trabajos originales de artistas a lo largo de las décadas”, dice Young, celebrando los nuevos formatos.

Llegar al alma. Además de mejorar grabaciones de archivos contemporáneos, esta nueva evolución fonográfica permite que se preserven, en formato digital, los discos master grabados hace décadas.

Discos como el primitivo “Ram” de Paul y Lind McCartney, grabado en 1971, o el legendario “Thriller” de Michael Jackson, de 1982, recuperaron su calidad original en las reediciones digitales en estos formatos que salieron en los últimos dos años.

Los que aprecian la buena música muchas veces usan términos esotéricos para definir la calidad del sonido, como “sin vida”, “sin alma”. Se atribuyen esos términos a la dificultad de definir por qué sentimos semejante diferencia entre el sonido de un CD y el de un vinilo. El CD se graba en una frecuencia de sonido entre 20 y 20.000 hertz, registrado en los límites de captación del oído humano. El vinilo, así como el Flac, va más allá de eso, y somos incapaces de percibir todas las variaciones. “Ese sonido que a veces supera la capacidad de identificación incluso de un oído absoluto es el que consideramos, de forma imprecisa, como el alma de la música”, afirma el productor estadounidense Chesky. El nuevo formato pretende llegar a ella.

por Jennifer Ann Thomas, Sérgio Martins

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