Thursday 28 de March, 2024

CULTURA | 27-06-2015 13:51

Peronismo en escena

Los mejores dramaturgos nacionales vuelven una y otra vez sobre la historia de los años '50. ¿Opción estética u obsesión política?

"A lo mejor la culpa la tuvo esa cachetada de Libertad Lamarque a Eva Duarte en 1945 durante el rodaje de “La cabalgata del circo”. Si existió o no, importa menos que las razones por las que insistimos en creer y volver a escuchar esa historia. El primer peronismo, el de la década del '45 al '55, con Perón en el apogeo de su poder y Evita viva, aparece a la distancia como una tierra legendaria, una infancia lejana de hadas y monstruos enfrentados y, por tanto, aguas profundas adonde buscar imágenes, íconos, arquetipos, cuentos de héroes y villanos. En ese arcón fueron a revolver varios dramaturgos y directores, gente de teatro que en medio del discurso de la memoria setentista, eligió meter las patas en la fuente.

Recurrencia. “El peronismo y sus representaciones parecen constituirse hasta hoy como una especie de catalizador histórico de la argentinidad: un modo recurrente en que la identidad nacional suele pensarse para transformarse en otra y en sí misma una vez más, cada vez. En este sentido es inevitable su frecuencia en el escenario: el peronismo reaparece como nodo mitológico que pervive en la conciencia del pueblo y adquiere formas y discursos diversos, como si en la escena pudiera proyectar la polisemia compleja de lo argentino”, dice Mariano Saba, autor de “La patria fría”, obra que escenificaba esa intensidad dentro de un circo trashumante de los años '50, atravesado por la dialéctica reconocible entre peronismo y antiperonismo. Esta pieza se estrenó en 2011 y estuvo en cartel hasta 2013 como parte de la “Trilogía argentina amateur”, realizada por Saba y el director Andrés Binetti para quien también el peronismo representa un espacio mítico que permite la reflexión: “Desde la idea de 'mis grasitas' hasta el que escribe en una pared 'viva el cáncer', entre estos dos polos se construye el mito que convoca a la escritura”. Ambos hoy están presentando “Esto también pasará”, en el Teatro del Pueblo, donde soñaron a la Argentina en el futuro lejano.

Pero fue en 2008 cuando en el Sportivo teatral de Ricardo Bartis, un unipersonal sobre una modista de barrio que debía elegir la entrega de un vestido entre la señora Lamarque o Eva (“Nada del amor me produce envidia”), rompió los límites del off. La obra de Santiago Loza, dirigida por Diego Lerman y actuada maravillosamente por María Merlino se mantuvo cinco temporadas en cartel (en distintas salas hasta 2012) y pasó al Maipo con dirección de Alejandro Tantanián y el protagónico de Soledad Silveyra en 2013.

“Me pareció lógico y tentador escribir sobre esa supuesta cachetada –dice Loza que había visto en un antológico almuerzo de Mirtha Legrand, como la actriz y cantante desmentía el hecho– desde el personaje de una costurera que de manera candorosa es metáfora de un país tironeado. Crecí en un ambiente antiperonista rabioso, sin entenderlo del todo. Tengo fascinación por el imaginario de la época. Y cuando las aguas se dividen, me conmueven los personajes que quedan en el medio, atrapados, atascados. Obligados a tomar parte cuando no lo desean. En medio de algo que no llegan a comprender, que los supera y agobia”.

La dupla Merlino-Lerman (pareja, además, en la vida) continuaron con otro personaje paradigmático del evitismo. En “¿Qué me has hecho, vida mía?”, en cartel del 2012 al 2014 desde La Carpintería hasta el teatro San Martín para el ciclo Teatroxlaidentidad, centraron la mirada en la actriz Fanny Navarro, uniendo el relato biográfico –un auténtico melodrama en sí mismo– con la musicalización y los efectos de sonidos del radioteatro de la época. La Mariquita Sánchez de Thompson de “El grito sagrado” (Luis César Amadori, 1954) fue una activa militante peronista y pareja del hermano de Eva, Juan Duarte, que cayó en desgracia a partir del golpe de 1955 y murió en el olvido, en 1971.

Este año otra obra, “Deshonrada”, se detuvo en su vida pero con un especial recorte dramático: las horas del interrogatorio del así llamado “Capitán Gandhi” (Fernández Alvariño, un represor de la Libertadora que cortó la cabeza al cadáver de Juan Duarte y la exhibía en su oficina) a Navarro por la muerte (¿asesinato o suicidio?) de Juancito. Escrita por Gonzalo Demaría, dirigida por el prestigioso Alfredo Arias e interpretada por Alejandra Radano y Marcos Montes, se presentó en abril en el Centro Cultural San Martín, adonde vuelve en agosto, y el año próximo estará en el teatro Rond-Point, de París. “Es un episodio puntual, en tiempo real, sobre este interrogatorio en el que el Capitán Gandhi se ensaña con ella. El hecho sucedió y lo que hice fue fantasear con lo que allí pudo pasar”, dice Demaría, fascinado por la figura de Navarro: “Me interesó el aspecto épico, su papel de heroína trágica que lo tuvo y lo perdió todo, un poder desmedido que después pagó con una caída brutal y cruel”.

Esplendor perdido. La obsesión por el cuerpo momificado de Eva Perón, un tópico mítico que trasciende al peronismo, es el tema que como metáfora de lo trascendente interesó a Gabriel Fernández Chappo, autor y director del unipersonal “La mujer del anatomista” que acaba de terminar su segunda temporada en El ópalo espacio teatral, para empezar una gira por las ciudades de Gualeguay, Gualeguaychú, Salto, Pergamino, Tucumán, Jujuy y Cañuelas. Después de investigar varios materiales como “Santa Evita” de Tomás Eloy Martínez, la autobiografía “El caso Eva Perón” del propio embalsamador Pedro Ara, el cuento “Esa mujer” de Rodolfo Walsh, informes militares y declaraciones periodísticas, Fernández Chappo recrea la situación de Ana María (la actriz Clara Díaz), un personaje aristocrático que entra en crisis al ser prácticamente abandonada por su marido inmerso durante más de tres años en la tarea que le había encomendado el General.

“El peronismo sigue siendo el principal punto de referencia sobre el cual se organiza (tanto en adhesión como en rechazo) la experiencia política del país. Es un movimiento con rasgos tan particulares que logra vincular conceptos, ideologías y programas políticos muy disímiles. Y siempre se trata de una interpretación sobre un personaje político y un proyecto de gobierno del pasado, por lo cual todo intento de traslación es inevitablemente un procedimiento de proyección, muy cercano a los procedimientos de la ficción. La irrupción del kirchnerismo me generó un resurgimiento de esos debates y disyuntivas que desde la década del '40 propiciaba el peronismo”, dice el dramaturgo.

La huelga ferroviaria de 1951 obliga al encuentro entre un supuesto sacerdote que carga la imagen de un santo oculto en un paquete, una madre manipuladora y su hija adolescente. Mientras esperan que Evita interceda para levantar el paro, estos personajes revelarán otra inesperada cara: esta es la anécdota de “La mala fe”, del rosarino Leonel Giacometto, que puede verse los miércoles en el C.C. San Martín, con las actuaciones de Walter Bruno, Tamara Garzón Zanca y Lorena Vega. “Estos personajes son seres comunes que viven una existencia cotidiana ajena a lo que significó aquel momento. Pero la contundencia de ese hecho no admite medias tintas. Como dice el rol de la madre 'Estamos en otra Argentina'. Esa frase, me hizo llevar adelante el montaje de esta obra. Cada vez me importa más ahondar, a través de mis montajes, qué sucedió en el pasado de la Argentina con el anhelo de comprender, aunque sea en parte, su presente y, si se puede, proponer lo que podría modificar para bien el futuro”, afirma el director Alejandro Ullúa.

Si bien no refiere de manera directa al peronismo, aparece como atmósfera en “La tercera posición”, la obra de Clara Maliandi y Pablo García que se presenta los jueves en El camarín de las musas, donde se enfrentan un hombre de clase alta vinculado al mundo del arte (Eduardo Iácono) con su secretaria y asistente (Anahí Pankonin), unos pocos años antes del derrocamiento de Perón. “La obra –dice Maliandi, también directora– encierra un conflicto teatral ontológico que es el conflicto del `ser o no ser'. La afirmación de identidad es imprescindible dentro del peronismo, del mismo modo que, fuera de él, mucha gente siente la necesidad de declararse no peronista o antiperonista”. En “La tercera posición”, los personajes parecen obligados a definirse en el conflicto socio-político de la época, si bien –aun a pesar de ellos– pueden coincidir donde menos lo esperan.

Los viajes de ida y vuelta al peronismo nunca terminarán en tanto las tensiones sociales se mantengan. Permanecerá ahí para recordarnos algo, a favor o en contra. Y de todas esas relecturas, el teatro siempre tendrá la propia.

por Leni González

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios