A menos de un mes de dejar el poder e hiperinvestigados por la Justicia, los negocios entre la familia presidencial y el Estado siguen. Osvaldo “Bochi” Sanfelice, el guardián de los bienes K, facturó más de 300.000 pesos entre agosto y septiembre de este año. Estos datos se conocen a través de la web Tangoleaks que reveló nueve facturas correspondientes a agosto, once de septiembre y una de octubre. Según pudo constatar NOTICIAS a través de la AFIP, las facturas son todas reales y son la prueba del negocio fenomenal que existe entre la aerolínea estatal y el hotel de la presidenta Cristina Fernández. Cuando Sanfelice fue consultado por esta revista sobre los documentos que publica ese portal, respondió que detrás de eso estaban “los servicios de Inteligencia”, en referencia a la guerra de espías que se desató en el submundo de la política desde fines del 2014.
Contrato. Por alquilar el Alto Calafate, Sanfelice paga una renta mensual a la empresa Hotesur de la familia presidencial, propietaria del inmueble, que hasta mediados de 2014 era de 100.000 pesos mensuales más el 10% de las utilidades netas. El contrato fue firmado entre Romina Mercado y Sanfelice, quienes meses antes de los cambios compartían el directorio de Hotesur.
Antes del “Bochi”, quien manejaba el hotel K era Lázaro Báez a través de la empresa Valle Mitre. Pero cuando el frente judicial del empresario de la construcción comenzó a complicarse con la ruta del dinero K, decidieron dárselo a Sanfelice, además socio de Máximo Kirchner en la inmobiliaria Negocios Inmobiliarios. Para ese momento, la causa Hotesur ya estaba encaminada y el juez Claudio Bonadio tenía los ojos puestos en la familia presidencial. Hoy el expediente tramita en el juzgado de Daniel Rafecas.
Según dijo Bonadio a La Nación, “hoy en el expediente Hotesur están todas las pruebas necesarias para hacer las pericias contables y establecer, por sí o por no, la responsabilidad” del entorno presidencial en la maniobra. La investigación se remonta a la época en que Lázaro Báez administraba los hoteles y busca determinar si el empresario K recibía dinero para obra pública que luego era devuelto a la Presidenta a través de sus hoteles. Un retorno, en buen criollo.
Uno de los puntos que más llamó la atención de Bonadio fue que cuando Néstor Kirchner adquirió el hotel en el 2008 –con aquella célebre compra de 2 millones de dólares antes de que estallara la crisis internacional–, la facturación del Alto Calafate era de alrededor de 8 millones de pesos anuales y tenía una ganancia de 800.000 pesos. Pero al año siguiente pasó a facturar más de 24 millones de pesos y la ganancia seguía siendo 800.000 pesos. Cuando los investigadores se preguntan qué pasó con ese dinero, se responden a sí mismos: “No fue magia”.
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por Rodis Recalt
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