Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 04-02-2016 13:00

Alfonso Prat-Gay, el ministro en su laberinto

Está rodeado por críticos de su estilo y su pasión keynesiana. “Lo están cascoteando”, avisa su entorno. La familia y el proyecto.

Entre el pragmatismo de la “ceocracia” y la ingenuidad de los promotores de la “revolución de la alegría”, hay unos cuantos egos encendidos en las filas del nuevo poder. En las últimas horas, se le notaron los celos al poderoso jefe de gabinete Marcos Peña y al presidente del Banco Nación Carlos Melconian. El destinatario de tales molestias ha sido el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, de hecho un primus inter pares entre los varios economistas estrella que integran el gabinete de Mauricio Macri. Peña, por ejemplo, descree del alto nivel de exposición del ministro en los primeros anuncios oficiales –pese a su declarado bajo perfil– y se molestó con su desafortunada alusión a la “grasa del Estado” (al referirse a los agentes públicos militantes sin idoneidad técnica y profesional). Melconian –un economista ortodoxo y entrenado para la lucha política– lo critica, en cambio, por la ausencia de un “plan” que debería completar el shock presuntamente exitoso del levantamiento del cepo y la devaluación y de las restricciones a las exportaciones e importaciones.

Prevenido, el actual Presidente había querido curarse en salud designando de entrada un gabinete económico –un “equipo”–, en vez de tener un superministro de Economía –salvador– sobre el cual se concentraran todas las expectativas de cambios y crecimiento de la sociedad en detrimento del propio jefe político del Ejecutivo. La misma prevención que tuvieron Carlos Menem con Domingo Cavallo en los '90 y Néstor Kirchner con Roberto Lavagna en los 2.000. Tal vez con razón, Macri no quiere compartir el eventual liderazgo de un ministerio que será clave en el caso de que la Argentina volviera a crecer en el segundo semestre de este año. El Presidente habría detectado, dicen en su entorno más íntimo, cierta dosis de soberbia en el trato con Prat-Gay, quien ya había ofrecido en la campaña electoral del 2009 su propio valor agregado: “Puedo ofrecer un servicio público con gran conocimiento en temas económicos –se presentaba–. Me preparé durante mucho tiempo y tengo experiencia en el sector público y privado”. Fue asesor de Macri mucho antes del PRO y de Cambiemos. Se conocen y se respetan profundamente.

Efectivamente, su curriculum luce impresionante. Master y doctorado en Economía en la Universidad de Pennsylvania. Licenciado en Economía con honores de la Universidad Católica Argentina. Antes, el título secundario de bachiller, con medalla de oro, en el Colegio Cardenal Newman. En 1992 viajó a Estados Unidos para realizar la maestría que obtuvo en 1994. Por entonces, ya trabajaba en el J. P. Morgan en Nueva York y Buenos Aires y llegó a ser poco después, con 33 años, director de estrategia de tipos de cambio (de 44 divisas) en Londres. Entre el 2006 y el 2011 creó y presidió la fundación ANDARES, dedicada al apoyo de las microfinanzas entre los sectores más vulnerables que no acceden a los servicios financieros. Fue también cofundador y socio de Tilton Capital, una empresa de asesoramiento en el manejo de activos (que lleva el nombre de la ciudad donde tenía su residencia de fin de semana el célebre economista británico John Maynard Keynes). Antes, había sido cofundador y socio de la consultora APL Economía –donde también participan el viceministro Pedro Lacoste y el actual secretario de Finanzas Luis Andrés Caputo– de asesoramiento a las principales compañías locales y extranjeras con negocios en el país. En su oficina de Arroyo 678.

Contra la corriente. Puede decirse que Prat-Gay hizo su camino solo. Al clan familiar, fundador del ingenio Leales y de la Compañía Azucarera del Norte –que quebró a principios de los 90–, no le había hecho ninguna gracia que Alfonso renegara del legado y torciera el destino impuesto de heredar y multiplicar el negocio de los ingenios y se fuera a estudiar Economía a la UCA. En el Cardenal Newman también parecía ir contra la corriente: era mirado de reojo por su pasión por el fútbol y su casi nula capacidad de destacarse en el rugby, el deporte predilecto del colegio. Cuando logró ingresar a la Universidad de Pennsylvania para hacer el doctorado –después de ser rechazado en Harvard– tampoco hizo muchas migas con el resto de los alumnos: él era el único que no tenía un título de posgrado y estaba por debajo de las capacidades académicas del resto, pero ya a fin del primer año se puso a la par y brilló. Se doctoró en dos años, seis meses antes de lo previsto. En el JP Morgan, su primer trabajo en el mundo financiero, también logró diferenciarse: fue el primer director no inglés del departamento de Estrategia de tipos de cambio, uno de los puestos más codiciados en la sede en Londres.

En el 2001, a contramano de los pésimos pronósticos de la economía argentina y cuando la tendencia aconsejaba irse, Prat-Gay volvió. Y aceptó la desesperada propuesta de Eduardo Duhalde para que presidiera el Banco Central y ordenara la caótica secuela de patacones, Lecops y cuasimonedas a la salida de la Convertibilidad. Después de ocho años en el Morgan (dos en Nueva York, tres en Buenos Aires y tres más en Londres), renunció y volvía a un país que se hundía irremediablemente en su crisis más profunda: “Fui un privilegiado que pudo crecer y educarse sin necesidades. Por eso siento la obligación de canalizar todo lo que aprendí y devolvérselo a la sociedad. No podía quedarme cruzado de brazos”, fue el latiguillo electoralista de Prat-Gay en la campaña del 2009 cada vez que se le preguntaba por qué había dejado un trabajo privilegiado para regresar a una Argentina en llamas. Más allá de sus motivaciones, lo cierto es que Prat-Gay, desde que entró a la UCA, vivió toda su enseñanza y experiencia como un mero tránsito hacia la función pública. Incluso dudó antes de entrar al JP Morgan: ya se sentía en condiciones de trabajar para el Estado. Cuentan que el día que comunicó a su familia el ingreso a la UCA argumentó lo que realmente sentía: “Quiero ser ministro”. En el 2002, Eduardo Amadeo –hoy diputado por el PRO, que seguía las publicaciones de Prat-Gay y lo consideraba un economista de primer nivel internacional–, convenció a Duhalde de tener una reunión entre los tres y escuchar al recién llegado. Cuenta Amadeo que, aunque Duhalde se resistía al principio por la diferencia de estilos, a los 15 minutos de charla le pidió el DNI a Alfonso. “¿Para qué lo quiere?”, se sorprendió el economista. Duhalde fue directo: “Así lo puedo anotar como el nuevo presidente del Banco Central que va a reemplazar a (Aldo) Pignanelli”. “Déjeme pensarlo primero”, pidió Prat-Gay. Duhalde dobló su apuesta: “No es tiempo de pensar; es hora de tomar decisiones”, dijo, y lo conquistó. Lo primero que hizo el nuevo presidente del Central fue nombrar a Pedro Lacoste como su segundo, como hoy en el Ministerio de Hacienda y Finanzas. Cuando asumió Néstor Kirchner en el 2003, lo confirmó en el Central, pese a que era un desconocido en la política y empezaba a diferenciarse de la conducción económica ejercida por Roberto Lavagna marcado a presión por Kirchner. Empezaba el debate por el canje de deuda para salir del default. El ex presidente fallecido confesó con el tiempo que Prat-Gay era uno de los candidatos más firmes para suceder a Lavagna cuando empezó a considerar el desplazamiento de su ministro –que se consumó recién en el 2005– por sus críticas al “capitalismo de amigos” y los “carteles de la construcción”. “Como no tenía un reemplazante, tuve que hacerme cargo de Economía. Alfonso era bueno, pero no terminaba de confiar, prácticamente no lo conocía”, explicaba Kirchner, según reveló en su momento el ministro de Planificación Julio de Vido, un confidente del entonces presidente desde los primeros tiempos en Santa Cruz.

El más solo, el más demandado. Ahora, formalmente, Prat-Gay no es el ministro de Economía, pero todos lo miran como si lo fuera. No sólo es el encargado de conducir las negociaciones con los holdouts en Nueva York, es visto como el garante de los préstamos internacionales que precisa la Argentina y se presenta como un interlocutor confiable de los bancos e inversionistas extranjeros. Prat-Gay adelantó el ajuste fiscal neto del 1% del PBI, avaló la política de despidos de ñoquis en el Estado, estableció metas decrecientes de inflación, se quejó de las subas desmedidas de los precios y opinó que las primeras medidas económicas –la liberación de los controles cambiarios y la devaluación, la eliminación de retenciones y de diversos controles a las exportaciones e importaciones– forman parte del cuadro de “normalización” de la economía. “A partir de ahora, se van a liberar las potencialidades de la economía. Para que la economía dé más, hay que facilitarle la vida, no complicarla con controles”, aseguró Prat-Gay para sostener por qué este año mejoraría la productividad y volvería el crecimiento. El ministro, sin embargo, es uno de los pocos funcionarios oficiales en admitir que el primer paquete de medidas tendría un alto costo inflacionario. Como lo está teniendo. “La línea divisoria será claramente el final del primer trimestre”, según él. Un pronóstico que ha alimentado las ansiedades y tensiones entre los propios funcionarios, entre la Nación y las provincias y entre el gobierno y los empresarios y sindicalistas. La economía todavía no arranca, el Estado heredado está quebrado y forzado a seguir emitiendo, la recaudación de dólares sigue lenta y las paritarias prometen una feroz puja distributiva para actualizar los salarios viejos con los nuevos precios. Los ajustes de febrero en las tarifas de los servicios públicos y el aumento en marzo de las prepagas, las matrículas de las escuelas privadas y los costos escolares, tienden a profundizar los todavía incipientes signos de descontento. Macri y Prat-Gay simbolizan el núcleo del nuevo poder al que se le demandan respuestas, no sólo voluntarismo.

Family game. Prat-Gay tiene tres hermanos: Lucrecia (55), Jorge (53) y Cristóbal (43). La mayor se dedica a la educación, tiene una microempresa que da clases a distancia y trabaja en nuevos métodos de enseñanza (por ejemplo con la Universidad de Oxford). Jorge, ex rugbier profesional –también egresado del Newman– se recibió de abogado en la Universidad de Belgrano, y hoy es presidente de Eleven GT, una empresa dedicada a la representación de jugadores (el Kun agüero, Buonanote, Maxi López, Buffarini, Maxi Rodríguez, entre otros). Cristóbal, que vive en Nueva York, es el gerente a cargo de las relaciones internacionales de Molinos S.A. Familia de poder con origen en la aristocracia tucumana. De allí descienden. Son hijos de Jorge Prat Gay y Stella Hope, cabezas del clan. Además de haber heredado de Fernando, su padre, el ingenio azucarero, fue uno de los directores del Banco Nación durante la presidencia del dictador Jorge R. Videla. Según una investigación de la Comisión Nacional de Valores ultra K (tomando sus datos con todas las precauciones del caso), la Compañía Azucarera del Norte (CAN) habría obtenido en 1980 facilidades por 1.400 millones de pesos para financiar la producción de azúcares blancos de la zafra de ese año. En la composición del directorio figuraban, al menos, cinco integrantes con el mismo apellido que el director del Banco Nación mencionado: Fernando de Prat Gay (presidente), Máximo de Prat Gay (vice), Jorge de Prat Gay (director delegado), Gastón y Amelia de Prat Gay (directores, sin funciones ejecutivas a cargo). En 1990, la empresa, concursada y al borde de la quiebra, pidió un préstamo de un millón y medio de dólares al gobierno de Tucumán. El gobernador José Domato salió como garante del financiamiento a la compañía concursada. Como la firma era deudora del entonces Banco de la Provincia de Tucumán, se trianguló el crédito a través de la Caja Popular de Ahorros. Al poco tiempo, la intervención federal nombrada por Menem –a cargo de Julio César Aráoz–, ordenó la detención de Domato y otros miembros de su gabinete por presunta malversación de caudales públicos. En el 2000, sin embargo, la Cámara Penal declaró la inocencia del gobernador y de los otros dos imputados, los ex industriales azucareros Jorge y Máximo de Prat Gay. El tío, Gastón de Prat Gay (81), fue el segundo del embajador Aja Espil en Estados Unidos, entre 1976 y 1981. En 1991 lo designaron como embajador de Letonia. Era íntimo amigo del canciller Nicanor Costa Méndez, que duró en su cargo hasta el fin de la guerra de Malvinas.

Carrera. El actual ministro se casó a los 28 años con Noelle Lourdes Tow Garat y se separó en el 2007. Sale desde el 2013 con Natalia, ex estudiante de hotelería, una treintañera a la que conoció en el Hotel Sofitel, donde ella trabaja, a escasos metros de la oficina utilizada por Prat-Gay, Lacoste y Caputo en Arroyo 894. Alfonso es padre de Clara (19), Alfonso (16) e Iñaki (13). Clara sigue viviendo en Londres, donde estudia en el Christie's London School, una famosa escuela del mercado del arte. Alfonso junior es el más compinche del padre: fanático de Boca, estudia en el Newman y juega al rugby. Iñaki es el único que nació en el país: Clara es estadounidense y Alfonso junior británico.

A pesar de la radicación de sus empresas en Tucumán, los Prat-Gay vivieron siempre en Buenos Aires (Jorge viajaba los fines de semana a la provincia). El hoy ministro cursó jardín de infantes en el Maryland e hizo la primaria y secundaria en el Newman. Fue el mejor promedio de la promoción 1984. Desobedeciendo finalmente el mandato familiar –su padre lo quería como su heredero en el ingenio–, cursó y se graduó en Economía de la UCA con medalla de oro y promedio 9.25. En la Católica tuvo de profesor a Javier González Fraga en Política Económica, una relación que lo marcó profundamente. “Yo le inculqué la admiración por Keynes”, dice ahora el otro ex presidente del Banco Central. Recibido Prat-Gay en 1988, dictó algunas clases como ayudante y así fue como tuvo de alumna a Máxima Zorreguieta y se sumó como junior a la consultora de González Fraga. “Desde que lo tuve de alumno supe que iba a ser ministro, era brillante y mucho más dedicado que el resto”, recuerda el economista radical. Según él, Prat-Gay es pragmático, aprende de los errores y sabe sacar fuerza de sus debilidades. Allí, junto a su antiguo profesor de trabajos prácticos Pedro Lacoste –lo llamó “hermano del alma” en su asunción y el amigo lagrimeó–, hizo sus primeras armas, especializado en el análisis monetario del país. La experiencia duró poco: en 1992 lo habían aceptado en la Universidad de Pennsylvania, con la ayuda de las cartas de recomendación del entonces ministro Domingo Cavallo y del propio González Fraga.

Alumno ejemplar, terminó en dos años el doctorado en Economía –seis meses antes de lo previsto–. En 1994 entró en JP Morgan, en el departamento de Economic Research de América Latina (allí se encontró con Luis Caputo que en ese entonces trabajaba para la Morgan). En 1996, y con algo de renombre en el ambiente, lo destinaron a Buenos Aires, como el jefe de Investigación de Mercados Emergentes. En 1999 la revista “Latin Finance” lo nombró como “el mejor economista sobre Chile”, porque Prat-Gay había pronosticado un crecimiento bajo del país cuando el resto de los economistas aseguraban un gran año. Había acertado. Fue jefe de Investigación y de Estrategias de Monedas para JP Morgan y JP Morgan Chase (en Nueva York, Buenos Aires y Londres entre 1994 y 2001) y responsable del análisis y predicción de corto y largo plazo de los movimientos de unas 40 divisas extranjeras. Antes de instalarse en Londres, había sido “estratega jefe” para los activos del JP en mercados emergentes y encargado del departamento de Investigaciones Económicas para la Argentina y Chile con base en Nueva York. Recibió el premio al “mejor presidente de Bancos Centrales” del año 2004 (Euromoney), “mejor economista en Wall Street para la Argentina” (Institutional Investor, 1994-98, y Latin Finance, 1997-98). Ya al frente de su cargo en Londres, el diario “The Wall Street Journal Europe” le había dedicado un artículo donde destacaban su forma heterodoxa de encarar la economía.

Después de dejar el Banco Central, Prat-Gay se dedicó de lleno a su consultora de Arroyo 894. En una de sus paredes mandó a pegar una frase de Keynes que siempre repetía González Fraga: “El estudio de la economía no parece requerir dotes muy especiales, en cantidades inusualmente altas. Sin embargo, economistas buenos, o siquiera competentes, son escasos como pájaros raros. ¡Una materia fácil, en la cual pocos se destacan! La paradoja encuentra su explicación en que el maestro economista debe poseer una rara combinación de dotes. Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo, en cierto grado. Debe entender símbolos, pero hablar con palabras. Tiene que ser simultáneamente decidido y desinteresado; etéreo e incorruptible como un artista, pero a veces cercano a la Tierra como un político”. Desde su consultora creó, en el 2005, una gran relación con la empresaria del cemento Amalia Lacroze de Fortabat, a quien le administró y sugirió dónde invertir sus millones. La empresaria murió en el 2012 y dejó una herencia superior a los 1.000 millones de dólares, incluyendo los provenientes de la venta de Loma Negra a los brasileños de Camargo Correa. Prat-Gay se dedicó desde entonces a administrar los fondos del millonario legado de Amalita y de su hija María Inés Lafuente, también fallecida, dos de las mayores fortunas de la Argentina.

Baby face. Obsesivo. Tímido. Profesional. Bajo perfil. Liberal keynesiano o liberal progresista (según la etiqueta heterodoxa que se le quiera adosar). Político inexperto (pese a haber sido diputado nacional por la Coalición Cívica del 2009 al 2013). Economista práctico. Prat-Gay, al fin y al cabo, es una rara avis de la política y de la economía. Él concentra las expectativas sobre el futuro, cosecha envidias y maneja los riesgos. Adentro y afuera de Cambiemos.l

por José Antonio Díaz, Juan Luis González

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