Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 11-11-2015 17:07

Cómo piensa gobernar Mauricio Macri

Si gana en noviembre necesitará 9.000 funcionarios. Cómo es el Plan Semillero para reclutarlos y el estilo Google. La relación con Massa y el descanso en el Sur.

El domingo 25 fue una noche diferente para el macrismo. No sólo por el resultado que lo dejó en la segunda vuelta, sino porque por primera vez gran parte del mundo PRO vio a un Mauricio Macri distinto. A las 22.30, cuando llegó al VIP del búnker que Cambiemos había armado en el Costa Salguero acompañado por su esposa Juliana Awada y su hija Antonia, lo esperaban sus principales asesores con buenas noticias. Aunque a esa altura todavía no se conocían los resultados oficiales, sus colaboradores tenían una buena fuente dentro de la empresa Indra –la que se encarga de cargar los datos de las elecciones– que les aseguraba que con el 50 por ciento de los datos escrutados estaban dos puntos arriba de Daniel Scioli. Y lo más electrizante, que María Eugenia Vidal derrotaba a Aníbal Fernández en territorio bonaerense. Macri estaba aturdido: “Por favor, no me vuelvan loco”, repetía sin parar mientras las lágrimas le inundaban los ojos. Nunca lo habían visto así. Quebrado por la emoción. Allí estaban, entre otros, el secretario de Gobierno, Marcos Peña; el secretario de Medios, Miguel De Godoy; la candidata a vice Gabriela Michetti, el senador Ernesto Sanz, la diputada Elisa Carrió y su padre, Franco Macri, con quien tiene una relación compleja. Esa noche, padre e hijo se abrazaron como hacía mucho tiempo no lo hacían para sorpresa de todos los testigos de esa escena.

Por esas horas, por primera vez, el PRO y Cambiemos comprendieron que podían llegar al poder. Y que el desafío principal, en caso de ganar, será lograr armar un equipo para llenar los tres casilleros que tienen por delante: el Gobierno de la Ciudad, la provincia de Buenos Aires y la Casa Rosada. Nunca hasta ese momento habían creído realmente que podían quedarse con todo. Pero no es el único desafío que hoy desvela a Cambiemos. La historia argentina reciente ha sido letal con los gobiernos que no tienen un sello peronista. La gobernabilidad tras doce años de administración K también los desvela. ¿Cómo será el estilo y el management PRO en el gobierno? ¿Qué pasará con la Justicia, los sindicatos y el peronismo? ¿Habrá lugares para los K y La Cámpora?¿Cómo piensan hacerlo?

El plan. Para llenar las tres gestiones necesitan unos 9.000 cuadros nuevos. Un número arrollador: 1.500 para la Ciudad, 3.500 para la provincia y 4.000 para la Nación. No es una tarea sencilla llenar esos puestos para una fuerza que hasta ahora sólo gobernaba la Capital. Por eso el rol de los aliados será fundamental para copar el Estado. El radicalismo, la Coalición Cívica y hasta el massismo, en plenas negociaciones con el macrismo, empiezan a buscar espacios.

Pero esta nueva conformación de poder también preocupa a Macri. A sus asesores les dijo que siente que por primera vez no tendrá el control total de sus ministros y secretarios. En la Ciudad, con un equipo mucho más chico, la relación del jefe de Gobierno con sus funcionarios era habitual y de cercanía.

El equipo del PRO ya está buscando nuevos recursos humanos. Hay dos fundaciones que son las que se encargan de hacer el trabajo. Por un lado, Pensar, el think tank del macrismo que nutrió a la gestión en la Ciudad de funcionarios. La otra es G25, un instituto político que se encarga de armar programas de capacitación “dirigidos a quienes vienen del ámbito privado y desean incorporarse en la gestión pública”, según describen en su página web. En los hechos, estas dos fundaciones serán las que propongan la mayor cantidad de cuadros para gobernar.

El proyecto para reclutar funcionarios tiene un nombre entre los ministros del PRO: Plan Semillero. La idea es lograr que profesionales de diferentes sectores se sumen a la función pública. Apuntan a gerentes y directores de empresas, profesionales independientes y dirigentes de sectores sociales. Algunos de los actuales funcionarios proponen nombres que son evaluados por las fundaciones. Y también hay otros que se acercan voluntariamente. Todos pasan por un sistema de evaluación y búsqueda de antecedentes. Un equipo de militantes suele llamar a sus lugares de trabajo para conocer el desempeño y los antecedentes. Para ser seleccionados tienen que cumplir con una serie de “competencias” y “valores” que armaron los equipos técnicos del PRO. El lenguaje que utilizan recuerda a las selecciones de personal que se hacen desde el mundo privado. “Gestión del cambio, manejo de paradojas, capacidad de aprender, liderazgo, iniciativa, negociación, honestidad, idoneidad, profesionalismo, compromiso, vocación de servicio, humildad, trabajo en equipo, servir y aprender”, son los conceptos que circulan en un cuadernillo interno. Si pasan todos los procesos de evaluación, le presentan los nombres a Macri. “Hay miles de personas anotadas”, exageran en el PRO.

Pero mas allá de la cantidad de profesionales que se acercan y el entusiasmo PRO, lo cierto es que el macrismo tiene un concepto diferente de la gestión y la búsqueda de recursos humanos. Y ese estilo también genera desconfianza en sus socios políticos. El radical Ernesto Sanz, que suena para el Ministerio de Justicia si gana Macri, dijo que había que dejar de lado “la cultura corporativa y empresarial del PRO para ir a una cultura tradicional, republicana, horizontal y de debate”, más similar a la UCR. “No les fue mal en la Ciudad, ha sido impecable. Pero ahora el desafío es gobernar la Argentina”, se plantó el radical.

Lo que quizá no sabe Sanz es que en el PRO intentarán replicar ese estilo de trabajo en la gestión nacional. Ellos lo definen como un modelo organizacional horizontal similar al que utilizan las corporaciones modernas como Google o Facebook. “Se trabaja de igual a igual, con un líder de proyecto que trabaja en equipo y que no necesariamente es el que da órdenes. Todos pueden opinar y participar pero hay que cumplir con los objetivos”, explica un funcionario macrista. Los conceptos que repiten para explicar el “modelo PRO” son: entornos colaborativos, participación, objetivos, horizontalidad y plazos. “Hay que entender que el mundo y la gente cambiaron. La política tradicional sigue hablando en latín y la gente no”, grafican en el PRO con demasiado entusiasmo. El estilo Google incluye reuniones de Gabinete en espacios abiertos como el Jardín Japonés, que fue una recomendación de la gurú espiritual de Macri. También charlas motivacionales y hasta una arquitectura diferente. Los macristas hacen hincapié en el nuevo edificio de la Jefatura de Gobierno que es abierto, vidriado para que se vea todo y sin divisiones.

Otra de las ideas que intentarán llevar a la gestión nacional y a la provincia de Buenos Aires es la del “tablero de control”, un modelo que creó Horacio Rodríguez Larreta para seguir de cerca las obras de la Ciudad y que obligaba a los ministros a reunirse una vez por semana y mostrar el avance de los proyectos. Quienes no cumplían con los plazos tenían que dar explicaciones. También mantendrán el esquema de multas para los funcionarios que llegan tarde a las reuniones. Tiene que pagar 200 pesos. En la última reunión de gabinete de la Ciudad, el miércoles 28, el secretario de Medios, Miguel de Godoy, y el ministro de Cultura, Hernán Lombardi, tuvieron que desembolsar esa suma por tres minutos de atraso.

Alianzas. Para gobernar, el macrismo necesitará pactos y compromisos con otras fuerzas. La estructura de la UCR y la Coalición Cívica, que integran Cambiemos, tendrán espacios dentro del posible futuro gobierno. Pero el que también negocia contrarreloj para lograr alguna porción de poder es Sergio Massa. Macri, que sospechaba que podía entrar al ballottage, decidió no cerrar su Gabinete nacional para poder negociar antes de la segunda vuelta.

Piensa en un gabinete federal, con representación de distintas fuerzas y de todo el país, no sólo de la gestión porteña. Los confirmados son Esteban Bullrich para Educación, Pablo Clusellas para Legal y Técnica, Ernesto Sanz para Justicia y Marcos Peña para la secretaría General de la Presidencia, entre otros.

La posibilidad de que el PRO se quede con las tres gestiones logró que se modificara el valor de los espacios de poder. Lo explica con claridad un funcionario PRO: “Antes de las elecciones, el metro cuadrado del Gobierno porteño cotizaba a 8.000 dólares porque todos se aferraban ahí. Ahora vale 200 pesos porque todos se quieren ir a otro lado”.

Massa no quiere un cargo para él. El tigrense apunta a reconstruir el PJ con la ayuda del cordobés José Manuel de la Sota y desde ahí convertirse en una “oposición racional” en el caso de que gane Macri. “Vamos a ser críticos, pero ayudaremos a la gobernabilidad”, dicen en el massismo. Los macristas saben que los primeros meses serán difíciles y que no abundarán las buenas noticias. La economía, el fantasma del ajuste y la devaluación, y el reacomodamiento de subsidios son temas que estarán presentes en la primera etapa. Además, está diciembre, un mes que suele ser difícil por la conflictividad social, el calor y los cortes de luz. Por eso deberán armar una estructura de contención para no debilitarse. Habrá lugares para los radicales en el Gobierno y concesiones para contener al PJ. Saben, además, que contarán con el período de gracia que suelen tener todos los gobiernos que recién asumen. Pero a la vez evalúan que si pierde el kirchnerismo se convertirá en opositor furioso a la gestión PRO.

La victoria en la provincia de Buenos Aires se convirtió en un desafío adicional para el PRO. La flamante gobernadora electa, María Eugenia Vidal, cree que está ante una oportunidad única para mejorar la provincia pero no sabe con qué se van a encontrar. Casi no hay datos de la gestión, no se sabe la cantidad de empleados y el último organigrama actualizado de la gestión es del año 2006. La inseguridad también desvela al PRO. ¿Qué pasará con la indomable Policía Bonaerense, una estructura casi sin control y repleta de internas? Junto a educación e infraestructura, el problema de la inseguridad será uno de los ejes principales en los primeros meses de gestión en la provincia.

Gobernabilidad. La historia política reciente de la Argentina fue cruel con los gobiernos no peronistas. Ninguno pudo terminar su mandato con normalidad. Por eso, Cambiemos tiene un desafío complejo si se impone en el ballottage. La relación con el PJ, los sindicatos, los gobernadores y el Poder Judicial serán claves para la gobernabilidad en una eventual administración del ex presidente de Boca. ¿Que hará Macri para contenerlos? Para entender cuál será su estrategia hay que repasar lo que hizo durante sus dos gestiones en la Ciudad.

Al comienzo de la gestión porteña, Macri ensayó un agresivo plan de reforma del Estado, que incluía revisión de los contratos, despidos, jubilaciones e incluso la intervención de la obra social de Sutecba, el duro sindicato de los municipales. Se enfrentaron de la peor manera con el titular del gremio, Amadeo Genta. Los primeros dos años fueron complejos, pero la relación mejoró. Negociaron y Macri consiguió avanzar con su reforma estatal. Los enfrentamientos con los gremios pasaron a un segundo plano. Hasta los gremios docentes más combativos fueron apaciguados.

Para intentar evitar conflictos con los gremios en el caso de llegar a la Casa Rosada, en los últimos meses Macri encaró un plan de seducción sindical que incluyó reuniones con Gerardo Martínez de la UOCRA y Andrés Rodríguez de UPCN, entre otros. Pero su apoyo más grande en el mundo sindical sigue siendo el de Hugo Moyano. Las negociaciones paritarias con el gremio de Camioneros –clave en sectores como recolección de basura– los acercaron. Macri coronó el apoyo con la foto que se sacó con el camionero durante la inauguración de la estatua de Juan Perón y que asustó a algunos votantes del PRO.

Ernesto Sanz tendrá una de las tareas más complejas si se concreta su desembarco en la Casa Rosada. El radical mendocino fue uno de los primeros nombres de su gabinete que adelantó Macri como promesa de campaña. Sanz tiene la promesa del jefe de gobierno porteño de que le dará instrumentos para dotar a la Justicia de herramientas para combatir la corrupción. La relación con los jueces por ahora es una incógnita. ¿Impulsarán una reforma judicial?

Otro de los desafíos de un eventual gobierno PRO será el manejo del Congreso. En el Senado, el Frente para la Victoria tendrá 42 de los 72 senadores, entre propios y aliados. El PRO será minoría. Sin embargo, la Cámara alta será clave en la intermediación el peronismo. Hoy, esa negociación está en manos del ministro de Gobierno y diputado electo, Emilio Monzó.

En Diputados, el Frente para la Victoria tendrá la voz cantante con sus 117 legisladores propios. Sin embargo, entre el PRO, la UCR y la Coalición Cívica, Cambiemos tiene 91 diputados. Allí tendrá un rol clave Sergio Massa y el Frente Renovador ya que, si logra retener a sus legisladores, tendrá 36 votos que serán un arma de negociación constante.

Tras las elecciones, el miércoles 28 Macri se tomó unos días de vacaciones. En su entorno dicen que estaba agotado por la campaña, el estrés de entrar a la segunda vuelta y el raid mediático posterior. Desde el sur del país, se prepara para el último tramo de la carrera. Faltan tres semanas para que se termine todo.

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por Nicolás Diana

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