Friday 19 de April, 2024

OPINIóN | 02-07-2015 21:15

Posporno: una forma de correrse del límite

Transgresión y arte, un cóctel explosivo que pone en tela de juicio las “las buenas costumbres”.

Cuánto ruido provoca un micrófono en una vagina. Cuánta ansiedad por lo correcto, cuánta la espera de un comunicado, un decreto, una sanción ejemplificadora que ponga el sello para dar alivio a aquellos que necesitan demarcar que el límite ha sido cruzado. Y sí, claro que fue cruzado. No es hora de pedir disculpas ni hacerse la confundida. Es que cuerpos desnudos y sexo explícito en un lugar público (pero no un jardín de infantes sino una universidad adonde concurren mayores de edad) están para eso. No para excitar, no para masturbarse, no es para pasarla bien. Está para incomodar, para que esos cuerpos ocupen el espacio, se expandan y molesten. Es de esos malestares que han surgido algunos derechos.

Los noticieros, las redes sociales, encargados de edificios y movileros mostraban su preocupación por saber: “Usted de qué lado está”. Desde los que llaman a las radios para interrogar al éter en qué mundo vivimos, hasta los que le echan la culpa al Gobierno, desde los defensores de los claustros y los contenidos académicos hasta quienes tienen ganas de mandar a lavar los platos a las artes performativas.

No voy a sumar opinión porque sobra griterío. Apenas describo una impresión ante semejante disgusto. Ahí están el filósofo feminista Paul B. Preciado (antes Beatriz), la ex porno star y artista performática Annie Sprinkle, la politóloga y cineasta pornofeminista Erika Lust o la activista posporno Águeda Bañón, nueva directora de comunicación del Ayuntamiento de Barcelona, para reabrir lo que estaba cerrado. A lo mejor sirvió para eso. Para poner en duda los juicios antes del apuro por quemar brujas.

por Leni González

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