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CULTURA | 25-01-2016 14:32

Lecturas de verano

"Memoria por correspondencia" es un libro excepcional. Escrito por la pintora Emma Reyes, narra su infancia en 23 cartas al escritor Germán Arciniegas. Resiliencia y poesía.

Hay un tipo particular de libros excepcionales, aquellos que nacen de una historia tan apasionante como la historia que cuentan. Este es el caso de “Memoria por correspondencia”, publicado por Edhasa en los últimos días de 2015.

La autora es Emma Reyes y el texto está compuesto por 23 cartas que la pintora colombiana envió a un destinatario ilustre: el ensayista y diplomático Germán Arciniegas, autor muy ligado a los intereses y la estética del “boom” latinoamericano.

Emma había nacido en 1919 y después de una infancia de abusos y abandonos, vivió -siempre pintando- en Buenos Aires, en México y en Francia, donde murió en 2003.

“Memoria por correspondencia” nació de una primera carta que deslumbró a Arciniégas. Este le pidió a Reyes que siguiera mandándoselas. Es decir, contandole esa infancia desesperada en capitulos epistolares, escritos, inesperadamente, en un lenguaje conmovedor.

Emma era hija ilegítima, en un mundo tan abandonado a la buena de dios que las cosas y las personas, a veces, ni siquiera tenían nombre. Su supuesta madre (jamás le dice “mamá” en sus cartas) se trasladó a diferentes ciudades del interior con ella y su hermana a cuestas, hasta que al fin, decidió abandonarlas. En un convento pasaron el resto de su infancia y adolescencia, haciendo trabajo esclavo para las monjas, una práctica que hace muy poco denunció también la película “Philomena” (para los memoriosos, en ella se aludía al caso de las monjas irlandesas).

El estilo del libro es inigualable. No hay que olvidar que Reyes no era escritora y que esta es su única obra. Una reproducción tan fiel y poética de la mirada infantil, que no puede más que conectarnos con nuestra propia mirada de niños. Pero no sólo hay inocencia en este libro, hay también desgarro por el abandono, el maltrato y el abuso sobre la infancia.

El saldo positivo fue la vida posterior de Emma, una artista hecha y derecha, que supo convertir su pasado en arte.

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por Adriana Lorusso

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