Axel Kicillof habló más 45 minutos para anunciar los cambios en el Impuesto a las Ganancias. En ese lapso, el ministro mintió, confundió, mezcló cifras, chicaneó a los sindicalistas (del propio riñón K) y trató de explicar infructuosamente cómo los trabajadores en relación de dependencia, con sueldos brutos de entre 15.000 y 25.000 pesos al 2013, verían aumentar su efectivo mensual entre 3 y 6%, de 400 a 900 pesos, según sean solteros o casados con hijos.
La medida, retroactiva al 1°de enero de este año, prevé que el excedente retenido por las empresas sean devueltos en cinco cuotas consecutivas entre junio y octubre, bien al filo de las presidenciales. O sea, un sueldo mensual anualizado si se reintegran las deducciones que ahora recuperaría el asalariado. Ricardo Echegaray se negó al principio a avalar el confuso anuncio de Kicillof, al menos durante las 48 horas posteriores a su arenga. Pero el enfrentamiento entre el ministro y el jefe recaudador ya es un clásico del oficialismo.
Según Economía, con la mínima reducción de Ganancias se inyectarían 6.000 millones de pesos al mercado del consumo, una “fantasía” según la mayoría de los economistas y tributaristas. Lo que hubiera revertido en parte la pérdida del poder adquisitivo del año pasado hubieran sido, en cambio, unas paritarias realistas respecto a la inflación verdadera. Pero los funcionarios exigieron a los líderes sindicales ajustes inferiores al 25%, estirado al 28% para desactivar las protestas sindicales. De lo contrario, amenazaron, Trabajo no homologaría ningún convenio que pudiera suscribirse entre gremios y empresarios privados. El ajuste no se hace esperar: empezó antes de la llegada del nuevo gobierno.
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por José Antonio Díaz
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