Thursday 28 de March, 2024

OPINIóN | 13-06-2015 11:48

Massa y la lección de House of Cards

Confesiones a corazón abierto que quedan a mitad de camino. De la autocrítica a la victimización.

Una de las maravillas de la ficción es -además de ayudarnos a procesar la realidad social- su capacidad de anticipación de problemas que quizá debamos enfrentar en nuestras vidas. Para la comunidad política argentina, la serie de Netflix “House of Cards” resultó ser un fenómeno adictivo, atribuible quizás al morbo de ver reflejadas sus miserias, y al inconfesable y maquiavélico propósito de aprender algún que otro truco de manipulación de adversarios y hasta de inocentes aliados.

La conferencia de prensa (sin preguntas, o sea pseudo conferencia) que dio Sergio Massa para intentar salvar su candidatura presidencial de la irrelevancia ofreció un delicioso caso testigo de cómo usar las enseñanzas de “House of Cards” para operar más eficazmente en la vida real. Frank Underwood, el protagonista de la serie, se encuentra en un capítulo ante un agujero negro en su trepadora carrera hacia la cima del poder. Por primera vez, se siente perdido, derrotado, sin recursos. Hundido en la queja, se topa con su esposa (la afilada coprotagonista Claire), que lo reta por su flojera, y le recuerda que ella se casó con un hombre que nunca se rinde. Él le da la razón, aunque le confiesa que por esta vez, no se le ocurre una salida exitosa del callejón sin salida en que se encuentra. Nadie le cree, y ya ni Frank mismo se traga sus mentiras. Y al que tiene que convencer es nada menos que al presidente de los Estados Unidos, que ya no lo quiere a su lado, porque desconfía (con razón) que Underwood le está serruchando el piso. ¿Qué hacer? La infinita Claire le da la solución, extrema, arriesgada, pero quizá la única posible: “Ofrecele tu corazón”, le ordena. Justamente a un político inescrupuloso, que si algo preserva por instinto es su corazón, lo que de verdad siente. Underwood le hace caso, y escribe una confesión que incluye su ofrecimiento (nada sincero, en el fondo, pero formalmente sí) de renunciar a su cargo y sus aspiraciones inmediatas. Resultado: funcionó. Y lejos de renunciar, Frank finalmente llegó a presidente.

A juzgar por el discurso de Massa, algo de la estrategia “House of Cards” pasó por su cabeza, o al menos por la de sus gurúes de campaña. Jugó con el vértigo de que quizá al final de la conferencia podría anunciar su renuncia a la candidatura presidencial. Confesó errores y hasta aceptó haber chapoteado más de la cuenta en “el barro” de la política. Pero se quedó a mitad de camino. Luego de un amague de autocrítica feroz, a corazón abierto, Massa volanteó prudentemente hacia su ancha vía del medio, esa zona de confort donde critica a Cristina y a Macri por igual, victimizándose ante los “aparatos” estatales de sus adversarios, y recitando de memoria su agenda de campaña. Perdió su oportunidad de cachetear a la opinión pública contando todo (casi todo, que ya sería demasiado) sobre sus negociaciones con el PRO, sus escenas de peronismo explícito con los aliados que se le fueron en estampida, y rememorando sin censura ni hipocresías los tiempos en que era poco más que un felpudo de la Presidenta. Nadie puede saber cuántos votos le hubiera aportado semejante sincericidio, pero sí es claro que un verdadero renunciamiento (o aparentemente cierto, con eso a Frank le alcanzó) en vivo y en directo le habría permitido recuperar la iniciativa discursiva de un proceso electoral que amenaza con hundirse en el conformismo mediocre. Es cierto que patear el tablero es más fácil para los personajes de ficción. Pero en un escenario político cada vez más regido por las leyes del Relato (“storytelling”, le llaman los marketineros globalizados), hay que saber que el rating a veces solo se recupera con sangre, la propia sangre. Aunque en realidad sea ketchup.

*Editor Ejecutivo de NOTICIAS.

por Silvio Santamarina*

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