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CULTURA | 06-07-2015 17:50

“Pobre Cristo”, la nueva obra de Daniel Guebel

El narrador, periodista, guionista y dramaturgo llevó al teatro su pregunta: ¿Hay en el cielo un padre que nos ama?

Por qué podría Dios, padre todopoderoso, abandonar a sus hijos a su suerte, olvidarlos sobre faz de la tierra, tratarlos con tanto descuido como a una simple y desagradable rata? Esa es la pregunta central de “Pobre Cristo”, la nueva obra de Daniel Guebel que puede verse todos los sábados en el Teatro El extranjero. Justamente, el hijo, el pobre Cristo (confiado, ingenuo, infantil) confronta su suerte con una rata y comprueba que en el terreno de la vida, esta le saca varios cuerpos de ventaja. Por lo pronto, se pregunta sin falsas ilusiones por las verdaderas intenciones de Dios. Por el desamor y la profunda indiferencia del padre.

Daniel Guebel es uno de los mejores narradores actuales (“Las mujeres que amé”, "Genios destrozados. Vida de artistas", “La carne de Evita”, “Derrumbe”, entre otras novelas y colecciones de cuentos), con notables intervenciones a lo largo de su carrera, en el periodismo, el guión y el teatro. En “Pobre Cristo”, es también creador de la puesta y, según dice, “mi trabajo como director es asesinar al autor para que la obra pueda ser representada”.

De autores, biografías y también del Padre (celestial y terrenal), habló Daniel Guebel con NOTICIAS.

Noticias: ¿Qué dice en el teatro que no pueda decir en la narrativa? ¿O la historia es la misma y se cuenta de manera diferente?

Daniel Guebel: Es como comparar el boxeo con las artes marciales mixtas. Yo puedo escribir una novela en dos, tres, seis meses, o puedo tardar siete años. Es como irse de viaje. Siempre volvés, o creés que volvés, siendo otro. En cambio, una obra de teatro es como una noche de orgía. Uno termina idéntico, solo que más gastado. Las obras de teatro las escribo por lo general en el curso de unas pocas sentadas. El principio y el fin están cerca, y como no hay narrador, no hay “estilo”, solo dos, a lo sumo tres personas que hablan en mi cabeza y a las que voy transcribiendo rápido. En el fondo, se trata de esa cuestión, la de las voces. En una novela, salvo que sea una novela muy dialogada como son las últimas de Manuel Puig, lo que manda es la voz del narrador, y uno se va acostumbrando a ella. En cambio, en el teatro, esas voces vienen y se van más rápido, de alguna manera uno no tiene nada que ver en el asunto, es el emisario de esos charlatanes, chiflados y beligerantes.

Noticias: En su obra, “Pobre Cristo”, el tema es Dios y el padre. Esta es una cuestión que aparece también en otros textos suyos. ¿Tiene una explicación de por qué?

Guebel: Más bien tengo una pregunta: “¿Por qué, Dios mío, por qué?” Lo que me falta es una respuesta. Pero sí guardo una sospecha. Funcionamos, de alguna manera, como un equivalente a microescala del funcionamiento básico del Universo, gran expansión inicial, gran compresión final. Cuando somos jóvenes creemos que todos los temas nos vienen servidos como en ensaladera y que podemos servirnos de ellos usando los cubiertos de plata de nuestro estilo. A medida que pasa el tiempo, nos damos cuenta del efecto de la contracción; los temas se sirven de nosotros hasta que desaparecemos sin mayor ruido de fondo.

Noticias: ¿Esta es la primera obra que dirige? ¿Qué le interesa de esa experiencia?

Guebel: No. Hace siete años dirigí otra de mis obras, “Dos cirujas”, en el Centro Cultural Rojas. De alguna manera, siento que el destino de la pieza teatral no se cumple si no se la estrena. Cuando uno publica una novela o un libro de cuentos, la publicación cierra el circuito. Con el teatro no. Yo he publicado mis obras y escribí bastantes más que las que fueron estrenadas, y me siento en deuda con las que están esperando su día. Quiero ser como un buen padre que lleva a sus hijas ante el altar, donde a cambio del marido las espera el público. Al mismo tiempo, me interesa el trabajo con los actores, cómo sus cuerpos encarnan la palabra escrita, cuáles son sus posibilidades y sus límites para decirla y transformarla. Averiguar qué de lo escrito es decible, qué no puede ser dicho. En ese punto, tengo que admitir algo. Me gusta escribir parlamentos que exijan al actor, que lo arranquen del estilo nacional de la charla canchera o sentimental, y después, como director, tengo que arreglármelas para hacer que esa dificultad de la escritura de origen sea salvada por la actuación. Digamos. Mi trabajo como autor es escribir en el mejor lenguaje posible, y mi trabajo como director es asesinar al autor para que la obra pueda ser representada. En “Pobre Cristo”, el trabajo de destrucción y reconstrucción de la obra original fue muy interesante, y yo no habría podido ni empezar a hacerlo si no me hubiera encontrado con dos grandes actrices jóvenes: Ariadna Asturzzi y Gabriela Pastor.

Noticias: ¿Por qué eligió mujeres para interpretar a los personajes?

Guebel: ¡No hace falta ser feminista a ultranza para preguntarse por qué todo el tiempo damos por hecho que Dios es hombre! El sexo de un actor no me preocupa a la hora de asignarle un papel. En “Dos cirujas”, Romina Ricci y Azul Lombardía hacían de varones que jugaban roles masculinos y femeninos y que terminaban tomando sol en bikini y con sus barbas bien puestas. Me dijeron que Freud decía que el sexo no tiene inscripción en el inconsciente. Me parece que, en el teatro, el sexo también es una representación. Ariadna Asturzzi compone magníficamente un Cristo andrógino y casto al que cada tanto se le escapa algún gallito femenino, y Gabriela Pastor trabaja espléndidamente una Rata lujuriosa y enamorada, hiperfemenina a la que solo Cristo puede confundir con una Rata macho. No tenía una explicación previa pero acabo de encontrarla: elegí mujeres para los personajes, porque son mucho más verosímiles y persuasivas las mujeres que los hombres para hablar y representar el amor. Y “Pobre Cristo”, además de un drama metafísico con connotaciones teológicas, si se me permite la pedantería, es sobre todo una historia de amor y soledad de especies distintas.

Noticias: Otro de sus temas es su relación con las mujeres. ¿Cuánto tienen de autobiográficas sus historias literarias sentimentales?

Guebel: 99% de ficción y 99% de autobiografía.

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por Adriana Lorusso

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