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ECONOMíA | 23-01-2016 00:16

Macri en Davos: cómo hacer los deberes

Marketing y elogios mutuos de una misión casi imposible. Los mitos que perdieron valor.

Fue una primera gran presentación del poder macrista ante la sociedad capitalista con el condimento marketinero de alzar las expectativas de inversión en el país. Pero, sobre todo, con el compromiso de hacer todos los deberes. Entre ellos: volver al Fondo Monetario Internacional (“Queremos el artículo IV porque no tenemos nada que ocultar”, desafió Alfonso Prat-Gay en diálogo con la agencia Bloomberg) y pedir el ingreso formal en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), el grupo de países ricos que valida las prácticas comerciales globales de los emergentes. En realidad, el Foro de Davos ya no es el mito que combaten sus detractores -“un instrumento que utilizan los ricos y poderosos para defender sus privilegios”-. Según el reconocido economista internacional Moisés Naím, también serían exagerados los mitos de que en Davos se toman “importantes decisiones”, que el Foro funciona como el gran “templo del capitalismo y la globalización” y que solo allí “se sabe lo que sucederá en el mundo”.

A decir verdad, al centro de esquí de los Alpes suelen llegar tanto mega millonarios del tipo Bill Gates y Carlos Slim como personajes de la cultura al estilo de Umberto Eco, Bono y Leonardo Di Caprio y numerosas ONGs suelen despacharse cada año contra el capitalismo. la pista de Los “expertos” de Davos no vieron venir, sin embargo, el hundimiento de la Unión Soviética ni anticiparon los crashs financieros de los '90. Tampoco previeron la crisis económica mundial del 2007/2009. “Davos no marca las pautas -sostiene Naím-, sino que refleja cada año las expectativas más comunes respecto a las tendencias mundiales”.

Reacción lenta. De cualquier modo, el mercado todavía no reacciona a la altura de los elogios a Macri y de las buenas expectativas que despiertan sus primeras medidas. Por ejemplo, la semana que viene se volverá a anunciar el préstamo de un pool de bancos extranjeros -de entre US$ 4.000 y US$ 6.000 millones- para aumentar las reservas del Banco Central. Pero, según el propio Prat-Gay, solo se usará en caso de que algún factor externo desestabilizador -la caída sin red de los precios del petróleo, la fuerte desaceleración de China, la enorme salida de capitales extranjeros de los emergentes y la profundización de la recesión en Brasil- afecte aún más a la Argentina. Como un síntoma de ese agravamiento, el gobierno fracasó el miércoles 20 en la nueva licitación de US$ 1.000 millones en títulos Bonar 2020. No tuvo suficientes ofertas. Prat-Gay habló del fin del apetito por los títulos dolarizados. En el mundillo financiero, se especuló con el retraso en frenar la presión inflacionaria, negociar el estado de default y el todavía vigente, según ellos, atraso del tipo de cambio. ¿Qué inversores se atreverían a a poner montos considerables en el país en base a promesas de cambio y garantía de reglas de juego?

Sin contar con que todo puede empeorar. Los pronósticos no lo descartan. El economista Orlando Ferreres, por ejemplo, cree que el escenario de inflación con crecimiento bajo o nulo de la economía continuará durante todo el año. Otros economistas sostienen igualmente que no será tan automático que los empresarios e inversores hundan nuevos capitales, compren empresas y se vuelquen a construir toda la infraestructura que hace falta en el segundo semestre, después de unos primeros seis meses de ajuste, difíciles y conflictivos. “No va a haber inversión en equipo nuevo hasta ver cómo se resuelve el problema”, calcula Ferreres. El problema seguiría siendo la inflación y las dudas que mantiene el establishment acerca del rumbo económico y los tiempos elegidos por el nuevo gobierno. El economista ilustró con algunos detalles: “El presidente Mauricio Macri casi no participó del último encuentro de la Unión Industrial Argentina (UIA), no saludó a nadie, y el ministro de Hacienda Prat-Gay no tuvo entrevistas con empresarios. No se ha generado una dosis de confianza como la que ahora se trata de conseguir en Davos. Con los de acá hay una relación buena pero distante por ahora”.

Aún los partidarios ortodoxos del shock, sin embargo, reconocen que el gradualismo fue la opción obligada. Es decir: un shock no hubiera sido viable porque la sociedad no vislumbraba un problema económico tan grave como el que finalmente terminó heredando y perjudicando a Macri. Tampoco deja de resonar el debate sobre el verdadero precio del dólar: hay un bando que insiste en que un dólar en la franja de los 14 pesos todavía no alcanza para revitalizar a las alicaídas economías regionales y otro sector que se queja porque Prat-Gay estaría generando una caída de los ingresos medidos en dólares.

Por otro lado, contra los que pronostican una rápida negociación con los fondos buitre y una salida a los mercados internacionales de crédito para junio o julio, se levantan las prevenciones de quienes estiman un trámite muy tortuoso en el Congreso. Es decir, para que se concrete el acuerdo en Nueva York, Macri deberá derogar las leyes de Pago Soberano y del Cerrojo. La primera impide mejorarles la oferta a los holdouts respecto de los canjes de deuda del 2005 y 2010. La segunda, sancionada en septiembre del 2014, obliga a los acreedores externos a pasar por la Argentina para cobrar en cada vencimiento. En cualquier caso, ningún analista ve un acuerdo rápido en Nueva York que no sea en base a la aceptación del fallo del juez Thomas Griesa; solo habría un pequeño margen para discutir los intereses punitorios. De lo contrario, la negociación se hará eterna. Recién luego de superar ese obstáculo principal, vendría la emisión de deuda que alcanzaría los US$ 7.000 millones, en parte para abonarles a los importadores endeudados y en parte para cancelar un porcentaje de los US$ 5.000 millones de intereses de la deuda pública que vencen a lo largo de este año.

Malas noticias. La tasa de interés que conseguiría la Argentina no sería baja: una colocación a 10 años rondaría el 7,8% anual, un rendimiento cercano al del Bonar 2024. En Wall Street, pese a los honores transmitidos a Macri, prevén para la Argentina un 2016 recesivo. El Citigroup estima una caída del PBI del 1,7% y Merrill Lynch, una baja de 0,5%. Según un informe de LatinFocus Consensus Forecast, la economía argentina sufrirá este año una leve recesión de 0,4% y una inflación por arriba del 30%, con un dólar que estará en 15,70 pesos a fin de año. Entre los pronosticadores locales, Miguel Bein proyecta un retroceso del PBI de 1,8%. Y la consultora LCG, de Martín Lousteau, una baja del 1,4%. Todos descuentan un arreglo con los holdouts, una soja de US$ 320 la tonelada y un ajuste fiscal tan gradual como el anunciado por Prat-Gay. Así planteadas las expectativas más realistas, las dudas se alargan al 2017.

Con un condicionante recurrente de la historia económica argentina, un tipo de cambio más alto para poder crecer. Algunos creen que el equilibrio actual viene dado por el sobre stock de dólares en manos de empresas y particulares. Es decir, inversores que adquirieron billetes verdes baratos mientras duró el cepo y ahora se inclinan por las elevadas tasas de interés, tanto en moneda en moneda extranjera como en pesos. Otra virtual bicicleta financiera. El nivel de los tipos de interés podría mantenerse por un tiempo y hasta aumentar si es que la fuerte absorción de pesos por parte del BCRA le resta liquidez al circuito monetario. Además, hay empresas líderes que se stockearon de mercadería en los últimos meses, en previsión de la devaluación, y prefieren poner el dinero en los bancos aprovechando las tasas en vez de reponer mercadería. La decisión empresarial no estaría ajena a una perspectiva negativa: que la recesión se prolongue.

por José Antonio Díaz

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