Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 24-09-2015 19:01

Cómo descifrar a Franciso

Qué hay detrás de sus críticas al capitalismo. La tensa frontera entre el estadista y el líder espiritual. Su lobby en las elecciones argentinas.

La reciente encíclica “Laudato si” es el gran documento político del Papa Francisco: entendiéndola, se entiende la ideología de Jorge Bergoglio. La encíclica tiene dos dimensiones diferentes: una ecológica, que es modesta en lo concreto aunque soberbia en lo metafísico, y otra dimensión que es económica. Muchos opinan sobre ella sin leer los 250 mil caracteres, casi un libro, de “Laudato sí”. Pero quienes se sumerjan en su lectura no pocas veces tendrán la sensación de que el Papa lo que realmente quería escribir era una encíclica económica y que la ecología le permitió una aproximación indirecta al tema (ambas palabras comparten origen en el vocablo griego “oikos” que significa hogar).

Uno de los libros de cabecera de Bergoglio en Argentina había sido “La estrategia de la aproximación indirecta” (agotadísimo desde que trascendió su recomendación a Scioli), título de un clásico de la historia bélica usado como manual en la mayoría de los colegios militares del mundo, escrito en 1941 por Basil Liddel Hart y reeditado posteriormente bajo el título “La forma de ganar guerras”.

La última encíclica del Papa libra una guerra contra el capitalismo y en especial contra el capitalismo financiero, rememorando las batallas de la Iglesia cuando consideraba pecado el cobro de interés limitando a los católicos a desarrollar actividades financieras. “Las finanzas ahogan la economía mundial”, escribió Francisco en el párrafo 113.

Bancos no. Hasta hace algunos siglos, para la Iglesia Católica usura era el cobro de cualquier interés por un préstamo. Como “el dinero no puede producir dinero” todos los bancos eran usureros. Ya en el primer concilio en el año 325 de Nicea en la actual Turquía se prohibió cobrar intereses al clero. Luego se fue extendiendo no sólo a la Iglesia y en 1311 el papa Clemente V prohibió totalmente el cobro de intereses. Shylock, el usurero de “El mercader de Venecia”, no podía no ser judío en el año 1598 cuando Shakespeare lo escribió porque ningún católico podría haber cumplido su papel de prestamista por entonces. Y parte del castigo que le impone el Dux de Venecia a Shylock por usurero, además de perder su fortuna, era convertirse al cristianismo, la gran vacuna contra la “financitis”. Pocos siglos después, el éxito del protestantismo obligó a abandonar la prohibición de cobrar intereses, pero siempre a disgusto. En la encíclica Rerum Novarum, en el siglo XIX, el papa León XIII criticaba la “usura devoradora… un demonio condenado por la Iglesia pero de todos modos practicado de modo engañoso por hombres avarientos.”

En “Laudato sí”, la causa irreductible de los problemas ecológicos es el modelo económico sintetizado en el consumismo capitalista, cuya cuna y luego vanguardia se encuentran en la Europa del Norte y Estados Unidos donde la mayoría de los cristianos son protestantes. Max Weber en su canónico libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, describe la predisposición de la ética calvinista por alcanzar el éxito económico apelando a la maximización del rendimiento como su gran virtud, lo mismo que el Papa describe como defecto. Y no fue casual que no bien trascendieran los primeros borradores de esta encíclica aparecieran las voces más críticas en Estados Unidos, especialmente en el partido Republicano que concentra a la mayoría de los votantes de más poder económico. Tampoco fue casual que uno de sus principales precandidatos presidenciales, Jeff Bush, el católico gobernador del Estado de la Florida, para no perder la interna tuviera que salir a tomar distancia del Papa sosteniendo que no estaba de acuerdo en su visión económica.

Estados unidos. En los 40 años que pasaron entre 1973 y 2013 (lapso en el cual Jorge Bergoglio fue nombrado provincial de los jesuitas, luego obispo, después cardenal y finalmente Papa), Francisco nunca había sentido la necesidad de conocer Estados Unidos (actitud idéntica a la de Néstor Kirchner antes de ser presidente). Es el país más importante del mundo y donde residen 80 millones de católicos –el 25% de sus 320 millones de habitantes– y donde específicamente los jesuitas tienen una enorme presencia. Sólo en el ámbito académico hay 28 universidades jesuitas en Estados Unidos, entre ellas la principal en ciencias políticas, la Universidad de Georgetown, en Washington, que cuenta entre sus egresados a Bill Clinton y entre sus profesores a dos ex cancilleres: Henry Kissinger y Madelaine Albright. En Nueva York, la otra zona que también recorrerá Francisco en este viaje, hay tres universidades jesuitas: Fordham, Canisius y Le Moyne, más dos universidades en los alrededores, Fairfield en Connecticut y San Pedro en Nueva Jersey. Paradójicamente, fueron los votos de los cardenales norteamericanos los que lo eligieron Papa.

Quizás el desinterés por Estados Unidos, además de la actitud

hiper austera que siempre practicó Bergoglio también desde antes de ser Francisco, pueda reflejar cuestiones emocionales características del latinoamericanismo setentista. Tampoco resulta casual que sobre las 42.000 palabras de su encíclica “Laudato si” nunca haya mencionado la palabra “capitalismo” y sólo dos veces la palabra “capital”, pero una de ellas para referirse al capital social. Lo mismo ya había sucedido con su anterior exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” donde también había omitido la palabra capitalismo (y nuevamente sólo mencionó una vez la palabra capital, pero como “fuente capital de la Gracia de Cristo”) lo que es interpretado por los economistas conservadores norteamericanos como una clara señal.

No es muy ecuménico atacar los aspectos distributivos del capitalismo sin poner un mínimo énfasis en la capacidad productiva de un sistema que nace a fines del siglo XVIII cuando hasta entonces la calidad de vida de los seres humanos había mejorado muy poco y en tres siglos generó más avances que en los cincuenta siglos anteriores. U olvidar de mencionar el beneficio privado como motivador de cada agente económico por hacer lo mejor posible, tomar riesgo, innovar y dar lo mejor de sí. Por lo menos es polémico que un Papa entre de lleno en cuestiones tan opinables como el tipo de herramientas económicas más adecuadas para determinadas situaciones, como en el párrafo 189 donde dice: “La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma que el dominio absoluto de las finanzas no tiene futuro y sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga y costosa aparente curación. La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia”.

Sin actividad financiera, sin crédito, sin la creación de esa riqueza ficticia (“es como vender el tiempo”, decían escandalizados los radicales católicos del medioevo sobre los intereses) la mayoría de los avances de la humanidad de las últimas décadas no se hubieran desarrollado, comenzando por Internet. No es casual que la abrumadora mayoría de las empresas innovadoras que cambiaron el estilo de vida de la última generación se hayan creado en Estados Unidos. No es que ese país, que cuenta con sólo el 5% de los habitantes del planeta, tenga tanto mejores ingenieros que el resto del mundo. La diferencia es que en Estados Unidos existe la financiación para que se puedan fundar empresas que resistan pérdida durante 15 años como Amazon o como Google. La Bolsa de Wall Street, con todos sus defectos, vino siendo la maternidad de gran parte de la innovación mundial.

Es probable que una estructura de clases tan diferente y la tan menor participación del sindicalismo en la vida política de Estados Unidos respecto de Europa y Lationoamérica (lo que impidió el surgimiento allí tanto del populismo como de un partido socialdemócrata), genere un espacio de incomprensión entre el Vaticano y ese país. La lucha de clases en Estados Unidos fue en parte sustituida por la lucha racial, haciendo a gran parte de los obreros blancos votantes de derecha. Pobre y negro fueron por momentos sinónimos, como ahora lo comienza a ser pobre e inmigrante. Por eso Barack Obama fue presidente cerrando aquella herida y, por oposición, Trump acusa a los mexicanos subiendo en las encuestas porque, por ejemplo, los camioneros norteamericanos que ganan 4.000 dólares por mes ven como una amenaza a los camioneros mexicanos que cruzan de Texas a Chicago ganando menos de la mitad.

Franciscanos. En el párrafo 55, el Papa se queja del “creciente aumento del uso y de la intensidad de los acondicionadores de aire” y de “los mercados que procurando beneficio inmediato estimulan más la demanda” de aires acondicionados prescribiendo en general una vida franciscana, sin lujos ni bienes superfluos que desde el punto de vista económico. Algo que, más allá de las cuestiones morales, podría ser viable cuando al planeta lo habitaban poco más de 300 millones de personas, como eran en la época del santo de Asís. Pero en los últimos dos siglos, la población mundial pasó de 700 millones de personas a más de 7 mil. No habría forma de darle trabajo a tanta gente si se dejaran de producir bienes que lucen innecesarios frente a las exigencias básicas insatisfechas de una parte de la población mundial. Tampoco mejoraría la situación de los más pobres si los países desarrollados volvieran a una vida más sencilla, sino que la empeorarían. ¿Qué sería de los trabajos de los casi mil millones de chinos dedicados a fabricar objetos de exportación si sólo consumiéramos productos necesarios? Contradiciendo lo que su propia encíclica prescribe en el párrafo 127 como fundamental: “Que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos”. Keynes pronosticaba para la segunda mitad de este siglo XXI que casi todos los trabajos serían de servicios porque la producción de los bienes básicos estaría robotizada.

Michael Novak es un filósofo católico autor de 25 libros y quien de joven cubrió el Concilio Vaticano II para el National Catholic Reporter. En su libro más difundido, “El espíritu de la democracia capitalista”, escribió: “Es una desgracia (…) que tan pocos teólogos y líderes religiosos comprendan la economía, la industria, la producción, el comercio y las finanzas. Muchos aparecen atrapados en modos precapitalistas de pensamiento. Pocos entienden las leyes del desarrollo, el crecimiento y la producción. Muchos reducen precipitadamente toda moral a la ética de distribución. Exigen empleos sin entender cómo se crean los empleos. Exigen una mejor distribución de los bienes del mundo sin entender cómo puede incrementarse la riqueza en el mundo. Desean los fines sin conocer los medios”.

Para no pocos economistas, la verdadera gallina de los huevos de oro es el propio mecanismo de generación de riqueza del consumo o la economía de oferta continua. La Ley de los Mercados luego rebautizada como Ley de Say por el economista francés Jean-Baptise Say, quien la formuló en el siglo XIX y se convirtió en un clásico aceptada por economistas de la talla de Ricardo, sostenía que antes de intercambiar bienes primero era necesario producirlos (sin parar). Ya hubo ejemplos de economía de escasez o demanda reprimida, técnicamente así se denominan a la de los países de economía planificada en oposición al sistema económico capitalista de abundancia de oferta. En la ex Unión Soviética, las niñas sólo tenían una muñeca por año y sus madres también sólo un vestido de noche. Sin embargo, la polución ambiental del ecológicamente primitivo sistema industrial soviético y chino fue mucho mayor que la de los países industrializados y consumistas.

Postmarxista. Casualmente el fracaso del marxismo y la implantación exitosa del capitalismo en Asia, religiosamente budista y confusiana, generó una oportunidad para que la entrenada sensibilidad política (en el mejor sentido de la palabra) del Papa Francisco, le permita tomar como bandera ser –más que nunca– la voz de defensa de los pobres, la rebeldía pacífica del “hagan lío” contra el sistema capitalista. Arrebatándole de este modo al postmarxismo y al socialismo científico la exclusividad que ostentaban como faro del camino de la liberación, para potenciar el renacer de la Iglesia que hoy tiene la mayoría de sus fieles en Latinoamérica, África y la parte menos rica de Europa.

El papa León XIII había logrado revertir la pérdida de credibilidad que sufría la Iglesia a finales del siglo XIX cuando lo que se llamaba entonces “el problema obrero” hacía emerger el comunismo. Gracias a su encíclica social “Rerum Novarum” (Acerca de las Nuevas Cosas), que promovió la creación de sindicatos, fundó las bases de lo que luego sería la Doctrina social de la Iglesia e instaló el concepto de justicia social, León XIII consiguió detener la descristianización de obreros alienados por la explotación de la revolución industrial.

Ciento veinticuatro años después, el Papa Francisco revalida las credenciales sociales de la Iglesia adecuándolas a la problemática del siglo XXI, lo que imitando a los neologismos de época podríamos simplificar diciendo que “Laudato sí” pretende ser una especie de “Rerum Novarum 2.0”.

Antiliberalismo. La Iglesia católica siempre se sintió incómoda con el concepto de libertad, no hay una teología de la libertad porque el principio de la libre elección o de la total autonomía de la voluntad choca directamente con la doctrina de la Iglesia. Libertad y egoísmo tienden a superponerse y confundirse en el pensamiento clerical.

Es muy difícil entender al capitalismo y su fuerza creadora sin asumir una ética plena de la libertad. Sobre eso escribió Weber cuando trató de identificar el núcleo de la ética protestante. Pero para la Iglesia católica es un ejercicio más allá de sus posibilidades dialécticas comprender la dinámica que vincula la libertad individual con la iniciativa privada y la creación de riqueza. El pensamiento de la Iglesia sobre la libertad es unidimensional, sólo se ocupa de las libertades públicas, es decir, de la relación política entre la sociedad y el individuo.

Se le escapa totalmente, como a los neomarxistas, la otra dimensión de la libertad que es la capacidad de emprender, de decidir sobre los consumos y los sacrificios que cada uno está dispuesto a hacer. La paradoja de Adam Smith, que sostuvo en su ensayo moral “La Riqueza de las Naciones” que la búsqueda del beneficio individual es la manera más eficiente de alcanzar el bien social, constituye el núcleo de la ética del capitalismo. La armonía entre el egoísmo y el

bienestar general está en las antípodas de la doctrina de la Iglesia, por esta razón le resulta tan difícil entender los comportamientos económicos y es tan primitiva y rudimentaria su visión del funcionamiento de la economía.

Jesuita y político. Más que cualquier otro papa, Francisco arrastra estas limitaciones conceptuales porque para un jesuita estas cuestiones hacen a la esencia de la propia Orden, creada en el siglo XVI para combatir la herejía protestante y su abominable tendencia a desacralizar la Iglesia y revalorizar la autonomía del individuo en su relación personal, sin intermediarios, con Dios. Para los protestantes, el juicio sobre la propia conducta, es decir el uso de la libertad, ya no estará reservado a las instituciones sino que será privativo de cada individuo, temeroso de Dios y sujeto a los dictados de su conciencia. Los fundamentos de una teología de la libertad fueron obra de los protestantes.

El Papa político se manifiesta más evidentemente en el ámbito pequeño de nuestra política local. Francisco tenía previsto venir a la Argentina y más precisamente a Tucumán como parte de los festejos del bicentenario de la independencia, el verdadero bicentenario de la patria porque el 25 de mayo de 1810 se defendió a Fernando VII de Napoleón más que a las Provincias Unidas de España. El 9 de julio de 2016 se cumplirán 200 años de la independencia, pero también 200 días del nuevo gobierno y el Papa, al ver las revueltas de hace tres semanas por las acusaciones de fraude en la últimas elecciones en Tucumán, pospuso su visita a la Argentina recién para 2017.

Poesía. Pero a lo débil que resultan los fundamentos de la terapia económica que propone el Papa Francisco para solucionar el problema ecológico, se contrapone la fuerte, profunda y no pocas veces bella fundamentación filosófica. Todo lo silvestre de su física económica se transforma en magnífico en su metafísica, haciendo patente su propia cita en el párrafo 12 al decir “que a través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor”, en este caso el mismo Francisco.

Reeditando una metáfora aristotélica, escribe Francisco: “Dios llenó el universo con virtualidades que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo: ‘La naturaleza no es otra cosa sino la razón de un cierto arte, concretamente el arte divino, inscrito en las cosas, por la cual las cosas mismas se mueven hacia un fin determinado. Como si el maestro constructor de barcos pudiera otorgar a la madera que pudiera moverse a sí misma para tomar forma del barco”. Más adelante en el párrafo 86 agrega: “La interdependencia de las criaturas es querida por Dios… ninguna criatura se basta a sí misma, que no existe sino dependencia una de otras, para complementarse y servirse mutuamente”.

Las frases “todo está relacionado” y “todo está conectado” aparecen repetidas decenas de veces a lo largo del texto. Consciente de ello, en el párrafo 138, cuando aún no había llegado a la mitad del texto dice: “No está de más insistir en que todo está conectado. El tiempo y el espacio no son dependientes entre sí, y ni siquiera los átomos o las partículas subatómicas se pueden considerar por separado”. Y más adelante se cita a sí mismo de su propio texto “Evangelii Gaudium” de noviembre de 2013 al decir “el tiempo es superior al espacio, siempre somos más fecundos cuando nos preocupamos por generar procesos más que por dominar espacios”. Es en esta dimensión donde el Papa Francisco desarrolla su potencial con resplandor.

Ese Francisco me recuerda al Baruj Spinoza, el del “orden geométrico”, de “naturaleza naturante” y la “naturaleza naturada”, el de las esencias eternas y Dios como sustancia “que se caracteriza por ser una potencia que produce en y por sus atributos la totalidad de los modos”, el que reemplaza el “Deus ex machina” cartesiano por el “Deus intra machinas” porque Dios para él era también “la causa principal del movimiento”. En síntesis, me hace acordar al Spinoza que escribió en su Ética “después de que la experiencia me había enseñado que todas las cosas que suceden con frecuencia en la vida ordinaria son vanas y fútiles … me decidí, finalmente, a investigar si existía algo que fuera un bien verdadero… si existía algo que, hallado y poseído, me hiciera gozar eternamente de una alegría continua y suprema”. O sea, la búsqueda de un Dios filosófico que oriente al ser humano en el camino de su liberación.

Epílogo económico. Dado que la prioridad es la eliminación de la pobreza y no la igualdad, la solución de la pobreza se obtendría expandidamente apelando a una estrategia simultánea de mejor distribución con mayor producción. Cuarenta años después de Rerum Novarum, en el año 1931 el papa Pío XI escribió la encíclica “Quadragesimo anno” para hacer un elogio de Rerum Novarum y profundizar en su camino. Quizás en 2055, cuarenta años hacia adelante, la Iglesia produzca un Rerum Novarum 3.0 (no ya esta versión 2.0 de Francisco) que consiga construir una teología del capitalismo tomando el ejemplo de Dios como un emprendedor cósmico.

Epílogo político. León XIII revolucionó la Iglesia con su encíclica Rerun Novarum que no sólo mereció otra encíclica al cumplirse 40 años sino otra más al cumplirse 90 años con “Laborem Exercens”, y otra más al cumplirse 100 años, en 1991, con “Centesimus Annus”, ambas de Juan Pablo II. Al papa León XIII le tocó ser el primero en conducir la Iglesia cuando, por la reunificación italiana, el Vaticano había perdidos los últimos territorios pontifícios. Al quedarse sin poder terrenal, León XIII tuvo que potenciar el papel de guía espiritual social.

A Francisco le toca conducir la Iglesia durante una profundizada situación de pérdida de representatividad que alcanzó ya hasta en el terreno espiritual (el riesgo de que el Vaticano se convierta en una ONG con grandes recursos inmobiliarios, con templos en todo el mundo) y lo coloca a él en la necesidad de tener que potenciar el papel de guía político de la humanidad. Un Papa político para una Iglesia que precisa reinventarse para volver a conseguir la aprobación activa de las mayorías y actualizar su sentido.

* Fundador de NOTICIAS

por Jorge Fontevecchia*

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