Thursday 28 de March, 2024

OPINIóN | 14-10-2015 16:08

¿Sirve de algo debatir?

Razones y sinrazones para menospreciar los resultados de Argentina Debate. La curiosa coincidencia entre Scioli y sus críticos.

Tuve el gusto de participar (en nombre de Editorial Perfil) de la organización Argentina Debate, iniciativa multisectorial que impulsó y logró el primer debate presidencial de la historia nacional. Aunque ya integré otros colectivos a favor de la discusión cívica, nunca había percibido tanta resistencia a un simple aporte institucional a las reglas de juego democráticas. No me sorprende el boicot sciolista a la cita televisada del domingo pasado en la Facultad de Derecho, porque son evidentes los motivos que tiene el candidato oficialista para esquivar toda escena comunicativa que lo ponga en riesgo de tener que asumir alguna verdad inconveniente para su supremacía en las encuestas. Tampoco, obviamente, me asusta la diatriba orquestada en la tribuna propagandística kirchnerista, ya que se trata de un alineamiento rutinario, aceitado por la urgencia electoral y el intercambio de bienes materiales y servicios simbólicos que el Estado siempre se esmera por subsidiar. Lo que sí me llama la atención es la convergencia argumentativa de opinadores independientes, habitualmente críticos de los modales republicanos oficialistas, con las excusas antidebate inventadas para salvar la dignidad de un Scioli que a último momento dejó vacío su atril en una noche histórica. Vale la pena analizar este curioso consenso.

La principal diatriba contra ese cruce pautado de presidenciables es que se trata de un “show mediático”. En efecto, todo programa de televisión lo es, por definición. Ahora, si lo que se intenta criticar con esa etiqueta es la falta de formalidad institucional, la banalización, el efectismo circense, la superficialidad, y otros derivados de un evento político tratado como espectáculo de entretenimiento, entonces no se entiende la asistencia obediente de Scioli (y de sus principales contendientes) al show de baile de Tinelli, adonde no quedó mucho espacio para propuestas ni intercambios de candidatos, pero sí para los imitadores y el desfile de aspirantes a primeras damas, que al otro día fueron evaluadas sesudamente por los expertos en “lookeo”. Sólo un tema de Estado quedó claro aquella noche: el negocio del fútbol estaba garantizado para Tinelli, con el apoyo unánime de los tres candidatos.

Otra objeción repetida contra Argentina Debate es que fue un evento “aburrido”. Antes que nada, corresponde aclarar que buena parte de las reglas restrictivas que encorsetaron la dinámica del debate se debieron a las garantías de imparcialidad y no agresión exigidas por los negociadores sciolistas, como condición para aceptar una posible participación del candidato del FPV. Una vez concedidas, Scioli se bajó, pero el daño al reglamento cauteloso de Argentina Debate ya estaba hecho. El mayor golpe al interés televisivo de la interacción de los candidatos fue precisamente el vacío generado por el faltazo de Scioli: ante la ausencia del que lidera los sondeos, es ilógico pretender el suicidio electoral masivo de sus contendientes, en una guerra de chicanas que le hubiera aportado más diversión al espectáculo. En segundo lugar, cabe una reflexión sobre el bajísimo umbral de aburrimiento que aqueja a la opinión pública nacional, acostumbrada al griterío político de un programa influyente como “Intratables” y al creciente recurso a la ficción y la comicidad en los espacios periodísticos de radio y televisión. En nuestra desesperada búsqueda de audiencias cada vez más esquivas, los periodistas vamos a terminar todos muertos de risa.

Y hablando de audiencias... Aunque el único canal de la televisión tradicional de aire fue América, la emisión de Argentina Debate tuvo picos de rating que desafiaron el liderazgo compartido de Periodismo Para Todos y de Fútbol Para Todos. Si se le suman los espectadores que lo vieron por “streaming” en los portales informativos (Perfil.com y NOTICIAS Web, por ejemplo) y la señal de cable Canal 26 (TN no mostró interés, o sus intereses fueron otros), parece que millones de argentinos gozan de la programación presuntamente “aburrida”.

Una queja más contra el debate. Algunos dicen que no sirvió para nada hacerlo igual sin el candidato K, en el sentido de que no cambió la tendencia electoral, porque los votantes de Scioli no castigarán su silencio. ¿Para qué ir a votar, entonces, si lo más importante –el futuro presidente– ya estaría definido? Propongo reemplazar las elecciones por otro sistema, más expeditivo: otorgarle el triunfo al que haya gastado más plata en propaganda y lidere las encuestas. ¿Suena feo, no? Sin embargo, es lo que estamos a punto de hacer.

* Editor Ejecutivo de NOTICIAS.

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por Silvio Santamarina*

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