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ECONOMíA | 17-02-2016 18:56

La receta de Macri para bajar la inflación

La devaluación se fue a los precios y pegó en el consumo sin que el Gobierno reaccionara.

Entre el martes 12 de enero en que el ministro de Economía presentó las metas de inflación y déficit fiscal para el año -25% y 4,8% del PBI- y el jueves 11 de febrero en que el presidente Mauricio Macri declaró los niveles de inflación como "inaceptables", el Gobierno no logró acordar con empresarios y sindicalistas un acuerdo de precios y salarios y tampoco moderar el ritmo de suba de los precios. El clima en el gabinete económico -al principio de indiferencia ante la presión gremial- empezó a tensionarse con el paso de los días. El Presidente sabía que era uno de los compromisos de campaña más difíciles de cumplir. Y sus economistas están lejos de creer en los controles de precios, los precios cuidados o el programa Ahora 12. Un experto ex Cepal, el economista Daniel Heymann, suele decir que la inflación es un fenómeno tan complejo, multicausal y global que no se puede combatir con medidas puntuales sin que se desacomoden las otras variables. El gobierno K trató de frenar el proceso inflacionario dejando retrasar a propósito el tipo de cambio y las tarifas. Cuando cayó la competitividad y se dispararon los subsidios, quedaron solo salarios y precios para ajustar.

El macrismo, por supuesto, no quiere asumir la impopular faena delegada por los K. Pero se ve limitado en el objetivo de sanar la macro y volver a crecer". "El problema es que la inflación sí afecta al crecimiento y a la distribución del ingreso: hace que no nos preocupemos por lo importante, genera incertidumbre y acorta el horizonte de decisión -define Heymann-. Hacia el futuro se necesita invertir en infraestructura, de largo plazo y a gran escala, se necesita un contrato que canalice el ahorro hacia la inversión y todavía no lo tenemos...”.

Ni ganar ni perder. Si es verdad -como proyectan algunos estudios sindicales- que en los primeros 90 días de gestión del nuevo gobierno, la inflación acumulada sumará entre un 13 y un 15%, incluyendo la inercia heredada de Cristina Fernández y Axel Kicillof, se justifica que algunos dirigentes tengan abierto el paraguas: “Este no es momento para que los trabajadores saquen ventaja -se adelantó el judicial Julio Piumato-. Es un año para no ganar, pero tampoco para perder”. Es más: para él, las paritarias deberían ser esta vez semestrales y revisar recién en junio el efecto completo de la turbulenta aceleración de precios provocada por la devaluación y el ajuste de las tarifas en el salario y el consumo entre diciembre y marzo. Es lo que planteó el oficialismo en la provincia de Buenos Aires y rechazaron los estatales. El gremio de empleados de comercio, en cambio, lo puso en práctica: negoció un 20% ya a cuenta de otra “paritaria” en el segundo semestre. Por su lado, el secretario de Trabajo, Ezequiel Sabor, tomó como ejemplo el acuerdo salarial de la Asociación Bancaria (que postergó la discusión paritaria hasta abril a cambio del pago de una suma fija de 9.000 pesos, repartidos entre enero, febrero y marzo, más una compensación de 5.500). “A nosotros nos da la posibilidad de que la economía se vaya ajustando, la inflación vaya bajando y ellos puedan hacer su análisis con los números reales respecto de la pauta paritaria para este año”, se franqueó el secretario. A todo esto, la canasta básica de alimentos -que marca la línea de la pobreza-, se encareció 7% solo en diciembre y otro 3% en enero, según la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL).

Como los datos, todavía fragmentarios, no son tranquilizadores, en los últimos días se evaluaron los costos políticos. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, para bajar las expectativas, trató de fijar el techo (lo llamó “marco”) de las paritarias entre el 20 y el 25%. Tarde: los docentes bonaerenses ya habían pedido 35%, Hugo Moyano no menos de 30% y se difundían cálculos (imposibles de certificar) de una inflación anual del 32,6%. Marcos Peña tuvo que salir a aclarar: que las paritarias no tendrían ni piso ni techo y que la inflación estará entre el 20 y el 25% (pese a que aún no se cuenta con estadísticas oficiales), es decir, una cosa más increíble que la otra. Sin embargo, los funcionarios esperan, poniendo el foco en el último fortalecimiento de las reservas del Banco Central, la baja de la emisión y la absorción de pesos del mercado, una convergencia de la tasa de inflación más rápida de lo que se preveía.

El marketing. Los pronósticos revelan en general un horizonte más complejo, y en particular, crecientes intencionalidades políticas. Un informe del estudio Bein (que trabajó para el kirchnerismo en la campaña) aseguró que la quita de subsidios del orden del 1,5% del PBI tendría un impacto directo de 9 puntos en la inflación en el indicador de precios de la ciudad de Buenos Aires. Toma como base un aumento total en el año del 1.200% en las tarifas de electricidad y del 250% en el gas. Bein descree también que la Argentina se transforme en un polo de atracción de inversiones financieras en el corto plazo. Dependerá no solo del contexto externo y de las negociaciones con los fondos buitres -supone Bein-, y del “marketing del programa económico, si es capaz de disimular la inconsistencia entre el programa fiscal y los anuncios de metas de inflación”.

Paquete para compensar. En realidad, el primero en blanquear las metas inflación había sido Prat-Gay, enseguida confirmadas por el Presidente. Fue una especie de autoexigencia para ordenar y bajar las expectativas tanto inflacionarias como devaluatorias. Igual que la creación de una aplicación para teléfonos celulares que indica los precios más baratos y más cercanos al consumidor. Algunos funcionarios del gabinete económico confían más en las medidas y en las políticas, por ejemplo en que la próxima reforma del Impuesto a las Ganancias, la actualización de los ingresos familiares, la devolución del IVA en los productos de la canasta básica y el aumento de la Asignación por Hijo conformarían un paquete compensatorio de la efectiva pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central, ya dijo que su foco estará centrado cada vez más en el peso y no en el dólar para desenganchar el valor de la moneda de la evolución del tipo de cambio. Otros creen que, en realidad, el futuro del tipo de cambio estará muy ligado a lo que suceda con la negociación de la deuda en default: un arreglo con los holdouts podría permitir el ingreso de grandes cantidades de dólares financieros y no influir en el traslado a precios.

No es lo mismo que discutía Prat-Gay con el ex presidente Néstor Kirchner: si bajar la inflación significaba enfriar o no la economía. En los primeros años del kirchnerismo, la economía crecía supuestamente a tasas chinas y el ex presidente confiaba en el mito del efecto inflacionario como dinamizador del consumo y la recaudación. El economista Mario Rapoport, por ejemplo, suele poner como ejemplo de la inflación cero la Europa actual, los Estados Unidos de los años '30 o la Argentina de los '90, todos ejemplos recesivos con elevada desocupación. Heymann estudió la desaceleración de las inflaciones en Chile y Colombia, a lo largo de 11 y 16 años respectivamente: "No da para shocks sino para políticas que cuiden la evolución de la economía. Hay una discusión sobre las metas de inflación porque hay una diferencia entre cuidar la inflación y que la política monetaria sólo se ocupe de ellas, abstrayéndose de otras variables macroeconómicas. Lo que uno tiende es a regímenes de cierta estabilidad que permitan contratar en moneda nacional".

por José Antonio Díaz

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